Coronavirus
¿Qué tan seguro para la salud es el uso diario de tapabocas?
El uso de estos implementos se convirtió en una obligación en muchos países del mundo para evitar el contagio del virus de la covid-19.
Con la llegada de la pandemia del virus de la covid-19, llegó el tapabocas, una herramienta cuyo uso comenzó a ser implementado por los gobiernos de los diferentes países del mundo para evitar la propagación de esta enfermedad que ya deja más de 3,93 millones de muertes en todo el mundo. Sin embargo, la implementación en el uso de estos accesorios no ha sido fácil. En un comienzo fue por la falta de abastecimiento y, en segundo lugar, por el desconocimiento que hay sobre ellos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció que “llevar una mascarilla médica era una de las medidas de prevención que podía limitar la propagación de ciertas enfermedades virales respiratorias, incluida la covid-19”.
Según los cálculos del organismo, serían necesarias 89 millones de unidades de tapabocas para usos médicos cada mes en todo el mundo, así como 129.000 millones de estos implementos para el público en general. Las preguntas más frecuentes son acerca del tipo de tapabocas que hay, los que se deben utilizar, por cuánto tiempo, si hay manera de reutilizarlos y cómo, entre otras. Pero a muchas de estas preguntas no se les ha dado una respuesta clara, lo que genera confusión entre los ciudadanos.
Otra de las dudas que surge es respecto a los efectos que estas pueden tener en la salud de las personas.
Lo más leído
Sobre este tema son muy escasos los estudios que evalúan los potenciales riesgos para las personas si se utilizan por mucho tiempo. Así las cosas, uno de los síntomas más comunes es el denominado maskacné, que hace referencia a la aparición de acné en la cara luego del uso prolongado de estos implementos, pues los poros se taponan con la humedad y el vapor que se producen con el sudor y al hablar. Varios dermatólogos se han referido a este tema y en marzo se publicó un anuncio de investigación en la revista Journal of the American Academy, en donde se señalaba que al menos el 83 % de los trabajadores sanitarios en Hubei, China, tenían problemas dermatológicos en el rostro derivados del uso de mascarillas, según citó BBC Mundo.
De igual manera, en diciembre del año pasado la OMS desaconsejó el uso de mascarillas para la práctica de deportes de alto rendimiento, pues con el sudor se podía hacer difícil la respiración.
En línea con esto, se conoció que en Canadá y España fue sacado del mercado un tipo de tapabocas que contenía grafeno, pues se cree que puede causar daños en los pulmones por la inhalación de nanopartículas de dicho material.
Mientras que un estudio del portal The Conversation sobre los niveles de plastificantes en los distintos tipos de cubrebocas, dice que las mascarillas faciales se producen a partir de polímeros como polipropileno, poliestireno, polietileno y poliéster, los cuales tienen como base una una serie de compuestos químicos, como plastificantes y retardantes de llama.
Por ejemplo, en los tapabocas de referencia KN95, FFP2, FFP3 y reutilizables de tela se detectaron plastificantes organofosforados, con niveles desde 0,02 hasta 27,7 microgramos por mascarilla, siendo las quirúrgicas las que menos tenían y los KN95 los que más.
Con base en lo anterior, se llevaron a cabo ensayos de inhalación para saber la cantidad de materiales que sueltan estos artefactos y pueden ser inhalados por el usuario.
En conclusión, cerca de un 10 % de los plastificantes presentes en cada mascarilla eran inhalados durante su uso, excepto en los tapabocas de tela que son reutilizables, en las que no se presentó desprendimiento de estos materiales, lo que permitiría determinar que el impacto de estos químicos en este tipo de mascarillas es nulo.
De igual manera, siendo liberado un 10 % de los compuestos, la cantidad inhalada se sitúa muy por debajo del umbral de riesgo para estos compuestos.