OPINIÓN

El crimen organizado afianza control sobre Venezuela

Juan Gerardo Guaidó intentó engañar a Nicolás Maduro en el póker político de Venezuela, pretendiendo tener el suficiente apoyo del ejército como para ganar la partida y llevarse las arcas. Pero no lo logró, y las consecuencias criminales serán graves y duraderas.

Jeremy McDermott, Jeremy McDermott
15 de mayo de 2019

El ejército es quizá el principal poder del país, pero muchos de sus miembros están en deuda con el crimen organizado, el cual ha penetrado en los más altos niveles de la institución, así como en las élites políticas y económicas.

Si bien Maduro ha llevado al desplome de la economía y ha creado una crisis humanitaria como pocas veces se ha visto en países que no se encuentran bajo el flagelo de la guerra, para las estructuras criminales él es el presidente ideal: no solo permite que el crimen organizado prospere, sino que además hay sectores estatales que lo protegen y dirigen. El crimen organizado hará todo lo posible para que él continúe en el poder, o que por lo menos se lo transfiera a otro líder favorable a sus intereses.

Aunque las raíces de la actual crisis se remontan al difunto presidente Hugo Chávez, durante la administración Maduro el crimen organizado ha logrado afianzar su control sobre muchas instituciones estatales. Tras el fracaso de la reciente sublevación, dicho control podría convertirse en un verdadero dominio por las siguientes razones:

  1. Dadas las crecientes sanciones internacionales, el Gobierno va a recurrir más a los ingresos criminales, con el fin de mantenerse a flote. Dichos ingresos provienen de la minería ilegal de oro, el contrabando de combustible y el tráfico de cocaína.
  2. Los actores que controlan estas economías criminales, entre los que se encuentran miembros del ejército colombiano y de grupos ilegales de dicho país, tendrán mayor influencia en la dirección de la nación.
  3. Dado que se encuentra políticamente debilitado debido al reciente intento de derrocarlo, Maduro va a recurrir aún más a las fuerzas criminales que están de su lado para reprimir la oposición y para que le ofrezcan protección. Estas incluyen no solo las fuerzas de seguridad, sino además los infames "colectivos", la mayoría de los cuales ostentan una fachada política tras la cual camuflan actividades criminales como la extorsión, el secuestro y el microtráfico. Incluso las organizaciones carcelarias bajo mando de los “pranes” y las “megabandas” disfrutan de protección política y clientelismo, privilegios que no querrán perder. Grupos criminales extranjeros como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la Mafia ex-FARC (que tiene sus raíces en las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia , FARC) están también jugando un papel cada vez más importante para el sostenimiento del actual régimen, dado que están profundizando sus raíces, fortaleciendo sus infraestructuras y reclutando miembros al interior de Venezuela.

Por estas razones, el crimen organizado no solo afianzará sus garras en el Estado venezolano, sino que ganará más legitimidad política y social. Colombia entiende esta dinámica perfectamente, pues el crimen organizado ha creado o cooptado estructuras como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) o las FARC, y ahora el ELN. La fachada política le permite al crimen organizado reclutar, seducir a nuevos miembros o ganarse a las comunidades locales para asumir funciones propias del Estado (como administrar justicia o camuflar la extorsión como si se tratara de "impuestos", entre otras acciones).

Parte de esta fachada política en Venezuela está relacionada con la retórica antiestadounidense. Durante más de veinte años, la Revolución Bolivariana ha promovido la propaganda antiimperialista y antiestadounidense. Querámoslo o no, el señor Guaidó tiene innegables vínculos con Estados Unidos, y el asunto constante de la intervención militar  refuerza la repetida idea de que dicho país, utilizando a Colombia como aliado, pretende controlar la riqueza petrolera de Venezuela. Al crimen organizado no le interesa que el poder lo asuma un gobierno que no solo se niegue a proteger sus operaciones, sino que posiblemente coopere con Estados Unidos para desmantelarlo.

El crimen organizado es uno de los principales obstáculos para una transición política pacífica en Venezuela, dado que controla gran parte del régimen actual. Si no puede mantener a Maduro en el poder, o reemplazarlo con una figura similar (como Diosdado Cabello), que proteja, facilite y legitime sus operaciones, quizá prefiera que Venezuela se suma en un conflicto civil, en lugar de permitir que un presidente aliado de Estados Unidos llegue al poder. Y Colombia sabe muy bien que el crimen organizado puede subsistir como parásito del conflicto civil, y conoce lo difícil que es encontrar la paz después de que suenan los primeros disparos.

*Jeremy McDermott es el cofundador y codirector de InSight Crime y el Observatorio Colombiano  de Crimen Organizado.  Twitter:@jerrymcdermott

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