COVID-19

Estudio da cuenta de los efectos mentales del aislamiento por coronavirus

La soledad se ha relacionado con una serie de problemas cognitivos, como la fatiga, el estrés y los problemas de concentración.

7 de abril de 2021
El año que cambió.
La gente se para en sus balcones durante un encierro a nivel nacional para contrarrestar el coronavirus en Barcelona, España, el 29 de marzo de 2020. Foto: AP / Emilio Morenatti. | Foto: AP

Muchos de nosotros esperamos que los próximos meses transcurran con relativa libertad, con hitos en el camino que nos darán más oportunidades de ver a nuestros amigos y familiares. Pero en esas reuniones arrastraremos los efectos de meses de aislamiento, incluida la sensación de que habrá que desempolvar nuestras habilidades sociales y agudizar nuestro ingenio.

Los efectos mentales del aislamiento han sido profundos. Se ha demostrado que el aislamiento social hace que la salud mental de las personas se deteriore incluso si no tienen antecedentes de problemas psicológicos. Además de este deterioro del estado de ánimo, la soledad se ha relacionado con una serie de problemas cognitivos, como la fatiga, el estrés y los problemas de concentración.

En nuestro reciente estudio en el Reino Unido, nos propusimos entender cómo se recuperaban las personas del período de aislamiento social del año pasado, haciendo un seguimiento de su función cognitiva mientras se pasaba de un confinamiento total a una reducción de las restricciones sociales a mediados de 2020.

Lo más positivo del estudio es que descubrimos que las personas se recuperaban rápidamente de los problemas cognitivos cuando se les daba la oportunidad de quitarse las telarañas socializando de nuevo.

Aislamiento masivo

Los confinamientos han dado a los psicólogos una oportunidad única para estudiar los efectos del aislamiento social en la población general. Normalmente, estos efectos sólo se estudian en adultos mayores o en grupos muy especiales de personas, como astronautas, excursionistas del desierto o exploradores polares. Pero desde hace más de un año, personas normales y corrientes de todas las edades están experimentando períodos prolongados con un contacto social mínimo.

| Foto: AP. Luca Bruno.

Sabemos que los seres humanos obtienen muchos beneficios de la socialización. Desde la prevención de la demencia y la mejora de la memoria hasta la mejora de la concentración y la capacidad de pensar con claridad. Cuando nuestra vida social se redujo hace ya más de un año, también perdimos estos beneficios cognitivos.

Para investigar lo que ocurre cuando vuelven estos beneficios, encuestamos a cientos de adultos escoceses entre mayo y julio de 2020, un periodo en el que las estrictas restricciones de la vida social se suavizaron gradualmente. Era el momento perfecto para observar cómo los beneficios de la socialización podrían cambiar la forma de pensar y sentir de las personas.

Como era de esperar, descubrimos que el estado de ánimo de las personas estaba bajo mínimos cuando nos acercamos a ellas por primera vez el pasado mayo. Los que más se protegían o vivían solos eran los que más sufrían y sólo empezaron a sentirse mejor cuando se suavizaron las últimas restricciones hacia el final de nuestro periodo de encuesta, en julio. Pero nuestro estudio estaba más interesado en otros indicadores psicológicos: los que mostrarían si las capacidades cognitivas de las personas mejoraban cuando tenían más oportunidades de socializar.

Recuperación psicológica

Para medirlo, pedimos a los participantes de nuestra encuesta que completaran una serie de pruebas on line para evaluar los cambios en su atención, su capacidad de aprendizaje, su memoria de trabajo e incluso su percepción del tiempo.

La atención, la capacidad de aprendizaje y la memoria de trabajo son esenciales para las tareas que podemos realizar en el trabajo o mientras estudiamos. Son indicadores de lo bien que recordamos las cosas que hemos aprendido, de cuánto tiempo podemos concentrarnos en una tarea y de cuántas tareas podemos hacer al mismo tiempo.

Todos estos indicadores mejoraron rápidamente a medida que se reducían las restricciones del confinamiento, con claras mejoras semana a semana cada vez que volvíamos a ver a los participantes en el estudio para obtener más datos.

Las calles de Londres estaban desiertas durante el confinamiento. Reino Unido comienza ahora a relajar las medidas restrictivas.
Las calles de Londres estaban desiertas durante el confinamiento. Reino Unido comienza ahora a relajar las medidas restrictivas. | Foto: PA Media-BBC Mundo

Todos experimentamos diversos grados de soledad y aislamiento, por lo que no es de extrañar que se nos agoten los beneficios que puede aportar la socialización. Nuestros hallazgos ofrecen pruebas concretas de que el encierro nos hace a todos un poco más distraídos, lentos y fatigados, problemas cognitivos que pueden estar afectando a nuestro rendimiento en el trabajo y a nuestras interacciones sociales fuera de él.

Pero la rapidez con la que vimos que la función cognitiva mejoraba una vez que la gente empezaba a socializar de nuevo el pasado verano demuestra que hay esperanza. A medida que los días se alargan, el tiempo mejora y la sociedad vuelve a abrirse, nuestro estudio sugiere que el renovado contacto social revertirá rápida y completamente cualquier deterioro cognitivo que hayamos experimentado durante el último confinamiento.

Nuestros hallazgos van más allá de las circunstancias únicas provocadas por la pandemia. Aunque no se puede negar que los seres humanos son criaturas sociales, los psicólogos están empezando a reconocer hasta qué punto la interacción social forma parte de todos los aspectos de nuestro bienestar y nuestra capacidad mental, y cómo el aislamiento, ya sea en el caso de las personas mayores o de las que tienen una vocación extrema, puede afectar a nuestra salud mental y a nuestras capacidades en muchos aspectos.

Por:

Dr Christopher Hand

Lecturer, Psychology, Glasgow Caledonian University

Greg Maciejewski

Lecturer in Psychology, University of the West of Scotland

Joanne Ingram

Lecturer in Psychology, University of the West of Scotland

Artículo publicado originalmente en The Conversation

The Conversation

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