En la ruralidad cayó la pobreza, pero también el ingreso por salario
Esta fue una de las conclusiones más importantes que dejó el panel ‘Disminución de la pobreza rural: ¿tendencia o anécdota?’, de Semana Rural. Otra: el desarrollo rural no se puede medir a través de las transferencias económicas del Gobierno.
El impacto de la pandemia fue mayor en las zonas urbanas. Por eso, a diferencia de lo que ocurrió en las ciudades, la pobreza rural disminuyó 4,6 puntos porcentuales. De 47,5 pasó a 42,9 por ciento. Pero ¿por qué se da esta tendencia en la ruralidad? Y, sobre todo, ¿hay formas de mantener estos resultados? Esas fueron las preguntas que Semana Rural le hizo a un panel de expertos, que además de analizar las cifras presentadas por el Dane, en su última medición, presentaron nuevas estrategias para disminuir la pobreza rural en el país.
Una de las principales conclusiones que dejó el conversatorio fue que, a pesar de que las ayudas presentadas por el Gobierno nacional a las zonas rurales, en el marco de la pandemia del la covid-19, contribuyeron a paliar la pobreza rural, estas no borran el hecho de que los ingresos por salarios en estas zonas se redujeron. “Sin los apoyos económicos del Gobierno, la pobreza en zonas rurales habría subido. No se puede olvidar que sin esas ayudas, la pobreza rural estaría en el 50 por ciento”, dijo Ángela Penagos, directora de la Iniciativa Agroalimentaria de la Universidad de los Andes.
A pesar del crecimiento económico en la ruralidad, los ingresos disminuyeron a lo largo del año. En el sector más pobre de la población, las caídas fueron del 12 por ciento. “Hay que distinguir la caída en términos porcentuales de la pobreza frente a la reducción de las personas en condición de pobreza. Dicho esto, la pandemia perjudicó a todo el mundo, pero a las personas en las zonas rurales fueron las menos afectadas”, explica Carlos Córdoba, director del Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural (Rimisp).
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Una de las críticas más importantes que hicieron los panelistas en relación a este aspecto es que entender las dinámicas económicas de las zonas rurales, sólo a partir de lo agropecuario, es cerrar el espectro.“Cuando analizamos las zonas rurales pasamos por alto otras economías, pero eso es algo que juega un papel mucho más grande en lo que pasa. Por eso creo que hay que analizar por qué la línea de pobreza rural es tan bajita—dice Ángela Penagos—. Si la línea de pobreza en zonas rurales es 190 mil pesos, y dan un apoyo de 180 mil, pues esa persona ya sale de pobre”. Para estos expertos, dicha línea debería tener en cuenta, además de la zona, la condición del hogar.
Para los panelistas el desarrollo rural no se puede medir a través de las transferencias económicas, ni se puede entender de una forma tan homogénea. Esto lo explica Luis Alejandro Jiménez, presidente de la Asociación de Campesinos (Anuc). “La población campesina en cada región tiene una realidad distinta. Para nadie es un secreto que con la pandemia hubo mercados que se perdieron y eso afectó a los agricultores—cuenta Jiménez—. La capacidad de compra bajó, porque bajó el ingreso. Entonces se acumularon los productos. Los precios más bajos, con la suma de productos importados, eso genera una disminución en el ingreso de los productores que se traduce en pérdida”.
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Según explica, la economía campesina, más allá de las pocas exportaciones, se reduce al mercado interno. Por eso la situación de ingreso es diferente: cuando en el mercado hay menos demanda el productor no vende, por este motivo no se puede medir la pobreza rural sólo a partir de las ayudas. “La pandemia y los confinamientos tuvieron un efecto retardado en lo rural. Esto lo que muestra es que las demandas internas tuvieron un impacto negativo en la ruralidad.”, explica Córdoba de Rimisp.
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Las cifras del Dane evidencian que las ayudas monetarias han significado un aporte significativo, pero que el resto del panorama de lo que pasó en las zonas rurales aún es incierto. Todavía no se puede decir qué tanto se ha adelantado, o no, y qué tanto se agilizó la producción agropecuaria para generar equidad. “No hemos tenido una modificación estructural que muestre una producción agropecuaria que esté generando mejores ingresos a la población pobre”, dice Córdoba.
Para el alcalde de Nuquí, Yefer Gamboa, no solo se debe desagregar la medición a más poblaciones, sino que se deben regionalizar y medirse de forma diferencial según la zona. “Municipios como el nuestro es importante entenderlos de forma diferencial. Nosotros, al vivir del turismo, la agricultura y la pesca, tuvimos una afectación grandísima por la pandemia. En 2020 nos visitaron solo el 20 por ciento de los turistas que normalmente llegan a Nuquí. Eso afecta a toda la economía de los municipios turísticos en el litoral pacífico”, cuenta.
En video: reviva el conversatorio ‘Disminución de la pobreza rural: ¿tendencia o anécdota?’
El subdirector del Departamento Nacional de Planeación (DNP), Daniel Gómez reconoció que esto es un paso que deben tomar las mediciones: “Es importante llamar la atención frente a la heterogeneidad en el campo. Debemos ver los datos de una forma más desagregada, debemos mirar de la misma forma las actividades productivas y los tipos de pobreza. Pero creo que con esta nueva metodología se avanza en esa dirección”.
Gómez agrega que se debe hacer un ejercicio para que la política de desarrollo rural no se reduzca a la transferencia de ayudas financieras, sino que este sea un mecanismo para impulsar el desarrollo desde una perspectiva integral. “Hay que articular esas transferencias con desarrollos productivos, nuevos productos, encadenamientos de pequeños y grandes productores e inversión en bienes públicos para que estas herramientas puedan ayudar a atacar la pobreza”.
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En ese sentido, según dice Carlos Córdoba, “las ayudas del Gobierno empujan a las personas a subir en la escalera, pero rápidamente alguien tiene que darle la mano arriba para que siga subiendo: eso tiene que ver con gasto social y organización productiva enfocada en equidad. Esa es la verdadera discusión”. Para Daniel Gómez, ese proceso está avanzando y da cuenta de esa intención del Gobierno para entender mejor cuál es la condición socioeconómica de los hogares.
Esto dice, el alcalde Gamboa, va en relación a que la línea de pobreza se debe entender no a partir de un valor “irrisorio”, sino de acuerdo con las necesidades básicas satisfechas de cada hogar. “No se deberían reducir a un valor específico, porque lo que requiere un hogar en la ruralidad no es lo mismo que requiere en la ciudad-dice Gaboa. Ahora hay que preguntarse por el hecho de que estos programas sociales no son indefinidos. Entonces qué va a pasar con el hogar que va subiendo la escalera cuando el programa social se lo quiten: se cae”.
De acuerdo con la ANUC, por eso se deben pensar en ayudas a largo plazo.“La economía campesina está cumpliendo una función que debería ser del Estado: garantizar la seguridad alimentaria de los colombianos. Aportamos más del 70% de los alimentos pero a pérdida para nosotros—dice Jímenez—. Por eso si queremos garantizar ese ingreso a la alimentación, el Estado debe garantizar un apoyo básico para que las familias se puedan seguir manteniendo en el campo y produciendo esos alimentos”.
Los panelistas concuerdan con que las ayudas financieras no solo deberían mantenerse, sino fortalecerse. Quedan muchas preguntas por hacer frente a las cifras presentadas por el Dane, por ahora, solo puede afirmar que las ayudas lograron paliar lo que habría sido una cifra más crítica para la pobreza rural. Aún queda mucho por hacer.
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