CINE

Atentado Utøya, ¿La primera película-monumento?

Esta película revive los ataques que sacudieron a Noruega hace ocho años y dejaron 77 muertos. SEMANA habló con su director, Erik Poppe, sobre los retos del proyecto, el esencial aporte de sobrevivientes y familiares de las víctimas, y de su relación con Colombia.

13 de julio de 2019
Andrea Berntzen interpreta a Kaja, el personaje central de la cinta. La cámara la sigue en el peor día en la historia noruega desde la Segunda Guerra Mundial, en la isla de Utøya.

El 22 de julio de 2011, impulsado por un extremismo radical antiislámico, el noruego Anders Breivik terminó con la vida de 77 personas en un ataque doble. Primero, detonó un explosivo cerca de un edificio del Gobierno en Oslo, que mató a ocho personas. Luego, desató el terror en la isla de Utøya, en la que les disparó indiscriminadamente a cientos de jóvenes que gozaban de un campamento socialdemócrata de verano. En la isla hirió a decenas y mató a 69 jóvenes. En un país sin pena de muerte, lo condenaron a 21 años de prisión por perpetrar el peor ataque desde la Segunda Guerra Mundial. Ocho años después, llega a Colombia Atentado Utøya, la cinta que relata cruda y vivencialmente los ataques. SEMANA habló en exclusiva con su director sobre una proyección que puede convertirse en la primera película-monumento.

SEMANA: ¿Qué lo motivó a narrar ese día negro en la historia noruega?

ERIK POPPE: Creo que la situación actual en Noruega me llevó a contar la historia. En las semanas posteriores al incidente, muchos pensamos que teníamos la oportunidad de luchar contra el extremismo, y contra palabras radicales que rondan internet y propagan un discurso de extrema derecha. Luego de un año, tuvo lugar el juicio al terrorista, y supimos todo acerca de él; pero apenas terminó, vino el silencio. Y vimos cómo el clima en Noruega, en Europa y en el mundo occidental siguió enrarecido. Las palabras que inspiraron al terrorista siguieron circulando; de hecho, se propagaban más y más. Creímos que la discusión se daría, pero no fue el caso.

Necesitábamos un debate sobre qué hacer para prevenir que algo así se repitiera, y pensé que podía conseguirlo con una película respetuosa y digna frente a las víctimas, los sobrevivientes y sus familias. Pasé casi un año leyendo todo al respecto, entrevistando a más de 40 sobrevivientes y, en ese proceso, recibí su apoyo para asumir el reto.

SEMANA: ¿Qué implicó la decisión de narrar desde la perspectiva de las jóvenes víctimas?

E.P.: Pensar en cómo contar la historia fue crucial. Decidí hacerlo desde el punto de vista de una de las víctimas, totalmente, y no enfocarme en el terrorista. Muchos de los sobrevivientes me recalcaron que el ataque en Utøya duró 72 minutos, así que tenía que integrar el factor del tiempo, es decir, hacer de esos 72 minutos un personaje. Mostrar tiempo en el cine es complicado, y una manera de hacerlo es la toma única. Los sobrevivientes aportaron mucho e, incluso, sugirieron un plan para estrenar la cinta. A fin de que pudieran verla antes que el resto, decidimos hacer proyecciones exclusivas para los sobrevivientes y las familias de las víctimas en todo Noruega, con psicólogos y psiquiatras para asistirlos. Así que, si decidían que querían hacerlo, ellos veían la cinta primero.

Erik Poppe, director de Atentado Utøya. Foto: Archivo Semana

SEMANA: ¿Cómo recibieron el filme Noruega y Europa? ¿Desencadenó la conversación que pretendía poner en el tablero?

E.P.: La película provocó debates y discusiones. Cuando la estrenamos, primero en Noruega, luego en Escandinavia y el resto del mundo, tuvo un apoyo unánime. También resultó clave que, tres semanas después del estreno, el editor del Aftenposten, el gran diario de Noruega, escribió que la cinta había desencadenado una discusión sobre si se debía hacer un monumento a la memoria y sobre cómo debería ser. Han abierto convocatorias para que artistas de todo el mundo compartan sus propuestas, pero aún no nos hemos puesto de acuerdo. Quizás, en vez de un monumento, podríamos pensar esta película como ese monumento a la memoria, por la manera fiel en la que representa lo que sucedió. Y esto no se debe a mi esfuerzo, sí al de los chicos que la hicieron conmigo. Lo que vivieron es indescriptible, los respeto muchísimo.

SEMANA: Les da el crédito que merecen, pero el suyo nace de decisiones como –la toma única que respira y llora con estas víctimas– crear un thriller de la vida real...

E.P.: Hacer hoy una toma única no es tan difícil, pues no hay que llenar la cámara de cinta. Lo más complejo era conseguir a los jóvenes con la fortaleza mental suficiente para meterse en la historia. Por eso, otro momento definitivo surgió al conocer a Andrea Berntzen, quien interpreta a Kaja. Su fuerza y talento me convencieron de que podríamos hacerlo. El mayor reto, en resumen, fue el de encontrar a una joven actriz lo suficientemente valiente y fuerte para llevar esta cinta. Una vez los ubicamos a todos, después de siete meses, tuvimos que practicar mucho. Usualmente, ensayo un mes con mis actores, pero en este caso nos extendimos por más de tres meses. Trabajaba con amateurs, y tenía que prepararlos para lo que significa actuar en un filme. Tomó mucho tiempo, pero no concebía hacerlo de otra manera.

SEMANA: ¿Lo cambió esta película?

E.P.: Sin duda. Es la historia más complicada que he asumido, y me enfrentó a muchos dilemas éticos. ¿Era muy temprano para tocar el tema? ¿Era la manera adecuada? Incluso, considerando a los actores escogidos, ¿les generaba traumas a ellos también? Si no hubiera tenido el tiempo para preparar la cinta, habría cometido muchos errores; pero nos tomamos lo necesario e integramos a las familias que habían perdido a sus hijos, los invitamos a compartir opiniones sobre el peor día de sus vidas. Era necesario, y aprendí muchas cosas que ninguna otra de mis películas me pudieron haber enseñado. Agradezco eso. Honestamente, ahora soy un director muy distinto. Y retomar, definir qué viene ahora ha sido difícil, ¿cuántas historias pueden competir en fuerza con algo así?

SEMANA: En Colombia, los jóvenes sufren la violencia de un largo conflicto armado. ¿Pensó en el impacto de su película en el mundo, y en territorios que viven la violencia constantemente?

E.P.: La verdad, mientras la preparé y la hice, no. Pero cuando adelantaba el proceso de edición, mis agentes en Estados Unidos, en Londres y en París la vieron en una etapa inicial, y me mostraron que la cinta, a pesar de narrar los atentados de julio 22 en Noruega, perpetrados por un terrorista extremista, tenía un alcance más amplio del que imaginé. Cuando la proyectaron en Estados Unidos, antes de los Globos de Oro, la gente reaccionó y quería mostrarla por el país como respuesta a las matanzas en los colegios. En Francia la sintieron muy cercana, por los ataques de París. Y ahora que la cinta se ha visto en teatros de China, Japón, Sudáfrica, México y más, comprendí su alcance universal.

Andrea Berntzen interpreta a Kaja, el personaje central de la cinta. La cámara la sigue en el peor día en la historia noruega desde la Segunda Guerra Mundial, en la isla de Utøya

Frente al reto de edificar un monumento a la memoria de las víctimas, los sobrevivientes y las familias de los fallecidos apoyan que la película sirva para tal efecto.

SEMANA: Cuéntenos sobre su relación con Colombia.

E.P.: Colombia tiene un lugar especial en mi corazón. En los años ochenta fui corresponsal y fotógrafo, y visité Colombia por el desastre de Armero. Fui de los primeros en el área para cubrir lo que sucedió ese noviembre, y allá tomé fotografías y traté de contar lo que vi. Encontré fortaleza en su gente, y me enamoré del país y de sus luchas.

Desde entonces, les he seguido la pista. Las negociaciones de paz me trajeron recuerdos fuertes, e incluso regresé al país hace dos años con uno de los corresponsales séniores que conocí cuando estuve en 1985; volví para ver cómo Armero estaba hoy. Así que, de nuevo, siento algo fuerte por Colombia.