ARAGON, EL ULTIMO SURREALISTA
Dejando una de las obras literarias más importantes del siglo XX, Louis Aragon murió en París el 24 de diciembre pasado
El último de los surrealistas de los años veinte, había nacido en París, el 3 de octubre de 1897. Hijo natural, el poeta no fue reconocido por su padre --perfecto de policía-- quien prefirió darle cuatro nombres de otro apellido: Aragón. Su madre, de origen aristocrático, optó por ocultar su embarazo y disimular su existencia, enviándolo durante 16 meses al oeste de Francia y haciéndolo pasar por su hermano menor. "Ella esperó hasta 1917 para decirme la verdad, pero yo ya lo había adivinado en silencio ", confesó Aragón más tarde.
Otros dos hechos marcaron una infancia que el escritor no cesará de contemplar, fascinado por la máscara y el misterio que la envolvió: el contacto con los extranjeros que desfilaron por el hotel regentado por su "hermana" y las sesenta novelas que redactó o dictó --cuando no sabía escribir-- antes de cumplir diez años.
Alumno modelo, excelente en latín y narración, Louis Aragon sorprendió a sus profesores, a comienzos del bachillerato, por sus conocimientos sobre los autores latinos y franceses. Evocando este período el poeta había señalado: "a los doce años, había leído todo. Pero nunca confundí lo mejor y lo peor".
En 1916, después del bachillerato, Aragon se inscribió en medicina "para darle gusto a mamá". Europa vivía entretanto su primer conflicto mundial del cual nació el "dadaismo".
Movilizado como soldado en 1917 el joven poeta fue enviado al hospital parisino de Val Degrace en donde conoció a André Bretón y, por su intermedio, a Philippe Soupault. Los tres fundarían en 1919, la revista "Littérature " en la que participan Paul Valery André Gide, Paul Morand y experimentan la "escritura automática" --descubierta por Bretón y Soupault- que los surrealistas "oficializan" más tarde, después de la ruptura con los dadaistas.
Aragon abandona entonces los estudios de medicina y participa plenamente en la gestación del movimiento surrealista, caracterizado por manifestaciones espectaculares, provocaciones literarias, lecturas e intercambios insaciables con otros artistas y una vida nocturna agitada en torno a los cafés del barrio Montparnasse.
Dadaísmo y surrealismo, inspiraron a Aragon algunos de sus mejores libros: "Aniceto", "El libertinaje", "Telemaque", "El campesino de París ", "Tratado de estilo ".
Durante el mismo período, el escritor francés conocido por sus "maneras aristocráticas" y sus diatribas contra la Unión Soviética, adhiere al Partido Comunista Francés en compañía de sus amigos surrealistas. Pero contrariamente a la mayoría de ellos (Breton, Eluard, Peret...) esta conversión será fundamental en su vida como lo fue su encuentro en 1928 con Elsa Triolet, hermana de Lili Brick, la compañera del poeta ruso Maiakovski.
En efecto, la escritora lo hizo conocer de los intelectuales soviéticos, Gorki en particular, durante los viajes que hicieron a la Unión Soviética a partir de 1930, año en el que Aragon asistió a la Conferencia de Escritores revolucionarios de Kharkov.
Enviado para explicar las posiciones surrealistas, Aragón adhirió a las tesis soviéticas y denunció los tres males condenados por Moscú: el segundo manifiesto surrealista publicado por Breton en 1929, el freudismo y el troskismo.
Su actitud y la publicación de un texto pornográfico de Dalí, por el cual Aragon tuvo que comparecer ante una comisión del PC cuyos resultados, dados a conocer por Breton contra la voluntad de Aragon, sellaron su ruptura con los surrealistas. En lo sucesivo, sin abandonar su actividad creativa, Aragon participará --como comunista-- en todas las causas juzgadas "justas": en la lucha de la asociación de escritores y artistas internacionales contra el fascismo, por la defensa de la Unión Soviética y de España Republicana y, finalmente, como militante activo en la resistencia contra el ocupante nazi.
Después de la guerra su influencia crece en el PCF no sólo por ser un notable escritor, sino por ser el único gran escritor que dicho partido cuenta entre sus militantes. Aragon utiliza esta influencia de manera controvertida: su nombre acompaña las grandes causas pero también aparece suscribiendo textos que ensalzan a Djanov, creador del "realismo socialista", en artículos que calumnian a Paul Nizan, y elogian el "padre de los pueblos": Stalin. ¿Cómo dudar que este alineamiento --roto parcialmente en 1968 cuando contrariamente a su partido, denuncia la invasión soviética en Checoslovaquia y dialoga con la juventud-- condujo a la subestimación de su obra?
Como quiera que sea, Aragon plasmó en sus ochenta volúmenes la mayor parte de los debates y acontecimientos que han atravesado el siglo XX.
Su reflexión abarca tanto el fenómeno novelesco de este siglo, como la mitología moderna y la poesía, de la cual los franceses conocen párrafos enteros gracias a los discos de Leo Ferret, Jean Ferrat y Monique Morelli.
Poeta, novelista, ensayista, crítico, periodista, Aragon podría resumirse en una palabra: fidelidad. Consigo mismo, con su partido, y con Elsa Triolet, Su compañera desde 1928, al lado de la cual reposa actualmente, para siempre.
José Hernández, Corresponsal de SEMANA en Europa