COVID-19
Coronavirus l ¿En qué se basa la combinación de dosis de distintas vacunas?
En esta pandemia, como en otras anteriores, la errática política informativa de las autoridades político-sanitarias afecta gravemente a la confianza de la población y provoca reacciones sustentadas en los fundamentos más variados.
En esta pandemia, a diferencia de las anteriores, el efecto multiplicador del flujo de información a través de las redes sociales contribuye a acrecentar la confusión de la comunidad. En última instancia, ello termina por anular su sentido de responsabilidad sobre sus propias acciones.
En un nuevo giro de esta tormenta informativa, se está discutiendo sobre la segunda dosis de vacunación con la formulación de AstraZeneca. Más concretamente, sobre dos puntos que trataremos aquí: la seguridad de usar una segunda vacuna de otra tecnología y la libertad de elección.
¿Sabemos si es seguro combinar dosis de diferentes vacunas?
La tecnología de la vacuna de AstraZeneca (VAZ) es similar a la que se ha usado de forma exitosa en el control de la epidemia de virus Ébola que tuvo lugar en 2019 en la República Democrática del Congo y en las vacunas producidas por Johnson & Johnson y la vacuna Sputnik.
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En un informe publicado el 18 de marzo de 2021, el comité de Evaluación de riesgos en Farmacovigilancia europeo concluyó que “no se considera que la administración de esta vacuna se asocie con un aumento del riesgo global de acontecimientos tromboembólicos en las personas vacunadas”.
Por otra parte, la pauta de vacunación publicada por el Consejo Interterritorial del sistema Nacional de Salud el 21 de mayo de 2021 establece una segunda dosis de la vacuna administrada entre 10 y 12 semanas después de la primera dosis. La pauta de vacunación, por tanto, no contempla la combinación de vacunas de diferentes tecnologías.
Antes de decidir si es una buena idea combinar esta vacuna con la de Pfizer, debemos distinguir dos aspectos diferentes a la hora de tomar decisiones sobre la segunda dosis. Por un lado, qué es lo razonablemente esperable y, por otro, qué es lo verificado estadísticamente.
A la hora de tomar decisiones individuales, combinamos ambos factores. A la hora de proponer o implantar procedimientos de actuación a toda la población, debemos considerar la evidencia experimental obtenida.
Es esperable que funcione la combinación de dos vacunas
Desde el punto de vista de lo razonablemente esperable, el uso de la vacuna de Pfizer como segunda dosis de la de AstraZeneca no debe conllevar efectos secundarios especiales. Además, debe conseguir un aumento y estabilización de la protección por la vacuna.
Esto es esperable porque la tecnología de Pfizer no produce efectos secundarios relevantes y porque la exposición natural al virus supone la exposición a todos los elementos biológicos que forman la vacuna de Pfizer.
Esto sucede porque las células de una persona vacunada que pudieran ser infectadas por un coronavirus producirían en su interior el ARN que forma parte de la vacuna de Pfizer.
Esto no supone ningún problema especial ya que, en caso contrario, la vacuna no protegería de una infección, sino que la exacerbaría. Por consiguiente, es razonable pensar que el uso de una segunda dosis de Pfizer puede ser efectivo para reactivar la protección.
Falta de estudios que combinen ambas vacunas
Sin embargo, desde el punto de vista de la evidencia experimental, el uso combinado plantea, al menos, dos cuestiones. Por un lado, la confirmación experimental de que lo que es esperable ocurre en la realidad.
La ciencia avanza contrastando las teorías mediante la experimentación y la observación. Proponer una política de aplicación comunitaria de una segunda dosis de Pfizer sin un estudio suficientemente sólido desde el punto de vista estadístico no sería lo más correcto.
En segundo lugar, las pautas de vacunación de Pfizer y de AstraZeneca son diferentes (21 y 84 días, respectivamente), por lo que la pauta combinada ha de ser determinada de forma adecuada para lograr un resultado óptimo.
En resumen, los parámetros de seguridad y de pauta deben estar claramente determinados para poder proponer una estrategia de vacunación a la población en su conjunto.
Libertad de decisión, primer paso
Llegados a este punto, entramos en el segundo aspecto a tratar en este artículo. Se plantea que no es razonable dejar que la población escoja qué vacuna aplicarse como segunda dosis. Se solicita que esta decisión esté establecida por las autoridades de la política sanitaria.
Es cierto que la vacunación es la mejor herramienta con la que contamos para controlar las enfermedades infecciosas a largo plazo. Sin embargo, es una medida agresiva que comporta inyectar a una persona un fármaco y, por consiguiente, su aplicación requiere la autorización de la persona vacunada.
Habida cuenta de los cambios de criterio sobre la segunda dosis por parte de la administración, creo que esta tiene que limitarse a explicar, lo más claramente que sea capaz de hacerlo, las alternativas de vacunación disponibles, tal y como se está haciendo hasta ahora.
Pero no imponer a personas a las que se les aplicó la primera dosis de AstraZeneca (sin posibilidad de elección de la vacuna por su parte) cuál debe ser su segunda dosis. El derecho de las personas que quieran seguir con la pauta de AstraZeneca por confiar en ella debe ser respetado, al igual que el de aquellas otras que prefieran usar la segunda de Pfizer.
Esperemos que la administración sanitaria cumpla el compromiso que adquirió conmigo al decidir por sus propios criterios que se me debía administrar una dosis de AstraZeneca y que, en consecuencia, se me administre la segunda dosis de esta misma vacuna cuando se cumpla el periodo establecido para ella.
Por: Antonio G. Pisabarro
Catedrático de Microbiología, Departamento de Ciencias de la Salud, Universidad Pública de Navarra
Artículo publicado originalmente en The Conversation