CORONAVIRUS
Coronavirus | El difícil equilibrio entre la vacuna y la inmunidad natural
Algunos investigadores subrayan que aún se está lejos de poder desarrollar una estrategia que deje espacio para la inmunidad de rebaño.
La lucha contra la covid-19 en el mundo es intensa y los países buscan aumentar la vacunación de su población a como dé lugar, pese a que a nivel global ya se registran 223.914.634 de casos acumulados y 4.618.234 de fallecidos, según la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos.
Pese a los diferentes estudios sobre la pérdida de eficacia de las vacunas frente a algunas variantes, los médicos aseguran que estas siguen siendo indispensables. Sin embargo, a largo plazo se plantea el interrogante de cuánto espacio se debe dejar para la inmunidad natural.
“Ahora sabemos que la vacunación no erradicará el SARS-CoV-2”, el coronavirus que causa el covid-19, reconoció el miércoles la Academia Francesa de Medicina en un comunicado.
Desde hace varias semanas se acumulan datos que demuestran que las vacunas son menos eficaces contra la variante delta del SARS-CoV-2, que es mucho más contagiosa. Una proporción importante de vacunados se ha contagiado, aunque sigue estando muy bien protegida contra las formas graves del virus.
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Es así como resulta difícil prever una inmunidad colectiva, es decir, un umbral suficiente de personas inmunizadas para que la epidemia deje de propagarse. Sin embargo, la Academia Francesa de Medicina pide “no renunciar” a esta inmunidad colectiva, porque hay un matiz importante que a menudo se malinterpreta.
La inmunidad colectiva no significa que el virus vaya a desaparecer por completo. El objetivo es que el número de infecciones se mantenga estable a lo largo del tiempo o, al menos, fluctúe regularmente con las estaciones. Y esto se logrará vacunando al mayor número posible de personas, asegura la Academia.
Es por ello que casi no hay debate sobre el papel inicial de las vacunas en la comunidad científica. Pero más allá de eso, no está tan claro cuál debe ser la estrategia en los próximos años. ¿Se debe apostar por completo por las vacunas y aplicar regularmente dosis de refuerzo para compensar su pérdida de eficacia?
“El objetivo es no tener que seguir vacunando para siempre”, estimó el virólogo alemán Christian Drosten en el canal NDR a principios de septiembre.
Según Drosten, en una primera etapa se debe vacunar al mayor número de personas posible para evitar formas graves de la enfermedad. Pero, posteriormente, se puede permitir que las infecciones se produzcan en gran número, al menos entre las personas sin factores de riesgo.
En los individuos ya vacunados, es poco probable que estas infecciones sean peligrosas, según el virólogo, quien cuenta con que la inmunidad global se construya en bloques sucesivos (vacuna e infección natural). Drosten basa su argumento en la noción crucial de que haber atrapado el virus permite ser inmune durante más tiempo y de forma más efectiva que con la vacuna.
Un estudio publicado a finales de agosto tras analizar varios cientos de miles de casos en Israel, un país especialmente avanzado en materia de vacunación, concluyó que las infecciones eran significativamente más frecuentes entre las personas vacunadas que entre las que ya habían tenido el virus.
Sin embargo, estos datos —que deben tomarse con cautela, ya que aún no han sido evaluados de forma independiente— no deben llevar a pensar que es mejor dejarse infectar que vacunarse. Algunos investigadores subrayan que aún estamos lejos de desarrollar una estrategia que deje espacio para la inmunidad natural.
“Es una situación que podría darse, pero no es algo que vaya a suceder pronto”, dijo Jean-Claude Manuguerra, virólogo del Instituto Pasteur, explicando que “todavía hay muchas personas en el mundo que no están vacunadas”.
Sin embargo, no rechaza los méritos de esta estrategia, siempre y cuando se siga vacunando a las personas con factores de riesgo.
Otro elemento que hay que vigilar, según Manuguerra, es la circulación del coronavirus entre los niños que, al ser demasiado jóvenes para haber sido vacunados, pueden constituir un “gran terreno de juego para el virus”, aunque solo tengan un riesgo mínimo de desarrollar formas graves.
*Con información de la AFP.