Libro
“Ansiedad”, sinceridad y risas en una diciente charla (de zoom) con Alberto Montt
En su nuevo libro, el chileno ofrece viñetas cargadas de humor inspiradas por la difícil sensación que a él lo ha acompañado por largo tiempo y a muchos se les acentuó en la pandemia. A pesar de contratiempos y emociones previas, hablamos con él sobre el color de sus ansiedad y más temas de urgencia.
Alberto Montt es chileno, nació en Ecuador y, vía zoom, habló con Colombia. Es diseñador gráfico pero Iberoamérica lo conoce por las viñetas que en un principio lanzaba en su blog Dosis diarias y, con el tiempo, se comenzaron a ver en distintas publicaciones y revistas de la región (así como en varios libros propios y de terceros que ha ilustrado).
A comienzos de este mes, Montt lanzó Ansiedad, su más reciente libro. El título bien enmarca los años 2020 y 2021 pero, como cuenta el ilustrador, el trabajo se inspiró en mucho más que en esta coyuntura. Razón no le falta, desde que hay ser humano, ha existido la ansiedad. Esta realidad no es ajena a ninguna de las viñetas del libro.
“Pánico en la entrevista”
La cita es a las 9 de la mañana, hora de Colombia. Pienso en empezar con un chiste rompe hielo. Me imagino diciéndolo, viendo su cara de seriedad y entendiendo que todo comenzó mal: el escenario perfecto para una entrevista sobre este tema.
La hora llega. Todo esta listo, las preguntas, el enlace de Zoom, el ángulo de la cámara. Después de segundos que parecen siglos, a las 9:02 el contacto de prensa me avisa que Montt se confundió pero que ya todo está en regla y en 2 minutos se conecta.
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En ese momento, la pantalla se congela, no reacciona. “¡Sabías que algo así iba a pasar! Que apenas él llegara, todo iba a colapsar”, me recrimino. Hacia afuera, hago como si nada. “Texteo” a nuestra intermediaria, le explico. Ella me da el teléfono de Montt.
Me disculpo con Montt, le digo que “algo pasó” y necesito unos minutos. De nuevo, todo está listo pero, de nuevo, él no aparece (solo han pasado unos segundos, claro). Le reenvío el enlace y le digo, “por si acaso este es el link”. Mi ansiedad me dice: “Le estás respirando en la nuca”.
Entonces me llega la notificación de que Alberto Montt se quiere conectar. Respiro, le doy aceptar y proyecto que todo está bajo control. Su imagen aparece al lado de la mía en la pantalla.
De internet, impresos, creación y terapia
Le pregunto sobre sus preferencias a la hora de publicar su trabajo, indagando si le gusta tener un libro con sus tiras. Mira a la cámara por primera vez desde que se conectó y me dice que publicar en internet le emociona mucho más. Explica que, cuando se publica un libro, lo que está en él ha pasado por varios filtros; en cambio, en internet no se sabe que va a pasar, la adrenalina que se siente es mucho mayor.
Esta adrenalina que siente es un paso más en el ejercicio de dibujar, que para Montt funciona como terapia. “Tiendo a trabajar para mí mismo. Yo hago las cosas, no pensando en mí, sino porque yo las necesito. No es un ejercicio de absoluto egocentrismo, sino más bien es casi una terapia, y las reacciones en términos de si gustó o no, pasan a ser secundarias”, me cuenta.
Se toca la barba y continúa explicando que, en el momento en que el tema de los seguidores en sus redes sociales comience a abrumarlo, lo solucionará abriendo otra cuenta. Entiende ese proceso como una terapia y describe el proceso de subir su trabajo a internet como el de subir a una montaña rusa. Y sentirse abrumado hace parte de esa experiencia.
He visto sus reacciones a algunos comentarios en redes. Por eso le pregunto cómo determina a quién responderle y a quién no. Montt explica que generalmente reacciona a comentarios que le parecen sin sentido o a cosas de las cuales se puede seguir burlando.
“Cuando uno discute, no lo hace para convencer a la otra persona, uno discute para convencer al auditorio”, afirma y entonces señala que cuando alguien hace un comentario que no le hace sentido, no le interesa que esa persona cambie de parecer, solo comenta para que las demás personas noten lo que está diciendo y la magnitud del sinsentido que plantea.
Ansiedad, proceso y fuentes cercanas
Abordamos su libro, Ansiedad. Se rasca un ojo con cierto desespero ante preguntas que, seguramente, le han hecho ya: ¿cómo fue el proceso?, ¿la pandemia influyó en su desarrollo? La primera viñeta con el personaje de ansiedad, aclara, la hace en enero de 2020, tres meses antes de que tuvieran lugar los primeros confinamientos. Y supo desde ese primer momento que el personaje daba para más, aunque no sabía que se iba a convertir en un proyecto específico.
Cuenta que se trata de un libro muy personal. Lo inspiraron sus experiencias y cosas que le pasan a la gente que quiere y que siente que lo tocan. Por lo tanto, así como la representa, así es su ansiedad, y dibujarla fue un proceso en el que sacó lo primero que se le vino a la cabeza. Pero mientras recopilaba viñetas para otro libro, Montt se dio cuenta que llevaba 16 años hablando del tema. En algunas de estas viñetas, asegura que fácilmente hubiera podido cambiar a uno de los personajes por la ansiedad, por una bola con púas de color rojo.
Y esa imagen redonda y roja que protagoniza su libro vuelva a saltar en mi mente.
¿Por qué es así?, le pregunto. Me dice que es redonda porque es parte de uno y es acariciable, pero tiene púas que advierte, como en la naturaleza, que es mejor no acercarse. Yo le cuento que la mía es morada eclesiástica. Montt se toca ambos ojos, agacha la cara, y me dice “para mí, la depresión es azul. Tal vez tu ansiedad es una semidepresión”. Luego de varios segundos de charla concluimos que la ansiedad cambia de color dependiendo de las experiencias que ha vivido cada uno.
¿Cómo funciona la cabeza de Montt cuando se enfrenta a dibujar un personaje por primera vez? Y, cuando lo hace, ¿sabe que va a pasar con el personaje? El ilustrador se pone serio y dice que en el único espacio de su vida en el que no siente ansiedad es en el de la creatividad y en el que le implique dibujar. Por eso, cuando se sienta a trabajar, sea o no un nuevo tema, no se pregunta si va a ser un libro o va a tener mil historias, solo lo hace.
El éxito de Ansiedad le parece lógico: “Estamos en una sociedad profundamente exitista, que está exigiéndote siempre mucho más de lo que tú puedes dar. Exigiéndote parámetros de éxito inalcanzables y, además, culpándote si no llegas a alcanzar ese éxito que te impuso”. ¿La pandemia sumó a ese éxito? Cree que sí. Explica que, por un lado, encerradas, las personas se volcaron a Internet mucho más que antes y, por otro, el confinamiento también les disparó procesos ansiosos que los acercan a sus viñetas.
Montt es un hombre vacunado, AstraZeneca su marca de confianza (la que le tocó). Le pregunto sobre la experiencia y se ríe: “Vacunarme no me dio ansiedad, me daba más ansiedad el virus. De hecho, si alguien se me hubiera acercado en la calle a venderme vacunas, de seguro se las compraba”. Ya estaba acostumbrado al encierro, por lo cual no le dio duro, pero cuenta que sí le hacen falta algunos espacios de recreo, el viajar a ferias de libros, las charlas y los demás encuentros literarios que le permitían interactuar.
Montt cree que el desprestigio en contra de un tipo de vacuna en específico obedece a poderes económicos y políticos. Puede que tenga razón, pero yo intento volver al libro y le pregunto sobre su viñeta favorita. Es como si le preguntara por su hija favorita, contesta, pero termina cediendo: “La primera tiene un valor emocional, pero tal vez una que me gusta mucho es esa que está en el libro, en la que se ve la Ansiedad partida a la mitad y se ve de que está compuesta, se le ven los órganos”.
La busco, señalo sus componentes y le anoto que el asco es muy pequeño en su receta de su ansiedad. Concuerda, su ansiedad no es asquienta y, entre muchas cosas, le permite comer algo de un carro en la calle. Yo le comparto el principal ingrediente de mi ansiedad: la preocupación desmedida. Me dice que, en realidad, esa es su vida: vivir 62 mil escenarios posibles y sentirlos todos como si fueran reales. Recuerda entonces la frase, “El cobarde muere mil veces”.
Reímos mientras relata su relación tóxica con la ansiedad y su especial gusto por sentirla.
Indago sobre sus proyectos y cuenta que, por lo general, siempre revolotean en su mente entre seis y siete proyectos. Los más cercanos de concretare son un libro sobre historias de los mundiales de fútbol, un cómic de como los gatos conquistaron el planeta, dos proyectos de cocina y un par de proyectos con Liniers.
Le planteo el tema de la corrección política y confirmo su posición crítica al respecto. “Quien acuñó la frase de que todas las ideas merecen respeto, es un imbécil. Yo abandero la idea de que es necesario tener discursos honestamente disidentes ante esa corrección política porque poco a poco todos vamos a estar ahogados por esta pasteurización de las ideas y eso hace que no tengan ningún sentido”, sentencia.
Quien acuñó la frase de que todas las ideas merecen respeto, es un imbécil. Yo abandero la idea de que es necesario tener discursos honestamente disidentes ante esa corrección política porque poco a poco todos vamos a estar ahogados por esta pasteurización de las ideas y eso hace que no tengan ningún sentido
Alberto quiere que sus hijas tengan la posibilidad de disentir sin tener miedo a ser canceladas u obstaculizadas y expresa que lo que es políticamente correcto hoy es diferente a lo que lo fue hace diez años. Por eso le irrita cuando la gente juzga según la línea de hoy a gente que dijo algo hace diez años.
Montt cree que la tarea del humor es cruzar la línea de lo que es considerado políticamente correcto. Para él, la corrección política es una directriz, pero no debería ser un mandamiento tallado en piedra.
Cambio de tema para meterme en sus gustos. Su pantalla se congela justo cuando tiene los ojos entrecerrados y habla de Quino y del trabajo de Liniers, Fontanarrosa y Maitena, que le dieron luces para decidir seguir ese camino. En definitiva, Montt señala que él es ilustrador y comenzó a contar historias, pero nunca se imaginó que pudiera vivir de esto.
Llega el momento de cerrar la entrevista, le pido una ronda de recomendaciones en diferentes temas. En música recomienda Puerto Candelaria y me saca una sonrisa. Añade que los amaba y que los recomienda con todo el cariño y buen gusto.
Sobre qué libro aconseja ojear estos días, por supuesto, responde Ansiedad (la sugerencia nos hacer reír). Luego recomienda La metafísica de los tubos de Amelie Nothomb o cualquiera de Kurt Vonnegut. En lo que a cine respecta, Bong Joon-ho lo mueve. Del director coreano recomienda Parasite y The Host (ambas están en Netflix).
“Las cosas poco pretenciosas del día a día”, lo mueven a diario. “Como cuando te llega la canción que justo necesitabas o cuando comiste algo que no esperabas que fuera delicioso. Cuando alguien dice algo profundamente gracioso y no se da cuenta. Son pequeñas cosas que dan energía”. La entrevista se termina cuando recomienda la canción Yesterday is Here de Tom Waits.
Terminamos riendo con recomendaciones sinsentido de cepas del Coronavirus y aerolíneas.
Y volvemos cada uno a la ansiedad del color que corresponde.