CORONAVIRUS
Un colombiano dirige las pruebas de una esperanzadora vacuna contra la covid-19
SEMANA habló con Ricardo Palacios, médico de la Universidad Nacional y director del área de investigación clínica del Instituto Butantan, en Brasil. En sus manos está la tercera fase de pruebas de la vacuna que desarrolló el laboratorio chino Sinovac.
El pasado 21 de julio, en el Hospital das Clínicas de São Paulo, en Brasil, un grupo de médicos, enfermeros e intensivistas recibieron la primera dosis de una vacuna contra la covid-19. La primera en la fila fue una médica de 27 años que hace parte de la línea que atiende todos los días oleadas de pacientes afectados por el nuevo coronavirus. Las imágenes que aparecieron en los noticieros mostraron cajas de cartón con las 20.000 dosis de la vacuna CoronaVac, un desarrollo del laboratorio chino Sinovac Life Sciences que superó las primeras pruebas de viabilidad y de seguridad –por las que tienen que pasar todas las vacunas– durante los primeros meses del año en Wuhan.
Detrás de toda esa operación está Ricardo Palacios Gómez, un médico colombiano de la Universidad Nacional que hoy dirige el Centro de Ensayos Clínicos del Instituto Butantan, una entidad pública del Estado de São Paulo que es uno de los mayores fabricantes de vacunas de todo Brasil.
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“Nunca habíamos trabajado tan rápido”, le explicó Palacios a SEMANA. “Conseguimos cosas que son increíbles en un periodo tan corto. Hay que reconocer la colaboración de todo el mundo, tanto en la institución como en las agencias de regulación, en los comités de ética y en los propios colegas de Sinovac, en China. De mayo a hoy prácticamente no he dormido, como son once horas de diferencia horaria con China a veces mandamos cosas y decimos ‘no van a responder, están dormidos’, pero ellos responden. Y ellos deben pensar lo mismo, porque a veces respondemos en medio de la noche”.
¿Cómo se hace la vacuna?
Hay muchas estrategias para hacer vacunas contra virus como el covid-19. La vacuna CoronaVac contiene el virus inactivo y básicamente busca introducir al cuerpo una versión destruída del virus, que no es peligrosa porque previamente se inactiva a través de procesos químicos o físicos, como la luz ultravioleta, para que las células lo reconozcan y generen anticuerpos efectivos cuando se vean sometidas al virus real.
“Para hacer la vacuna primero se cultiva el virus y luego se inactiva por medios químicos”, explica Palacios. “Es una tecnología segura y muy conocida que también se usa para vacunas como la de la influenza y la de la rabia. Además, a esta vacuna en específico se le añade hidróxido de aluminio, un componente seguro que es reconocido por estimular la presencia de anticuerpos.”
El Instituto Butantan tenía ya una relación previa con el laboratorio chino y era natural que, en medio de una emergencia como la que causó la covid-19, comenzaran a surgir estrategias de colaboración. En mayo Palacios entró a ser protagonista de la historia debido a un acuerdo donde los brasileros se comprometieron a realizar el desarrollo clínico de la vacuna.
La tercera fase
El reto de Palacios es simple: deberá coordinar la prueba de la vacuna en cerca de 9.000 personas, todas profesionales de la salud de distintas edades que trabajan directamente con pacientes afectados por la covid-19. “Ellos tienen mayor riesgo de infección”, explica Palacios. “Vimos muchos compañeros que sin tener condiciones médicas de riesgo se han enfermado e incluso han muerto. Son un grupo prioritario para entregar la vacuna cuando esté aprobada y este es uno de los argumentos éticos para que hagan parte de los grupos de prueba”.
Las pruebas se realizarán en 12 centros de investigación del Instituto Butantan, que coordina palacios. La mitad de las personas que participan en el estudio recibirán la vacuna real y la otra mitad recibirá una sustancia placebo. El siguiente paso, para Palacios, será coordinar el seguimiento de cada una de esas personas. Según el documento que describe los detalles de la prueba clínica, que está publicado por la Organización Mundial de la Salud, los voluntarios recibirán llamadas telefónicas y visitas por parte de los investigadores, quienes tienen la misión de identificar efectos adversos de la vacuna o cualquier síntoma de covid-19. Eso, junto con pruebas de laboratorio que esperan demostrar la creación de anticuerpos, servirá para realizar una evaluación de eficacia.
Palacios es optimista. “Fue muy interesante afinar los procesos y ver esta inclusión de participantes después de tantas horas de videoconferencias y de horas de sueño perdidas”, dice. Aunque el estudio completo dura más o menos un año, podría haber resultados preliminares antes de que finalice el 2020 y, además, las fábricas de su instituto ya se están preparando para el proceso de producción de la vacuna. “Parte del acuerdo que hicimos es que si los resultados son favorables en los estudios clínicos, Sinovac está produciendo dosis para los grupos prioritarios acá en Brasil, pero al mismo tiempo estamos preparando nuestras plantas de producción para tener transferencia de tecnología y tener producción local; vamos a seguir diferentes pasos y el proceso completo nos puede tomar más o menos un año”.
La importancia estratégica de la ciencia
Para Palacios, la emergencia de la covid-19 logró demostrar el estado de la investigación de ciencia y tecnología en América Latina. “La covid fue un catalizador de procesos. Algunas cosas que eran difíciles están ocurriendo muy rápido, pero en cada país todo ocurre con base en los procesos anteriores”. Para este caso, Sinovac, por ejemplo, comenzó a intentar las pruebas de fase III en países como Turquía, Chile, Indonesia y Bangladesh, pero solo en Brasil los procesos se dieron lo suficientemente rápido.
¿Por qué? Palacios explica que las condiciones estaban dadas. Brasil ya tenía una buena conexión entre agentes reguladores, comités de ética clínica e institutos de investigación, lo cual lo convertía en un lugar propicio para realizar este tipo de procesos en tiempo récord.
Además de las pruebas de la vacuna de Sinovac, Brasil también es el escenario de otras dos pruebas masivas. Por un lado, está la vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford y Astrazéneca, una vacuna de vector viral que comenzará a ser inyectada en voluntarios el 31 de julio en un proyecto coordinado por la Universidad Federal de São Paulo y Fiocruz –otro fabricante de vacunas de ese país–. Por el otro, la alianza entre la empresa alemana BioNTech y Pfizer también anunciaron que realizarán pruebas en Brasil, pero aún no han revelado detalles.
Todo esto, para Palacios, solo significa una cosa: hay que darle mayor prioridad a la ciencia porque es la única capaz de responder de manera adecuada a emergencias como la que está viviendo el mundo en este momento y a otras que se vivieron en el pasado, como las epidemias del chikunguña y del zika. “Hay que empezar a dejar de ver la ciencia desde una visión heróica y hay que entender que es un activo estratégico de los países. En este momento un país no puede darse el lujo de recortar el presupuesto de ciencia, así como tampoco puede recortar el de seguridad”.