MÚSICA
Un promisorio primer paso
El cierre de Almax venció la apatía de un domingo capitalino y, a pesar de inconvenientes e imprevistos, sacó adelante una valiosa primera edición. El festival pensó en grande y no debe dejar de hacerlo.
Para muchos, tantos estilos diversos entremezclados en cuatro días hacían de este un festival de curaduría liberal, un sancocho. Como si el sancocho fuera algo terrible, lejos de eso. A grandes rasgos la música, una vez más, ganó la partida, y el público que asistió de jueves a domingo -sin festivo-, y se dejó tentar por esa misma variedad, salió contento.
El día de cierre tuvo un gran despliegue de rap con agrupaciones de la nueva escuela como Alcolyrikoz, de la vieja escuela como La Etnia, y de la escuela californiana-irlandesa como House of Pain. Pero sumó muchos otros matices, las notas de Ximena Sariñana, el rock versátil de Diamante Eléctrico, la voz y guitarra desnuda de Chris Cornell, el voltaje caribe-atómico del colectivo El Freaky y el metrónomo alemán Paul van Dyk. Color no faltó.
Alcolyrikoz en Almax Colombia 2016. Foto: Alejandro Pérez.
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Ahora, en ciertos casos puede ser útil que el público se prepare para lo que va a recibir. El set acústico de Cornell sorprendió y decepcionó a algunos que esperaban una banda... pero no por eso el show dejó de ser algo íntimo y sublime, de una naturaleza poco vista. Lo intentó alguna vez Robi Draco Rosa en Estéreo Picnic, y lo cortó pues no había tanto silencio como requería. Y si se juzga por lo visto en Bogotá este domingo en la noche, tenía razón. Más que un concierto fue una comunión que no admitía interferencias.
El estadounidense, uno de los padres de la escena de Seattle, de la que salieron otros grandes como Nirvana, repasó con su(s) guitarra(s) sus cuatro facetas. Temas de Soundgarden, de Temple of the Dog, de Audioslave y de su carrera en solitario. No faltaron los temas clásicos, como Like a Stone y Black Hole Sun. En algunas piezas su acompañante asumió las teclas, en otras un cello salvaje que sí hubiera podido sonar más duro y mejor. Y, en confesión absoluta, otro poco más no hubiera dolido. Voló.
Pero fueron 45 minutos de una experiencia sobrecogedora. Sin una banda de fondo, su voz –una de las mejores del rock según los listados de Planet Rock y la revista Rolling Stone– fue la protagonista principal. Sus sostenidos generaron aplausos, gritos histéricos y una que otra declaración de amor eterna de algún fanático emocionado.
House of Pain por su parte entregó una contundente hora de rap, energía y salto. Cerraron con su mega clásico Jump Around (que encendió y elevó decenas de celulares, ‘bendita’ costumbre) y si bien Everlast y Danny Boy dominan y cautivaron con sus versos, fue el dj quien se robó el show. Desde antes de que los cantantes abordaran los micrófonos ya calentaba con canciones fantásticas y escratches de talla mayor. En la nota agria, editorializaron demasiado sobre el ingeniero de sonido local que les “estaba jodiendo la nota”. De todo se aprende.
Los irlandeses, una de las bandas clásicas del hip hop, llegaban por primera vez a América Latina en 24 años de carrera musical. Y aunque en realidad solo sacaron tres discos antes de que Everlast –su fundador y líder– disolviera el grupo para trabajar como solista, siguen reuniéndose de tanto en tanto para recordar sus épocas doradas. El de Bogotá fue uno de esos shows especiales y eso se notó, a pesar de la molestia de los artistas por el sonido.
Diamante Eléctrico. Foto: Alejandro Pérez.
Diamante Eléctrico fue rotundo. La banda va del rock cuasi bailable al lento pisar de un elefante. Brillan especialmente en esa segunda faceta, cuando rompen con ritmos de rock lentos y contundentes. El baterista fue el termómetro del show, despojándose con histrionismo de su chaqueta y camisa conforme el set avanzó e hizo ‘más calor’. Así como el dj de House of Pain, se robó el show por la música e histrionismo, que alcanzó para un momento digno del mejor ‘product placement’ patrocinado por Jack Daniels, en el que bajó a compartir su botella, con varios espectadores. Rock es rock, y eso no tiene nada de malo.
El toque electro-caribe lo puso El Freaky, un colectivo colombiano conformado por cuatro DJs que pusieron a saltar y a bailar al público con sus mezclas de reggae, salsa, cumbia, champeta, rap y electrónica. Fue una descarga musical sin fin. No pararon ni un segundo. La nota amarga fue que Tego Calderón, el reconocido reguetonero puertorriqueño, no subió al escenario con ellos como estaba prometido en el line up. En su lugar estuvieron el panameño Kafu Banton y el jamaiquino Mr. Lexx, quienes cantaron varios de sus éxitos con las mezclas del colectivo de fondo. Y aunque su hora de música fue ovacionada por el público, algunos protestaron al final por la ausencia de la estrella.
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Algunas anotaciones
Sí, hubo algunos problemas de sonido, varios artistas –entre ellos los ya mencionados House of Pain- se quejaron con insistencia de no escucharse en los monitores, y la audiencia quería más volumen en a, b, o c voz o instrumento, en las voces de Orishas el jueves, en la Guitarra de Chris Cornell y de su acompañante en órgano y cello el domingo. De todo se debe aprender y este quizás fue el aspecto más flaco, por lo recurrente.
Los actos grandes como los Fabulosos Cadillacs, como Carlos Vives, como Chris Cornell, a lo largo de cuatro días, arrastraron audiencia. No es muy arriesgado decir que Almax no fue un éxito comercial, pero está muy lejos de ser un fracaso, para ser la primera vez. Esta buena experiencia apuntó a brindar múltiples ofertas y así cancelar el aburrimiento con sello musical, cinematográfico, y hasta de consumo con stands particulares (y Whiskey Sello Rojo a 100.000 y agua y cerveza a 5.000).
Y a su vez, a pesar de que son actividades de nicho, y esto en consecuencia pudo afectar la asistencia (junto a un precio era considerable), los conversatorios, el vip de música electrónica y el Stoned Film Festival -con películas que hierven en el mundo como La La Land- entregaron la exclusividad y buen cartel que prometieron.
Además, en un espacio como Corferias, con servicio de taxis, con parqueaderos, con buenos baños y oferta gastronómica, la experiencia resultó cómoda.
Conforme vengan más ediciones, contando con que así sea, y debería ser, Almax se posicionará mejor, afinará detalles y ganará el estatus que ya otros eventos musicales han demostrado posible: el de volverse un ‘obligado’ en el calendario. Tiene madera para serlo.