NACIÓN
Atención: Murió Jorge Oñate, el gran jilguero de América, tras luchar contra las secuelas del covid-19
Marcó ‘la Era del cantante’ en el vallenato y le abrió camino a grandes figuras con las que luego riñó. Jorge Oñate, de 71 años, un hombre tan talentoso como complicado, murió en la madrugada de este domingo. El país que supo apreciar su canto durante décadas llora su partida.
El cantante vallenato Jorge Oñate, de 71 años, falleció en Medellín, Antioquia, luego de ser trasladado para tratarle sus problemas renales y de páncreas, tras haber luchado por varias semanas contra las secuelas del coronavirus.
En las últimas horas, su hijo Jorge Antonio Oñate pidió a través de redes sociales que los fans del artista oraran por su recuperación, tras padecer covid-19 y someterse a una intervención quirúrgica.
Decenas de seguidores del cantante acudieron al centro médico donde permaneció internado sus últimas horas, en el Hospital Pablo Tobón Uribe de la ciudad de Medellín, para donarle sangre.
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“El Jilguero De América”, “el Ruiseñor del Cesar”, tantos apelativos acompañaron en vida al hombre y artista que, desde La Paz, Cesar, proyectó su voz por más de 50 años de carrera a las multitudes vallenatas. Hoy, a sus 70 años (nació el 31 de marzo de 1950) esa voz única se apaga, pero el impacto de su camino y de sus canciones en cientos de miles de seguidores es imborrable.
Las palabras grandilocuentes siempre le ajustaron. Jorge Oñate se sabía un hombre importante que había protagonizado en parte una ola cultural. Se profesaba aprendiz de los juglares, un músico fiel a su estilo, a la poesía en el vallenato, a que sus cantos se pudieran bailar y no fuera necesario “saltar”. Alguien que se rehusaba a usar demasiado espectáculo visual y prefería que su voz y la música hicieran su efecto.
Después de todo, Oñate marcó un antes y un después en el género, pues, desde su aparición cantando con Los Hermanos López a finales de los años sesenta, se fue abriendo paso la que él mismo denominó “la era del cantante”. En efecto, hasta ese entonces, los juglares que abrieron el camino como Alejo Durán tocaban y cantaban. Desde la irrupción de Oñate en la escena, los músicos iban por un lado, el cantante por el otro. Y tomaron vuelo los acordeonistas y las voces superestrellas. Y tomaron vuelo también los éxitos, las grandes canciones, y también los egos, envidias y las pujas. Y emociona pensar en esa vibrante escena al escucharlo en viejas entrevistas hablar de ella.
Oñate recordaba con calidez esos inicios de cantar “no en conciertos, sino en patios”. De esas primeras canciones, consideraba que Amor sensible, de Fredy Molina (que muchos jóvenes conocieron muchos años después en voz de un muy reconocido samario que aún vive) lo lanzó al estrellato. Sobre cuál canción era su más famosa, Oñate reconoció en una entrevista con El Heraldo que en sus conciertos la gente enloquecía con No comprendí tu amor.
A la vez, en contraparte a ese artista que integra ahora el panteón vallenato, se trató de una figura que polarizó desde sus maneras intempestivas y sus sentencias, que amaba u odiaba y podía ir de un sentimiento al otro en segundos. Tantas luces, logros y anécdotas complicadas lo hacen un verdadero hombre de su tiempo y de su país. Uno que vivió como artista la ola que probó que el vallenato resistiría al embate de la salsa y del merengue y estalló por todo el territorio. Uno que, como persona, deja un legado gris, cargado de testimonios de comportamientos inexcusables e incursiones en la política que lo enlodaron. Su absolución en un proceso judicial en el que solo el autor material de un asesinato fue condenado tampoco le hizo favores en la corte de la opinión pública.
Esa faceta, claro está, poco importa a los tantos Oñatistas que siguen habitando su región, su país, y su mundo. Esa camada nutrida de seguidores de vieja y nueva data que ven en las canciones de Oñate (acompañado de tantos acordeonistas geniales como Colacho Mendoza, Juancho Rois, Álvaro López, Cocha Molina, y más) la banda sonora de sus vidas, de sus amores, parrandas, tristezas y alegrías. ¿La obra va por un lado, el artista por otro?, no será la primera o la última vez que el vallenato ponga al país en esa disyuntiva tan subjetiva.
Hitos y episodios
Como cantante, Jorge Oñate sacaba pecho de haberle abierto camino a otras figuras (con las cuales tuvo históricas riñas como Diomedes Díaz). También de haber recibido un Grammy Latino por Excelencia musical, como también lo hicieron Joe Arroyo y Totó La Momposina. Se enorgullecía de los muchos Congos de Oro de Primer lugar que obtuvo en el Festival de Orquestas del Carnaval de Barranquilla (los otros no los contaba), y de compartir Súper Congo de Oro (a 40 años de trayectoria en el Festival) con Joe Arroyo (otro lo han recibido, Los Hermanos Rosario, Shakira y Grupo Niche, pero al Joe recordaba).
Al Festival de la Leyenda Vallenata lo llevaba en el corazón: “Yo nací con el Festival Vallenato. Además, partí el evento en dos al ganar cantándole a Miguel López en el año 1972, y 20 años después repetí la misma historia con su hijo Álvaro”. El evento, que iba a realizarse en su honor en 2020, tuvo que ser suspendido por el fenómeno que hoy se lleva su vida.
En 2017, celebrando 50 años de carrera, Oñate mencionaba cómo, por miedo e inseguridad, casi no va al Festival de orquestas de 1974, donde compartiría cartel con Celia Cruz y otros gigantes. A pesar de sus temores, Barranquilla le había abierto los ojos. Su canto vallenato era un fenómeno que el público fervoroso cantaba por él. No había nada qué temer: había llegado para quedarse y cantar. 49 producciones discográficas y tantas interpretaciones en discos y en vivo después, su carrera se cierra y con ella también quedan atrás sus controversias. Su voz, sin embargo, siempre acompañará a quien la quiera apreciar.