Arte

Así fue la vida del maestro Fernando Botero: entre el amor y el arte

El artista colombiano se casó en 1978 con Sophia Vari, su última esposa.

Redacción Semana
15 de septiembre de 2023
Fernando Botero y Sophia Vari
Fernando Botero y su última esposa, la artista Sophia Vari. | Foto: Foto: Afp

El reconocido artista Fernando Botero falleció este viernes 15 de septiembre. Dejó un gran legado en el mundo del arte. El pintor, dibujante y escultor colombiano nació en Medellín el 19 de abril de 1932 y fue uno de los artistas plásticos más reconocidos no solo de Latinoamérica sino del mundo.

Con una vasta obra, Botero se consolidó como uno de los más importantes en su campo. Sus pinturas y dibujos son trabajos que “no se pueden confundir con las diversas posturas figurativas internacionales de los últimos años”, precisa la Enciclopedia Cultural del Banco de la República de Colombia.

Las primeras obras que se conocen de Botero son dibujos: las ilustraciones para el suplemento literario del periódico El Colombiano de Medellín. En 1951, expuso por primera vez individualmente en la galería Leo Matiz, donde presentó acuarelas, tintas y óleos. Desde ese momento, inició una carrera de trabajo y éxito que fue reconocida a nivel mundial.

Fernando Botero Angulo ODB es un pintor, escultor y dibujante colombiano, domiciliado en Pietrasanta, París, Mónaco y Nueva York.
Fernando Botero Angulo dejó todo un legado en el mundo del arte. | Foto: Mondadori via Getty Images

Los matrimonios de Botero

En medio de su carrera y crecimiento artístico, el pintor colombiano recorrió el mundo y se casó tres veces. En 1955 contrajo matrimonio con la gestora cultural y en ese momento ministra de Cultura, Gloria Zea, con quien tuvo tres hijos: Fernando, Lina y Juan Carlos. Este último nació en 1960, el mismo año en que se separaron.

Con Zea se conocieron en la Universidad de los Andes, cuando Botero comenzó a dar clases en esa institución. Ella era una estudiante que se enamoró del artista en los salones de clase de la Facultad de Filosofía y Letras, según información de la Revista Cromos.

Cuatro años después, en 1964, se casó por segunda vez con Cecilia Zambrano, con quien tuvo su cuarto hijo, Pedrito, que nació en 1970. En 1974, cuando apenas tenía cuatro años, el niño murió en un accidente de tránsito que la familia tuvo en España. La pareja no logró superar esa pérdida y Botero se separó por segunda vez.

Sophia Vari
Fernando Botero y su esposa, Sophia Vari. | Foto: Patricia Gonzalez

Fernando Botero se radicó en París, donde conoció a la escultora y pintora griega Sophia Vari, con quien se casó en 1978. Esta unión creció y se fortaleció hasta el final de sus días. Ella falleció el pasado 5 de mayo del presente año y él deja este mundo y su legado en el arte, apenas cuatro meses después. Su última esposa fue la musa e inspiración del artista colombiano. Los dos forjaron un mundo en el que era difícil percibir la vida del uno sin el otro.

Una vida en el arte

Fernando Botero se convirtió en el ícono colombiano más importante en el mundo del arte. Quienes analizan su trabajo consideran que su éxito se daba por una mezcla entre talento, terquedad y entrega. No tuvo una infancia fácil. Su padre trabajaba como arriero para sacar adelante a sus hijos, pero falleció cuando Botero apenas contaba con cuatro años. Su madre, aunque luchaba para cuidar y proteger a sus menores, tuvo muchas dificultades para sostenerlos.

Dicen que el maestro Botero se encontró con el arte casi por accidente. A los 15 años, estudiaba para ser torero y se le ocurrió vender dibujos a la salida de la Plaza de La Macarena. Tenía una debilidad por la fiesta brava, debido a que su tío Joaquín Angulo lo llevaba con frecuencia.

Fernando  Botero
Fernando Botero no dejó nunca de pintar. | Foto: Patricia Gonzalez

En ese proceso de tratar de superarse y de encontrar respuestas a lo que quería hacer con su vida, Botero consiguió trabajo como ilustrador del diario El Colombiano. Con el dinero que ganaba, se pagaba el colegio. Pero como pintaba desnudos y escribía sobre marxismo, el padre Félix Henao lo describió delante de todo el curso como una “manzana podrida” y lo expulsó.

Pero el artista no se rindió y siguió pintando. A los 19 años, expuso en Bogotá, en la galería Leo Matiz. Con el dinero que ganó, alquiló un cuarto en Tolú y se fue a trabajar a las orillas del mar. Cuando regresó a la Capital a presentar sus cuadros, no solo se vendieron todos, sino que se ganó un premio nacional de pintura. Ese premio le cambió la vida y desde allí creció una carrera artística que lo acompañó hasta su muerte.