SALUD
El fin del coronavirus: así se lograría en Colombia
Pese al desarrollo de una vacuna contra la covid-19, probablemente a principios de 2021, y la virtual disminución de casos en los próximos meses, el futuro del mundo aún es incierto. En clave hipotética, un experto habla de los posibles escenarios para el fin de la pandemia.
En un escenario que todavía es ciencia ficción, las cosas salen bien. Al interior del sistema inmunológico, una vacuna desarrollada a partir de uno de los componentes del virus SARS-CoV-2 generará memoria inmunológica y el cuerpo humano aprenderá a responder al ataque de la enfermedad.
En el mundo, millones de personas habrán recibido dos dosis de la inyección y en Colombia el Gobierno adelantará una estrategia para aplicar el fármaco de manera prioritaria entre el personal de salud en primera línea y las poblaciones más vulnerables.
En un punto de esta historia de fantasía, se anunciaría que la covid-19 ya no afecta los pulmones y de a poco bajaría el número de casos positivos. La cifra no llegaría a cero, pero se reduciría considerablemente hasta estabilizarse.
En lugares cerrados, el uso del tapabocas y el distanciamiento físico seguirían siendo obligatorios y, por fuerza de la costumbre, la llamada nueva normalidad se volverá cotidiana.
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Este futuro es uno de los posibles escenarios de cómo terminará la pandemia de coronavirus, una hipótesis planteada por varios expertos que lo estudian a diario. Sin embargo, faltan todavía años de desarrollo científico para que llegue ese día.
El director del Centro de Educación sobre Vacunas y médico asistente en la División de Enfermedades Infecciosas del Hospital Infantil de Filadelfia, Paul Offit, cree que “se necesitarán dos cosas para controlar este virus: medidas higiénicas y una vacuna. Y no se puede tener lo uno sin lo otro”.
La vida, entonces, no volvería a la normalidad inmediatamente después de administrarse la inyección masivamente, como ha anunciado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Por el contrario, la vacuna no es una fórmula mágica, sino una parte esencial de un proceso que podría tardar años.
Para entender los pasos a seguir en el largo camino hacia el fin de la pandemia en nuestro país, SEMANA consultó a Pablo Patiño, inmunólogo de la Universidad de Antioquia, quien explicó que “tomará mucho tiempo para que tengamos un proceso de inmunización eficaz frente a la covid-19”, además de alertar sobre los riesgos de buscar una cura en tiempo récord.
¿Qué se necesitará para controlar el virus en un futuro?
"Yo creo que incluso una vacuna no sería la solución, no será lo que llaman bala de plata que va a acabar con una situación tan catastrófica como la que ha generado esta pandemia.
"Primero, porque apenas estamos aprendiendo muchas características del virus y de la infección misma, de lo que es la relación del virus con el ser humano. Hay cosas que todavía no conocemos en detalle, tanto desde el punto de vista biológico como de los efectos sociales que está produciendo.
"Entonces debe implicar diferentes aproximaciones y la vacuna puede ser una de ellas. Sin embargo, lo que parece venir con las diferentes vacunas que se están trabajando es que la protección que se espera será tan alta o tan duradera, luego no es la panacea, como en otras enfermedades.
"Por ejemplo, en el caso de la viruela, que se pudo erradicar gracias a la vacuna, o la poliomielitis, el sarampión, la rubéola, contra las que las vacunas son muy eficaces. Acá no habría una protección tan alta en cuanto al número de individuos que posiblemente no respondan y, segundo, la duración de esa protección posiblemente no va a ser muy extensa. Algunos calculan que puede ser uno o dos años.
"Eso nos obliga a consolidar otras estrategias, que puede ser utilizar otros tratamientos, identificar nuevas drogas o nuevos agentes biológicos que puedan ayudar a controlar la infección.
"Esto es lo que ha ocurrido con el sida, que hace ya casi 40 años estamos hablando de la posibilidad de una vacuna y no se ve cerca, pero en este momento la forma de controlar la infección producida por el VIH es con agentes antirretrovirales, con fármacos.
“Algo similar puede que se dé en esta situación. Combinar una vacuna, que pueda tener una cierta protección, con otros tratamientos”.
¿Qué más se podría hacer en esa etapa?
Esto nos obligará a asumir estrategias desde el punto de vista de salud pública que nos ayuden a controlar las infecciones y posiblemente la reinserción.
Por ejemplo, el distanciamiento social se va a mantener o a consolidar sobre todo en ciertos sitios. El uso de la mascarilla posiblemente va a ser una necesidad también en ciertas situaciones, quizás en los encuentros sociales y en ciertos sitios de las ciudades.
También debería haber un proceso educativo muy fuerte entre niños jóvenes para aprendernos a relacionar de una forma distinta.
Creo que hay que tratar de superar, por supuesto, esta pandemia de alguna manera, pero lo que es la nueva normalidad va a pasar finalmente por esas estrategias, insisto, más de lo que llamaríamos salud pública.
Así como en el pasado aprendimos a lavarnos las manos para evitar las infecciones que produce la enfermedad diarreica aguda o a distanciarnos para evitar, por ejemplo, la infección respiratoria aguda, eso va a pasar también con el coronavirus. Nos va a obligar a desarrollar otras estrategias de salud pública y de ahí la importancia de fortalecer el sistema de salud.
Esta no es la primera vez que la humanidad enfrenta una pandemia. ¿Cómo se han erradicado en el pasado otras enfermedades?
El ejemplo más clásico para el control de una enfermedad infecciosa severa como la viruela fue la vacunación, un proceso que se hizo extenso en el siglo XX, aunque para la vacuna de la viruela se desarrolló su primera aplicación a finales del siglo XVIII, pero solo hasta el siglo XX se pudo desarrollar de manera masiva un proceso de vacunación.
Pero cuando no hay vacunas, y ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, la posibilidad de controlar estos brotes epidémicos pasa fundamentalmente por el distanciamiento o el aislamiento de las personas infectadas.
Las famosas cuarentenas tuvieron origen en Italia, a principios de la modernidad, y fue la estrategia que pudo controlar de alguna manera esos esos brotes epidémicos.
Es una estrategia de salud pública y creo que esto nos obliga a darle mayor énfasis a ese tipo de posibilidades de estudios o de hacer investigaciones desde los temas de salud pública, lo que es atención primaria en salud para encontrar nuevas estrategias.
No solo la investigación a lo largo de lo que es la vacuna o el sistema inmune, sino también de ese punto.
Y hay un elemento que quisiera llamar la atención. Se ha puesto en evidencia que el principal grupo poblacional que tiene las principales complicaciones son las personas con comorbilidades, o sea los pacientes diabéticos, hipertensos, los obesos. Posiblemente, muchas de las complicaciones se evitarían si tuviéramos un control de esas enfermedades crónicas.
Significa que no es solo el control de la infección, sino también un adecuado manejo de esas otras condiciones de salud que afectan a nuestras poblaciones.
Ahora mismo hay mucha información contradictoria sobre cuándo podría volver a la normalidad el mundo. Donald Trump dice que sucederá cuando se aplique la vacuna, ¿qué tan cierto es eso?
Es muy poco probable que eso ocurra. Primero, el tema de la vacuna tiene muchas incertidumbres, a pesar de que hay muchos proyectos, un par de centenares de proyectos de desarrollo de vacunas. Posiblemente no todos van a ser exitosos, aunque ya hay varios en lo que se llama la fase tres.
No se sabe cuál va a ser el porcentaje de protección y menos la extensión de esa protección. El cálculo es una incertidumbre grande.
Pero hay un factor adicional y son los efectos colaterales de esas vacunas. Ese es el gran problema con acelerar estos estudios, como se ha hecho en el momento con la fase tres, porque todas las vacunas tienen riesgos y mientras no se evidencian claramente esos riesgos, una aplicación masiva de una vacuna va a implicar que muchas personas, posiblemente, sufran algunas secuelas.
Eso es algo que se puede esperar dentro de cualquier proceso biológico, pero lo que normalmente sucede es que las secuelas de la aplicación de una vacuna son mucho menores que las secuelas de la infección nativa o lo que llamamos infección salvaje.
Y hay otra condición que nos va a limitar esa añorada normalidad, es la aplicación masiva. Así tuviéramos una vacuna muy eficaz y muy segura, la posibilidad de producir miles de millones de dosis va a tomar un tiempo y, después, toda la logística para llegar a toda la población mundial va a tomar no meses, sino años.
Eso va a imponer una serie de condiciones difíciles para asegurar que se va a lograr de nuevo la normalidad, como la entendíamos antes. Es claro que sí vamos a llegar a una situación distinta, pero va a ser una normalidad totalmente diferente a la que vivimos antes.
En el mejor de los escenarios, ¿cuánto tardaría el proceso para demostrar que la vacuna funciona?
Normalmente, la fase 3, en la que están varios procesos de desarrollo y la anterior a la aplicación masiva, implica que se les aplica a miles de personas, entre 30.000 y 40.000 personas en algunos de estos estudios, para ver la protección.
En condiciones normales, las vacunas toman de 36 a 72 meses, o sea, de tres a seis años para evaluar esta fase, porque en esta fase solo se puede demostrar su eficacia esperando a que esos miles de personas que reciben la vacuna se expongan naturalmente a la infección.
Hay que esperar que eso ocurra naturalmente. Desde el punto de vista ético no se puede exponer a estas personas a una infección intencional.
Además, hay que conocer el tiempo de protección. Una protección no se mide en meses, se mide en años y hay vacunas como la del sarampión o la rubéola, que con una o dos dosis en los niños quedan protegidos de por vida, pero otras, como la vacuna para ciertas meningitis o la hepatitis B, requieren vacunaciones periódicas debido a que no dejan una alta protección, pero eso se sabe solo después de varios años de desarrollo de la vacuna y por la forma como se ha acelerado el proceso. Aquí no vamos a tener esa oportunidad.
Entonces, posiblemente se va a empezar a aplicar una vacuna que no se sabe cuánto tiempo va a proteger.
Si se asume lo que parece va a suceder, se puede empezar a aplicar a mediados del próximo año. Apenas habrá un año largo de estudios sobre la protección, lo cual no es suficiente para saber si esa vacuna va a dejar lo que se llama una memoria inmunológica.
Vamos a estar caminando en una situación de mucha incertidumbre. Hay personas que pueden estar vacunadas y estarán tranquilas, pero puede ser que esa protección de la vacuna solo dure un año, 18 meses o máximo dos años, pero puede que eso no se sepa sino hasta dentro de varios años.
¿Qué pasará cuando lleguemos a la etapa de aplicación de dosis masivas?
Los estudios que se están haciendo actualmente parten de la aplicación de dos dosis de la vacuna, los que están en fase 3. Supongamos que se acuerda por resultados de estos estudios que con dos es suficiente, entonces primero habrá que tomar una decisión por parte del Gobierno de qué vacunas se van a adquirir.
Ahí entran en juego, por supuesto, los resultados relacionados con la eficacia en la protección, los efectos colaterales y también el costo, porque hay vacunas que se calcula van a tener unos costos muy elevados, que solamente podrán cubrir, o ciertos países o ciertos estratos socioeconómicos, y ahí tenemos una primera dificultad.
¿Pero cuál sería la población inicial para aplicar esa vacuna? En el caso de Colombia, si somos 46, 47 millones de personas, requeriríamos 70 o 95 millones de dosis y eso no se logra de un día para otro, más cuando nosotros no tenemos la capacidad de producirla, sino que la tenemos que adquirir.
El país va a tener que tomar una decisión de cuántas dosis comprar y a quién le va a aplicar estas dosis. Se ha hablado hasta el momento de que los trabajadores de la salud, sobre todo los que están en primera línea, serían uno de los grupos a recibir la vacuna y posiblemente los grupos poblacionales con mayores riesgos por sus comorbilidades.
Pero ahí entra otra incertidumbre, la vacuna se está probando en un grupo de personas jóvenes saludables y no se sabe qué puede suceder con la vacuna en otro grupo poblacional. Puede que se les aplique a estas personas, pero puede que tengan complicaciones o que la protección no sea la esperada.
Una tercera condición sería la logística de la aplicación. Se requiere todo un sistema de salud que permita llevar la vacuna en adecuadas condiciones a todas las regiones del país donde estén los grupos poblacionales a los cuales se les va a aplicar. Eso también tendrá un costo importante.
Hay muchas preguntas por responder frente a ese proceso, aun teniendo una vacuna con la que tuviéramos certeza de una buena respuesta y pocas complicaciones.
Yo diría que tomará varios años para que en el país tengamos un proceso de inmunización eficaz frente a la covid-19.