AMÉRICA LATINA

Crisis en Brasil: Bolsonaro, coleccionista de malas decisiones

Muchos consideran que Jair Bolsonaro le ha dado el peor manejo a la pandemia en el mundo. A su obstinación por reabrir la economía, ahora se suman el ocultamiento de los datos oficiales del virus y sus amenazas a la OMS.

13 de junio de 2020
Miles salieron a las calles de São Paulo a protestar contra el racismo, la inoperancia durante la emergencia sanitaria y el ataque de Bolsonaro al sistema democrático. La ciudad, al igual que Río de Janeiro, abrió los centros comerciales a pesar de que la enfermedad no da tregua. | Foto: Pedro Vilela/Getty Images / Miguel Schincariol/Getty Images

Con Latinoamérica desde hace un par de semanas convertida en el nuevo epicentro de la pandemia, la precaución de la mayoría de gobiernos contrasta con el nefasto manejo de la crisis en Brasil. Jair Bolsonaro, a contracorriente de las recomendaciones de la OMS y bajo el escrutinio de la comunidad internacional, colecciona malas decisiones que tienen sumido al gigante sudamericano en una incertidumbre absoluta. Tal es el estado de conmoción e inestabilidad en el que el mandatario tiene al país, que incluso se especula con que buscaría apoyarse en una intervención militar para mantenerse en el poder. 

Solo superado por Estados Unidos, Brasil es el segundo país con más casos de covid-19 en el mundo y el tercero en cifras de muertes, superado además por Reino Unido. Las cifras oficiales señalan que, hasta el 11 de junio, había 787.489 contagiados y 40.276 fallecidos. Pero los profesionales de la salud ahora prefieren tomar esos números con pinzas, luego de que el Gobierno modificó la manera de divulgar los datos de casos y muertes, sembrando sospechas de manipulación de estadísticas.

Según la nueva metodología, el Ministerio de Salud solo publicaría el número de contagiados y fallecidos de cada día, sin hacer un conteo total. A esto se suma que, unos días antes, el Gobierno ya había dejado de publicar el balance de muertos, y cuando volvió a retomar este conteo, publicó dos balances muy diferentes. Ante el escándalo, el Supremo Tribunal Federal le ordenó al Ministerio de Salud dejar de publicar datos parciales, con lo que acogió una solicitud de la oposición.


Bolsonaro, a contracorriente de las recomendaciones de la OMS y bajo el escrutinio de la comunidad internacional, colecciona malas decisiones que tienen sumido al gigante sudamericano en una incertidumbre absoluta.

Todo ello sembró desconfianza desde varios sectores, que han decidido llevar las cifras de la emergencia por su cuenta. Los principales medios de comunicación, entre ellos el Grupo Globo, Estadão, Folha y UOL, basados en los informes de las secretarías regionales de salud, señalaron en su primer registro 849 fallecimientos, 170 más que los publicados en el balance oficial. El Congreso también indicó que establecería un centro de cómputo de víctimas de la pandemia. El presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, le advirtió a Bolsonaro que investigará las estadísticas ofrecidas por el Gobierno y apuntó que “es urgente que el Ministerio de Salud divulgue los números con seriedad, respetando a los brasileños y en horario adecuado. No se juega con las muertes y los enfermos”.

Ana Mauad, doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia y docente de la Universidad Javeriana, le dijo a SEMANA que “la decisión de no hacer públicos los datos del virus es el movimiento más autoritario de Bolsonaro desde que la crisis empezó. Por eso la opinión pública respondió tan rápido, obligando al Gobierno a revertir esa decisión”.

A Bolsonaro la crisis se le ha salido por completo de control. En forma tan alarmante como la pronunciada curva de contagios en el país, el mandatario ha convertido la emergencia en un instrumento político. En lo que va de la pandemia, han salido dos ministros de Salud por contravenir sus intereses. Luiz Henrique Mandetta, quien dejó el cargo en abril, denunció en una entrevista con Buzzfeed News que el ministerio está a cargo de “militares sin ningún conocimiento sobre salud y sin compromiso con la salud”.

Bolsonaro también ha amenazado a los gobernadores regionales que han decidido confinar sus territorios para protegerlos de la enfermedad. Pero en las grandes ciudades ha hecho pesar su poder con catastróficas consecuencias. En São Paulo, por ejemplo, postergó hasta donde pudo el confinamiento, y como consecuencia en la ciudad han muerto más de 10.000 personas por covid-19.

A pesar de que los datos hablan por sí solos, Bolsonaro sigue empeñado en reanudar del todo las actividades económicas. Las dos grandes urbes, São Paulo y Río de Janeiro, cedieron ante la insistencia del gabinete de Bolsonaro y reabrieron los centros comerciales esta semana, con lo que se expusieron a un nuevo ascenso de los casos. Según Mauad, “la apertura de los centros comerciales es resultado de una presión del sector económico, pero no tiene ningún soporte técnico ni respaldo de investigadores de la epidemia. No hay planes específicos para la economía. Más allá de aprobar una ayuda para el sector informal, no se debate sobre qué hacer con las universidades privadas, el agronegocio o el sector cultural”.


Brasil está cerca de tener 800.000 contagiados. Bolsonaro ha seguido los pasos de su aliado Trump y ha emprendido una cruzada contra la Organización Mundial de la Salud.

Con la negligencia del mandatario a la vista de todos, Bolsonaro ha decidido seguir los pasos de su aliado Trump y ha emprendido una nueva cruzada contra el manejo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la pandemia. Recientemente, amenazó con retirar a Brasil de ese organismo tras acusarlo de “trabajar con sesgo ideológico”. El canciller, Ernesto Araújo, añadió a las críticas del mandatario la “falta de independencia, de transparencia y de coherencia” de la organización, advirtiendo que su país tendrá que “examinar si es una cuestión de influencia política, una cuestión de influencia de actores no gubernamentales en la OMS o una cuestión de método de transparencia”. La acusan, a fin de cuentas, de “no dar pautas sobre el origen del virus, el contagio, los modos de prevención, el confinamiento, el uso de la hidroxicloroquina, los equipos de protección y ahora sobre la transmisión por los asintomáticos”.

Mauad recuerda que Brasil reaccionó de manera exageradamente tardía en comparación con sus vecinos y cree que las amenazas de Bolsonaro a la OMS, a diferencia de las de Trump, se quedarán en palabras. “Este Gobierno maneja sus relaciones internacionales desde la amenaza. Con los vecinos no creo posibilidades de cooperación. Y con Araújo como canciller, el país ha apostado por el aislamiento. Además, tiene deudas con Naciones Unidas y hay procedimientos institucionales para concretarlas. Seguramente, lo que hará el Gobierno es no participar de las decisiones importantes a nivel global, olvidando su tradición como actor geopolítico clave”.

Lentamente, Bolsonaro ha sumado ingredientes a una crisis de todos los frentes que no parece tener vuelta atrás. A las investigaciones a varios miembros de su gabinete se suma el descontento social generalizado, que ha llevado a miles a las calles a protestar contra la agresividad del mandatario contra las comunidades indígenas, su inoperancia durante la emergencia sanitaria y sus ataques recurrentes al sistema democrático. El mundo estará atento a su manejo en lo que queda de la pandemia, que en las próximas semanas se solapará con la temporada de incendios forestales en la Amazonia, que el año pasado le valió el repudio de activistas y líderes internacionales. Un oscuro panorama.