COVID-19
¿Nos protegen los tapabocas de la contaminación atmosférica?
El uso generalizado de mascarillas durante la pandemia de covid-19 ha propiciado un debate colateral.
Nos preguntamos si sirven también para evitar los efectos de otros problemas de salud en la población, como las otras enfermedades de trasmisión aérea o la contaminación atmosférica.
Es cierto que las restricciones del contacto social y el uso obligatorio de la mascarilla durante la pandemia han tenido, entre otros efectos secundarios, una disminución de los casos de gripe estacional y de bronquiolitis en los niños en 2020 y 2021. Pero este tipo de efectos colaterales, aunque beneficiosos, no pueden servir de argumento para proponer el uso generalizado y permanente de las mascarillas en nuestra vida cotidiana.
La covid-19 es una enfermedad transmisible en la que, al igual que ocurre en algunas obras de teatro, hay tres actores principales: un agente (coronavirus), uno o varios mecanismos de transmisión (aéreo, principalmente en este caso) y un sujeto sano susceptible (la población que se va a infectar).
Así, al igual que en las grandes obras maestras de teatro, hay también otros actores secundarios que inclinan la balanza hacia el éxito o al fracaso de la obra. Los actores secundarios, que son particularmente relevantes en el caso de la pandemia de covid-19, son un grupo de condiciones de tipo económico, social, político, cultural y medioambiental.
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Por ejemplo, las condiciones meteorológicas que determinan en gran parte la vida social de la población. Estas fomentan en invierno las reuniones en lugares cerrados y en verano los encuentros al aire libre.
Lo que sabemos sobre la transmisión del coronavirus
El coronavirus puede permanecer viable e infeccioso durante unas pocas horas en gotas de aerosoles. También puede persistir durante algo más de tiempo en superficies, dependiendo de la naturaleza y composición de esas superficies.
Pero la presencia del virus en las gotas de un aerosol, aun siendo una condición necesaria, no es condición suficiente para que exista una transmisión efectiva y esta sea seguida por la infección de un sujeto.
Se necesita una cantidad mínima de virus por unidad de volumen aéreo y esa cantidad debe llegar, además, a una puerta de entrada adecuada en el sujeto (lo que denominamos “dosis mínima infectante” y “puerta de entrada adecuada”).
Por eso, cada día entramos en contacto con numerosos agentes de enfermedad transmisible pero, raramente, nos infectamos. No hay que confundir la “física de las partículas” con el “proceso de infección”.
Este ha sido un factor de confusión presente en los medios y también entre los escritos y opiniones de profesionales no relacionados con la Epidemiología. Por ejemplo, personas expertas en Física que han hablado y escrito sobre el covid-19 durante la pandemia, confundiendo la parte (presencia de un virus como partícula en el medioambiente) con el todo (el “proceso de infección” como resultado de varios elementos).
Si se confunde la parte (partícula aérea) con el todo (proceso de infección) es fácil llegar a la conclusión de que podemos resolver el “todo” con una mascarilla que filtre partículas. Pero no funciona así.
Peligros del uso permanente de la mascarilla
Durante todo este año de pandemia la mascarilla nos ha ayudado, sin duda, a esconder nuestras mucosas respiratorias de la posible trasmisión desde una fuente aérea del virus. Y como no podía ser de otra manera, también ha ayudado a evitar la trasmisión de otras enfermedades transmisibles.
Pero el uso indiscriminado, mantenido y no adecuado de mascarillas no está exento de contraindicaciones, tanto físicas como psicológicas y sociales. En España, se ha legislado su uso permanente.
Es cierto que las mascarillas deben usarse para prevenir el covid-19 en espacios cerrados (oficinas, tiendas, bares, ascensores, medios de transporte, etc.) mientras dure la situación pandémica. También en aquellos espacios abiertos en los que no sea posible mantener una distancia de seguridad suficiente o en donde ocurran aglomeraciones de personas.
Sin embargo, no tiene ningún sentido usarlas en espacios al aire libre o en lugares abiertos donde se pueda mantener la distancia o donde no haya personas cerca.
Como cualquier otro medio de protección, las mascarillas tienen unas indicaciones específicas de uso. Es bueno recordar que el equilibrio entre las ventajas y los perjuicios de su uso depende precisamente de que se establezca un uso basado exclusivamente en la evidencia de resultados y no en creencias.
¿La mascarilla nos protege de la contaminación atmosférica?
El uso de la mascarilla como elemento de control de los efectos de la contaminación atmosférica no está justificado salvo cuando se trata de entornos laborales específicos.
En estos lugares suele haber contaminantes muy específicos y que precisan tipos profesionales de mascarilla (con sistemas de filtro sofisticados) que en absoluto se parecen a las que se han usado durante la pandemia de covid-19. Por tanto, no son ni mucho menos una solución a los efectos perjudiciales en la salud de la contaminación atmosférica.
De hecho, parece que los efectos positivos sobre la salud relacionados con la contaminación durante la pandemia de covid-19 no se han debido al uso de mascarillas, sino a la reducción de la contaminación ambiental por las disminuciones de la actividad de transporte y de la actividad industrial y comercial.
Además, no olvidemos que las mascarillas usadas de manera generalizada y sin indicación específica pueden constituir un enorme problema de recogida separada de residuos y reciclaje.
Contaminación y coronavirus
Otra gran pandemia, la contaminación atmosférica, está además siendo objeto de estudio por la comunidad científica para valorar la posible relación entre contaminación del aire y la incidencia y propagación del SARS-CoV-2.
Recordemos que dos de los principales problemas ambientales del planeta, el cambio climático y la contaminación del aire, tienen correlación entre sí y ambos conllevan una solución común: la implantación de un modelo energético más sostenible.
La contaminación atmosférica no solo destruye la salud de la población sino también la del planeta. La única solución admisible para evitar las enfermedades provocadas por la contaminación atmosférica es lograr que las ciudades estén libres de humo y contaminantes.
En definitiva, las mascarillas son uno más de los elementos usados para frenar los contagios mientras dure la pandemia de covid-19. Pero es fundamental seguir las recomendaciones basadas en la evidencia científica, así como recordar que una mascarilla a nivel individual no sirve ni resuelve, en absoluto, los problemas de salud derivados de la contaminación atmosférica.
Por:
Adonina Tardón
Catedrática y Directora del Área de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Oviedo
Pedro Arcos González
Profesor de Epidemiología. Departamento de Medicina (UIED). Facultad de Medicina., Universidad de Oviedo
Artículo publicado originalmente en The Conversation