CULTURA

Ataques en museos: ¿qué vale más, el arte o la naturaleza?

En poco tiempo, activistas del clima atacaron obras de arte con sopa de tomates, puré o pegamento en varios museos. De ese modo tratan que la esfera política actúe para frenar el cambio climático.

Alianza DW
26 de octubre de 2022
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. | Foto: Alianza DW

¿Sopa de tomates sobre una obra maestra de Vincent van Gogh? Según el cantante de rock Bob Geldorf, activista e iniciador del legendario concierto Live Aid, el lanzamiento del rojo caldo sobre la famosa pintura Los girasoles, de Van Gogh, en Londres, realizado por activistas defensores del clima, es entendible: “Los activistas por el clima tienen un cien por ciento de razón. Y yo los apoyo al mil por ciento”, dijo a la emisora Radio Times.

La pintura no resultó dañada, sino solo el marco. Fue “inteligente” atacar el cuadro, según Geldorf, ya que está protegido por un cristal. Destruirlo no hubiera cambiado nada. Pero de este modo, el ataque es “molesto”, señaló, y “que sea molesto está bien”. Finalmente, el cantante dijo que ese tipo de acciones de grupos de protesta “no matan a nadie, pero el cambio climático sí lo hace”.

El director del Instituto para la Investigación del Clima (PIK), de Potsdam, piensa justamente lo contrario: “No me parece bien que se ataquen bienes culturales”, dijo Ottmar Edenhofer este martes (25.10.2022) a la agencia DPA. “En realidad, eso va en contra de lo que se quiere lograr: queremos conservar el planeta. Y eso significa conservar también la cultura y nuestra herencia cultural”. Y añadió: “No se deben socavar con acciones contradictorias los objetivos que se quieren alcanzar”. Las metas de protección del clima “deben delinearse en procesos democráticos e imponerse en ellos. Tenemos que luchar y trabajar por esos objetivos, que no son fáciles de lograr”.

Dos activistas de la organización Just Stop Oil lanzaron el contenido de las latas de sopa de tomates contra ese cuadro de Van Gogh el 14 de octubre, en la National Gallery de Londres. Su lema: “¿Qué vale más, el arte o la vida?”. Poco después, dos activistas, un hombre y una mujer, del grupo de protesta Last Generation le tiraron puré de papas a un cuadro del impresionista francés Claude Monet en el Museo Barberini, en Potsdam. La obra también estaba protegida por un cristal, pero el histórico marco fue dañado gravemente y deberá ser restaurado.

El ataque provocó gran indignación en el mundo del arte. La Asociación Alemana de Museos (DMB) comunicó: “Estamos siendo instrumentalizados por activistas del clima para atraer la atención a costa de los bienes culturales”. El mecenas Hasso Plattner, cuya fundación opera el Museo Barberini, dijo en entrevista con el diario Potsdamer Neueste Nachrichten que, en el futuro, a dicho museo le resultará “difícil, y hasta imposible recibir obras en préstamo para exposiciones”.

Control de bolsos y más seguridad

La primera reacción del museo de Londres fue aumentar las medidas de seguridad. El día después del ataque se empezaron a controlar los bolsos de los visitantes. La directora del Museo Barberini, Ortrud Westheider, dijo el lunes (24.10.2022) que “el ataque a una obra de la Colección Hasso Plattner, así como anteriores ataques a obras de arte, entre ellos, en la National Gallery de Londres, demostraron que los altos estándares internacionales de protección de obras de arte no son suficientes en el caso de ataques de activistas, y deben ser modificados”.

También otros museos reaccionaron a los ataques. Una portavoz del ayuntamiento de la ciudad de Colonia dijo a DW: “Los ataques han sido una advertencia para los museos de la ciudad de Colonia, y estos reaccionarán con especial atención”. El Museo Ludwig, de Colonia, señaló a DW que “no es posible una seguridad al cien por ciento, pero seguiremos prestando obras de arte a exposiciones importantes”. El experto en seguridad del DMB y de la Fundación Hasso Plattner, Remigiusz Plath, recomienda resguardar las obras valiosas por completo en vidrio y emplear más personal de vigilancia. Pero colocar obras de gran formato detrás de cristales es algo imposible. A lo sumo, se podrían colgar cristales delante de las pinturas, “y esas medidas cuestan mucho dinero, lo mismo que contratar a más personal”, explica Plath. Seguridad al cien por ciento solo hay cuando las obras están en el depósito, dice.

¿Por qué atacar obras de arte?

En la página web de la organización Last Generation, su portavoz, Aimée von Baalen, explica el ataque a la pintura de Monet de este modo: “Monet amaba la naturaleza y plasmó su belleza única y frágil en sus obras. ¿Cómo puede ser que tantas personas tengan más miedo de que esas reproducciones de la realidad sufran daños, que de la destrucción de nuestro propio mundo, cuya magia Monet admiraba tanto?”. Y añade: “¡Cuando entremos en guerra por los alimentos y el agua ya no habrá tiempo para admirar el arte!”.

Ya a fines de agosto, dos mujeres se habían pegado al marco de Descanso en la huida a Egipto, de Lucas Cranach el Viejo, en la Gemäldegalerie, una pinacoteca que forma parte del conjunto de Museos Estatales de Berlín, sosteniendo en las manos un afiche de la iniciativa Last Generation. Acciones similares también fueron llevadas a cabo por activistas climáticos en el Museo Städel de Fráncfort, y la Gemäldegalerie de Dresde. La organización Last Generation dio de qué hablar anteriormente, sobre todo porque bloquearon autopistas y cruces viales importantes en Alemania.

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