Coronavirus
Con repunte de muertos por covid arrancó febrero; contagios diarios siguen en descenso
El Ministerio de Salud informó que hubo 251 fallecidos, de los que 225 corresponden a días anteriores.
Febrero arranca con repunte de muertos por coronavirus; casos diarios y activos disminuyen.
Este martes, el Ministerio de Salud reportó 14.454 nuevos casos de contagio de coronavirus a nivel nacional, además de 251 fallecidos a causa del virus, de los cuales 225 son de días anteriores. Con estas cifras, el total de contagios en todo el país suma 5.901.715.
Según datos oficiales, desde el inicio de la pandemia se han recuperado 5.678.249 pacientes y han fallecido 134.551.
Así mismo, las autoridades de salud indicaron que este 1.° de febrero se procesaron 58.676 pruebas: 21.815 PCR y 36.861 de antígeno, con lo que la cifra de casos activos se ubica en 68.906.
Así se distribuyeron los casos nuevos de covid-19 en algunas zonas del país este martes:
- Bogotá: 5.090
- Santander: 1.015
- Antioquia: 1.005
- Valle del Cauca: 1.000
- Cundinamarca: 919
- Barranquilla: 463
- Norte de Santander: 433
- Meta: 430
- Cesar: 414
- Atlántico: 401
- Santa Marta: 339
- Boyacá: 320
- Córdoba: 317
- Cartagena: 254
- Risaralda: 224
Las personas que fallecieron tenían comorbilidades preexistentes de hipertensión, diabetes, obesidad, desnutrición y enfermedades cardiovasculares, de acuerdo con el reporte.
Según el INS, en el país hay 198 conglomerados. Los territorios son: Amazonas, Antioquia, Arauca, Atlántico, Barranquilla, Bogotá, Bolívar, Boyacá, Buenaventura, Caldas, Caquetá, Cartagena, Casanare, Cauca, Cesar, Chocó, Córdoba, Cundinamarca, Guainía, Guaviare, Huila, La Guajira, Magdalena, Meta, Nariño, Norte de Santander, Putumayo, Quindío, Risaralda, San Andrés, Santa Marta, Santander, Sucre, Tolima, Valle del Cauca, Vaupés, Vichada.
Por otro lado, el boletín informó que Bogotá, Antioquia, Barranquilla, Valle, Atlántico y Magdalena son las regiones en las que los contagios se mantienen altos.
¿Es la covid actualmente una gripe estacional?
La “sexta ola”, con sus grandes números de contagios y sus –no tan grandes– números de casos graves, ha traído una notable división en su interpretación y en las estrategias para abordarla. Y también en las estrategias para abordar el futuro más próximo. Caricaturizando un poco los enfoques, tendríamos una pugna entre gripalizadores, más o menos entusiastas, y covidizadores, más o menos irritados.
Unos, argumentando la “levedad” actual de la mayor parte de los casos, apuestan por el inmediato fin de la pandemia (no ya de la sexta ola, sino de la pandemia) y su endemización. Un SARS-CoV-2 cada vez menos agresivo se iría transformando (inevitablemente, siguiendo una suerte de teleología evolutiva) en un coronavirus similar a los causantes del resfriado. En este escenario, las estrategias propuestas pasan por el fin de las restricciones y la gripalización del abordaje epidemiológico y asistencial de la covid.
Otros, argumentando la enorme incidencia de casos y que las goteras de ese diluvio dejan mucha morbilidad, consideran que hablar de endemización es frivolizar una situación aún muy comprometida (incluyendo hospitalizaciones, fallecimientos, casos de covid persistente, etc.) y evocan el riesgo de repuntes y nuevas variantes. Apuestan por la “prudencia” y el mantenimiento de medidas restrictivas. Y lo hacen con cierto encrespamiento, porque consideran que la gripalización cuesta (y costará) muchas vidas.
El debate ha incluido la extrapolación de la evolución de la ola desde países en situaciones extremadamente diferentes (Sudáfrica), la confusión entre la (razonable) gripalización de la vigilancia epidemiológica de la covid con la (más discutible) gripalización de su abordaje práctico, bastante teleología evolutiva y otros muchos componentes.
La polémica se ha trasladado a los aspectos más prácticos del abordaje de la pandemia. A la casi ausencia de medidas efectivas de reducción de interacciones sociales (más allá del aislamiento de los positivos, especialmente los sintomáticos), el restablecimiento de medidas de efectividad retórica (mascarillas al aire libre, certificado de vacunación) o las estrategias que alimentan expectativas inadecuadas (tests de antígenos para incentivar las interacciones entre personas, certificado de covid para mantener actividades –incluso grandes eventos– en espacios cerrados).
También hay debate sobre las medidas para contener la disrupción social y sanitaria producida por la transmisión masiva. Es decir, sobre la aceleración de terceras dosis, reducción de pruebas, abandono de trazados y cuarentenas y acortamiento de aislamientos. Para unos son excesivas, para otros, insuficientes. El debate, avivado en los medios de comunicación y redes sociales, tiene cierto voltaje. Con partidarios y contrarios apasionados, generando confusión, incertidumbre (consustancial al momento) y desconcierto en la población.
El exceso de ruido contrasta con la ausencia de voces autorizadas –de las administraciones sanitarias, sobre todo– explicando la situación, sus previsiones y la racionalidad de las medidas que van adoptando (o “desadoptando”).
No es un tema menor porque algunas de esas medidas son, como poco, controvertidas. Decisiones hay que tomar, pero también deben explicarse. Y el argumento de que se han adoptado por “unanimidad de las comunidades autónomas” no revela la racionalidad científica, técnica o social que condujo a esa “unanimidad”.