COVID-19

¿Mejoró o empeoró la vida sexual de las personas durante la pandemia?

Mientras en los dos últimos años muchas personas han visto cómo su vida sexual se deterioraba, también son muchas las que aseguran que sus relaciones íntimas han mejorado considerablemente como consecuencia de la pandemia.

27 de abril de 2022
Imagen de referencia del tapabocas y una relación de pareja
Imagen de referencia del tapabocas y una relación de pareja | Foto: Getty Images/iStockphoto

Sexo o no sexo, esa era la cuestión. La pandemia nos dejó unas cosas y nos quitó otras. Lo cambió prácticamente todo, y el sexo y la intimidad no quedaron fuera de esta realidad. Sin embargo, el efecto no ha sido el mismo para todos. Mientras que durante los dos últimos años algunas personas han visto cómo su vida sexual se deterioraba, las relaciones íntimas de otras han mejorado considerablemente. Una reciente revisión demuestra precisamente estas tendencias.

El efecto sobre la función sexual

La función sexual engloba los procesos y respuestas sexuales de deseo, excitación, orgasmo y satisfacción con la relación, así como el dolor y la erección. Partiendo de esta definición, varios estudios han identificado una disminución reciente en la valoración de la función sexual de parte de hombres y mujeres en comparación con antes de la pandemia.

No obstante, no faltan investigaciones que concluyen que, para una parte de la población, la función sexual ha permanecido igual, o incluso ha mejorado. Aunque reconocen que estos casos son menos frecuentes.

El efecto sobre los comportamientos sexuales

Existe una gran variabilidad en cuanto a cómo la pandemia y el distanciamiento social han influido en los comportamientos sexuales de las personas. Uno de los hallazgos más consistentes es que aproximadamente 2/3 de las personas han tenido menos relaciones sexuales que antes de la pandemia. El tercio restante tuvo más sexo, no se vio afectado o varió su repertorio.

Mientras que las relaciones sexuales en pareja se resintieron más, la masturbación aumentó significativamente. Por otro lado, aunque la pandemia le ha salido cara a nuestra salud mental y física, se ha demostrado que una intimidad más activa funcionó como factor protector frente a la ansiedad y la depresión.

El miedo puede aumentar el deseo de intimidad

Aunque los resultados expuestos parecen más que previsibles, entender las razones por las que han ocurrido no deja de resultar interesante. Los expertos manejan dos hipótesis principales: una procedente de la teoría del manejo del terror y otra relacionada con el modelo de control dual de la respuesta sexual.

Ernest Becker desarrolló la teoría del manejo de terror para entender por qué los humanos se esfuerzan por mejorar su autoestima como defensa contra la ansiedad relacionada con la muerte. Así, eventos que amenazan la vida desencadenarían una cantidad significativa de estrés y ansiedad, llevando a un fuerte deseo de intimidad y cercanía. Esto explica por qué el deseo y los comportamientos sexuales aumentaron en unos y disminuyeron en otros.

Por su parte, el modelo de control dual distingue entre personas que ante la estimulación tienden a la excitación y aquellas que en la misma situación se inhiben. Así, mientras que la pandemia obstaculizó el deseo y la excitación sexual de algunos, a otros les dio la chispa necesaria para aumentar su libido.

¿La covid-19 se transmite sexualmente?

Aunque a estas alturas los datos aún no son concluyentes, existen algunos informes que descartan la presencia del virus en secreciones gonadales. No obstante, también los hay que detectan su presencia en el semen, las secreciones vaginales, la orina y las heces, si bien en bajas proporciones. De esto se deduce que, aunque su transmisión sexual parece baja e infrecuente, no se puede descartar que podamos transmitir y contraer covid-19 sexualmente.

Dicho esto, tanto si la pandemia le ha llevado a aumentar como a disminuir su actividad sexual, su intimidad es un concepto dinámico y complejo que se ve fácilmente influenciado por las circunstancias. Dar vuelta la página y recuperar el control es, sobre todo, cuestión de voluntad, comunicación abierta y actitud positiva.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en The Conversation.

Gonzalo R. Quintana Zunino

PhD, Behavioural Neuroscience, Concordia University.

The Conversation