CIENCIA
Coronavirus: el debate de los aerosoles y el llamado de los expertos a la OMS
Varios científicos consideran que hay que ser más contundentes sobre la postura frente a esta forma de transmisión, que es aérea. Uno de ellos es el químico José Luis Jiménez: en recientes artículos para la BBC, El País y National Geographic explica por qué.
Hoy los expertos saben a grandes rasgos que el covid-19 puede propagarse a través de tres vías: el contacto con superficies, las gotículas (pequeñas gotas que expulsamos al toser o al estornudar) y los aerosoles (gotas líquidas que flotan en el aire y tienen un tamaño menor a 5 micrones).
Esta última ha sido objeto de gran debate dentro de la comunidad científica, pues la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido cautelosa en afirmar que este nuevo virus es capaz de quedar suspendido en el aire durante más tiempo y a mayor distancia de lo que se creía en un principio.
Al día de hoy su postura es que la principal vía de contagio son las gotículas, y que si bien el virus puede transmitirse por aerosoles, solo sucede en espacios con condiciones muy precisas, como los hospitales o la presencia de personas en sitios abarrotados y mal ventilados en un periodo largo de tiempo.
Sin embargo, un amplio grupo de científicos consideran que la OMS debería ser más contundente, pues su simple postura podría ayudar a reducir significativamente el contacto en todo el mundo.
En julio un grupo de 239 científicos firmaron una carta abierta en la revista Clinical Infectious Diseases pidiendo al organismo reaccionar. Uno de ellos es el profesor de Química de la Universidad de Colorado Boulder, José Luis Jiménez. En recientes artículos para la BBC, El País y National Geographic, el experto afirma que esa postura tímida no está “permitiendo al mundo defenderse suficientemente bien contra el coronavirus”.
Afirma que mientras las gotículas caen como proyectiles y pueden viajar entre uno y dos metros de distancia, los aerosoles pueden permanecer suspendidos en el aire y seguir siendo infecciosos durante más tiempo. Por ejemplo, una gota de líquido de cinco micrones de diámetro puede flotar durante aproximadamente media hora.
Para Jiménez estos datos son relevantes, pues si bien es cierto que el virus no se compara con otras enfermedades extremadamente transmisibles (como el sarampión o la tuberculosis), no hay duda de que las cepas de la covid-19 miden solo 0,1 micras, por lo que hay espacio para muchos virus en un aerosol.
Para entenderlo mejor, explica que los aerosoles pueden compararse con el humo del tabaco. Salen de la boca y se quedan flotando. De esa manera, si alguien fuma en una habitación mal ventilada, este humo se va acumulando, y las personas que pasen mucho tiempo en ella acabarán instalándolo en grandes cantidades, aumentando el riesgo de contagio. Al respirarlo, igual que la contaminación, el virus entra al organismo.
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Otro de sus argumentos, como escribió en un artículo para El País, es que el rastreo de contactos muestra que el exterior es 20 veces más seguro que el interior, “lo que solo puede ser explicado si predomina la transmisión por aerosoles”. Asegura que si las gotículas balísticas dominaran la transmisión, la epidemiología mostraría muchos más contagios entre personas hablando al aire libre.
“Sabemos por estudios rigurosos y detallados que cuando las personas hablan cerca unas de otras, los aerosoles dominan la transmisión y las gotículas son casi insignificantes”, agrega.
Así las cosas, el experto hace un llamado a las personas a tener en cuenta estas variables. Sobre todo ahora que el mundo empezó a reabrir. Su recomendación es realizar el máximo de actividades al aire libre y entender que cuando se comparte con alguien en espacios cerrados no basta con distanciamiento. Allí más que nunca es necesario el uso del tapabocas.
La perspectiva también genera preguntas sobre las pautas de distanciamiento social. La directriz es no acercarse más de dos metros, pero un reciente estudio de la Universidad de Yale halló aerosoles del coronavirus a más de cuatro metros de un contagiado.
“A mí me duele criticar a la OMS, pero hay una cerrazón clave dentro del grupo científico sobre el tema. Desprecian la evidencia de aerosoles”, concluye.