Estados Unidos acusa que campaña de desinformación rusa busca quitar confianza en vacuna de Pfizer y otras farmacéuticas
Vacunas en el mundo | Foto: AP

Coronavirus

¿Por qué la vacuna anticovid tardó menos que la de otras enfermedades?

La vacuna contra el coronavirus es uno de los mayores logros de la humanidad. ¿Por qué no se tiene el mismo resultado aquellas enfermedades que aún no tienen cura?

13 de marzo de 2021

La vacuna contra la covid-19 se desarrolló en tiempo récord, es un caso histórico. Fue un asunto de varias farmacéuticas que hicieron su trabajo y ahora los gobiernos tienen un portafolio de vacunas para escoger. Pero más allá de este avance aun hay muchas inquietudes entre la población. Entre ellas está la cuestión del tiempo que tarda un laboratorio en encontrar la cura para algunas enfermedades, y la razón por la que aun no se tiene una para afecciones como el VIH, la Malaria, el Zika, o el Dengue.

El medicamento contra la covid-19 fue desarrollado en un lapso de tiempo sin precedentes en la historia. La vacuna desarrollada por Pfizer y BioNtech pasó del concepto a la realidad en solo 10 meses. La Sputnik V se aprobó en agosto y empezó a administrarse en diciembre en la capital. Mientras que la vacuna contra el ébola tardó 43 años, la de la varicela 42, la polio 47 y para la hepatitis B 16 años.

El factor de aprobación de una vacuna desde el periodo de identificación del agente causal, hasta su validación puede depender de varios factores que giran entorno a la inversión económica, el avance tecnológico, y la amenaza que este representa a nivel global.

Lo cierto con la pandemia del coronavirus es que todo el mundo estaba dispuesto a hacer lo humanamente posible para encontrar la cura y frenar los decesos. Un punto a su favor fue que ya se tenía una base de investigaciones previas y la disposición de la comunidad internacional para compartir avances y realizar pruebas.

Millones de dólares se han invertido en el estudio y desarrollo de la vacuna, y en tiempo récord se logró un gran avance. “Ha sido asombroso lo que hemos visto este año. El desarrollo de vacunas en el laboratorio era un proceso que tomaba normalmente bastantes meses, incluso años”, afirma Javier Jaimes, experto en microbiología.

Cada vacuna, para cada patógeno o agente viral, tiene que pasar por un riguroso proceso establecido por la comunidad científica internacional de la mano de la Organización Mundial de la Salud. El desarrollo típico de una vacuna es así: El primer año se hace un análisis preclínico, y los síntomas y consecuencias en un grupo reducido de personas; entre el segundo y tercer año se hace una prueba en cientos de persona para ver los efectos; luego, entre el año tres y cinco, se pasa a hacer pruebas masivas a miles de personas, y una vez finalizado puede tener un plazo de cinco años para ser aprobada y empezar su producción. De hecho, muchas de las propuestas de vacunas anticovid, realizadas en menos de un año, aún están en la fase 3 y corren el riesgo de ser desechadas.

La rapidez de producción de la vacuna ha hecho que las personas desconfíen. Esto los lleva a no querer aplicársela por temor a posibles efectos secundarios, o ineficacia. Incluso, por su avance tecnológico, ha sido presa de teorías conspirativas. Pero, “el hecho de que la vacuna haya salido rápido no quiere decir que no la hayan probado lo suficientemente bien. No. La vacuna es segura, eso lo sabemos, es segura. No está tratando de poner chips, ni absolutamente nada de eso”, dice Jaimes.

Por otra parte, según expertos, el desarrollo de una vacuna por parte de las farmacéuticas es costoso y su inversión puede llegar a no ser rentable, como pasa con el VIH. Este es un virus complejo que no ha permitido que los científicos sepan cómo crear una inmunidad. Pero, en parte, no hay mucha presión en realizar una vacuna porque las empresas tienen productos que controlan el problema y que se comercializan muy bien, como los retrovirales, por ejemplo. El punto es que los países que más necesitan vacunas no tienen los recursos para desarrollarlas y producirlas. Por eso muchas enfermedades no tienen prioridad aunque la capacidad científica y tecnológica ya esté.

El papel de la tecnología

Otro aspecto por el que las farmacéuticas desarrollaron en tiempo récord la vacuna del coronavirus se debe a los avances tecnológicos del último siglo. Hoy en día, hoy existen muchas técnicas de cultivo de bacterias en el laboratorio. Así como la modificación genética de los virus.

De hecho, los avances tecnológicos permitieron que laboratorios hicieran posible la vacuna contra el sarampión, la rubeola, la poliomielitis y la viruela en la década de 1950. Ahora es más rápido y los equipos más precisos. Recientemente se hicieron descubrimientos en biología molecular y química que propiciaron los métodos para hacer vacunas contra la hepatitis B, la gripe, la meningitis y la neumonía.

Con respecto a la covid-19, la tecnología permitió desarrollar de muchas formas una vacuna. Una es tomar el virus, debilitarlo o inactivarlo en un laboratorio y replicarlo para inyectarlo, este método es usado en las dosis de Sinovac. Otra forma es el conocido “virus efectivo”, se inyecta un virus menos dañino, como un resfriado, que es modificado genéticamente con pedazos del virus mortal, y el organismo se defiende ante lo que supone ser una simple gripe, pero en realidad genera defensas contra el agente patógeno; esta forma es usada en los laboratorios de Oxford, AstraZeneca, Janssen y Sputnik V.

Por último, las desarrolladas por el famoso ARN mensajero. Estas son curas que utilizan una molécula intermediaria, que es el ARN mensajero, para enviar información genética del virus para generar, al igual que las otras, una respuesta inmunológica. Esta tecnología es usada en las dosis de Pfizer, Moderna y BioNTech.