Cine
Augusto Sandino, director de la espectral ‘Entre la niebla’: “Vamos a abrir trocha y a buscar el cine”
Una película que vibra desde su sonido, impacta desde su fotografía y envuelve desde el retador viaje de su protagonista, este estreno empuja los límites del cine nacional y debe ser apreciado en las salas. Una mirada a la cinta y una charla con el director sobre una obra marcada por la libertad creativa.
Entre la niebla, de Augusto Sandino, oscila entre un delirio de páramo y una obra inolvidable, porque es ambas. No le queda grande el rótulo de película de autor y, desde esa perspectiva, se prueba una experiencia paralela y tan poderosa como Memoria, de Apichatpong Weerasethakul, la relevante coproducción filmada en Colombia que será nominada al Óscar en 2022. Tal como la cinta del tailandés, Entre la niebla es una película colombiana por cuenta de su marco (un equipo, en su mayoría colombiano, rodó en el país) que se hace universal en su espíritu, su experimentación, y a todos reta.
Sandino, un bogotano que mucho ha recorrido en su formación y ejercicio profesional, sigue labrando una carrera promisoria. En este, su segundo largometraje, ofrece un relato fílmico teatral con la arrolladora capacidad de envolver a su audiencia en la sala y agitarla físicamente con sus latidos y estruendos. Su sonido espectral y sus bajos devastan al ritmo del registro visual, ya sea sugiriendo una guerra, un adiós, una conversación por walkie-talkie o un viento helado. No son aspectos menores, tomaron años en perfeccionarse.
Libre y surrealista, la película es poco tímida en sugerir las problemáticas que la inspiran. Algo transmiten esas botas pantaneras en fuentes de agua manchadas de rojo, algo sugieren las fresas (¿el sexo de la naturaleza?), algo significan las escaleras eléctricas al cielo y algo sentencian los hombres de camisas blancas y los cuervos habitando ranchos abandonados bajo lluvias copiosas. Entre la niebla es cine, y no siempre es agradable, no siempre cierra o se explica porque así es la vida. Es un reflejo de la complejidad de la existencia y tensión que viven quienes salvaguardan las últimas fuentes naturales. Una manifestación de sus campos perdidos, sus guerras temidas y sus dramas sepultados. La voz de Sandino y su apuesta rotunda dejan huella desde los primeros marcos y no temen asombrar para retar y dejar cicatriz.
En el sensible páramo de Sumapaz, donde se filmó la película, ese territorio en el que nacen las aguas y cuyo destino define el de la humanidad, el ambiente es vasto y a la vez minimalista. El personaje que lo habita se llama F, y lo interpreta el fotógrafo Sebastián Pii, una persona sin experiencia actoral que se sumergió de cuerpo y alma en su rol y dio vida a un protagonista inédito. Sebastián padece el síndrome de Hallermann-Streiff, una condición que presentan menos de 100 personas en el mundo, y para Sandino fue el hombre perfecto para encarnar la singularidad de F, su humanidad de gozos, impulsos creativos y sexuales y miedos, como los de él solo y los del resto.
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A través de F se van revelando los temas que el director filtró en su narración: la despedida de un ser querido (en el caso del personaje y del director, de la figura paterna), la crisis medioambiental aguda, el desplazamiento forzado, la colonización desde el idioma, la homogeneización de las culturas... Desde imágenes y algunos fugaces textos escritos en la pantalla, y sirviéndose de diálogos apenas sugeridos o intermediados (en dialecto Sunapakún, en español, en inglés), el director bogotano ofrece las piezas de su narración. No es un relato convencional o masticado, es una película de fotografía asombrosa y un aura sensorial, dolorosa, poética e inspiradora desde su apuesta.
Después de Suave el aliento, su ópera prima, una carta de amor que le filmó a Bogotá y estrenó en 2016, en la que miraba en 24 horas las relaciones de varios personajes de la clase media popular de la ciudad en la que nació (con Gustavo Angarita y Vicky Hernández en su reparto), el director toma un paso exponencial en lo que a exploraciones y obras se refiere. Esto nos dijo sobre su estreno.
Palabra del director
SEMANA: En la era del streaming, ¿qué es para usted el cine hoy?
Augusto Sandino: De las plataformas y de su llegada se ha hablado exhaustivamente, sobre todo desde la pandemia, cuando comenzaron a crecer con tanta presencia a nivel global,. Llegaron para quedarse, pero creo que la gente necesita el ritual de la sala de cine. Es una experiencia colectiva, con imagen y sonido de calidad. Lo asemejo a ir al teatro, en que no porque existan el cine y la televisión se deja de ir a ver actores en vivo. El cine es una experiencia, y en esta época la gente quiere experiencias, entonces, se valora ir a ver una película en sala.
SEMANA: ¿Qué tan complicado fue realizar en Colombia una visión basada en la experiencia artística como Entre la niebla?
A.S.: Lo hice así, sin tener que preguntarle a nadie, sin pedir permisos ni hacer concesiones. Quería hacer esta película con absoluta libertad, y para eso tenía que contar con claridad y cómplices que se montaran en el proyecto en una fase embrionaria. Siempre he perseguido una voz autoral, sin copiar nada. Hice mi propia película con valentía, terquedad y mucha perseverancia. Ha sido un proceso largo.
SEMANA: ¿Cuánto le tomó idearla y completarla?
A.S.: Tan pronto me liberé de Suave el aliento, empujado por una cuestión familiar como la muerte de mi padre, empecé a pensar en elementos para construir una segunda película.
Yo hablo de las películas que uno va armando durante mucho años, y finalmente se materializan mucho tiempo después. Un director consagrado, como Alfonso Cuarón, trabajó en hacer Roma veinte años. Son esas películas que están ahí, que vienen y te visitan de vez en cuando y escribes un poco, mientras haces otras cosas. Le pondría unos cinco años de trabajo, no permanente, pero sí en los que se armó el concepto, y luego ya quisimos hacerla rápido, por una cuestión con el actor. Nos tocó apretar el acelerador y filmar. Y en la etapa de ensamble, de montaje, de sonido, de los efectos visuales, me tomé un tiempo “preciso”.
Se atravesó además la pandemia, la crisis, el cierre de salas... Y yo no quería estrenar la película en un festival online (los había importantes, pero todos online). Fui terco con eso, no quise mandar la película así, y esperé a que fuera un festival presencial. Entonces llegó la invitación de Tallin Black Nights (en Estonia), un festival en el que ya había estado y del que conozco la calidad y el impacto en la industria europea. Ahí fue.
SEMANA: La estrenó en ese escenario acostumbrado al cine de autor. ¿Qué reacción recibió y qué reacción espera del público colombiano?
A.S.: La vieron con mucha curiosidad e interés. Los comentarios de la gente, de la crítica y de la prensa internacional fueron muy positivos. Uno hace películas, y estas no tienen que gustarle a todo el mundo, pero hemos conectado con públicos que no saben muy bien de qué se trata la película pero entienden que hay algo más, que trabaja a nivel de lenguaje cinematográfico, a nivel onírico, a nivel emotivo.
Me interesa mucho conocer las reacciones de la gente cuando vea la película, pues la gente no sabe dónde ubicarla, y eso me gusta. Me interesa la reacción de la gente frente al comentario que hago, histórico, político, social, medioambiental, pero sobre todo humano.
SEMANA: ¿De qué habla Entre la niebla?
A.S.: De muchas cosas que a mí me preocupan de este país. Son inquietudes mías, y hacen un comentario político, medioambiental, con relación al desplazamiento forzado, con relación al problema del agua. Habla también de la nueva colonización de la que somos víctimas, por la que estamos siendo arrollados, la colonización del inglés, de la información, la homogeneización de las culturas... Esto pasa en todo el mundo, en Australia con los pueblos aborígenes, en África y en Latinoamérica, por supuesto, pues ya vivimos una “tercera” colonia. La película comenta desde el cine, no es ni panfletaria, ni militante, es una película que de manera artística busca visitar esos territorios.
SEMANA: ¿Cómo se dio esa dinámica con Sebastián y el equipo en este lugar tan demente?
A.S.: Fue un trabajo de complicidad, como compañeros de viaje. Ahora, estaba él como actor, el fotógrafo, los asistentes... Fuimos un equipo muy reducido, por las mismas condiciones en el páramo, por movilización, las distancias, la inclemencia de la temperatura, la humedad, la altura. Fue un rodaje muy exigente y no podía ser largo.
El trabajo fue de mucha conversación, y siempre dije: “Vamos a hacer una película libre con un guion sui géneris, vamos a explorar territorios vírgenes, vamos a abrir una trocha y vamos a buscar el cine”. Suena pretencioso, pero es una manera real de afrontar un proyecto
El trabajo fue de mucha conversación, y siempre dije: “Vamos a hacer una película libre con un guion sui géneris, vamos a explorar territorios vírgenes, vamos a abrir una trocha y vamos a buscar el cine”. Suena pretencioso, pero es una manera real de afrontar un proyecto. No se trataba de ir y calcar escenas preconcebidas, en storyboards, se trataba de buscar el espíritu y no desligarnos del concepto original de la película que era, precisamente, de atmósferas, de sensaciones... donde los ambientes influenciaran cosas. Y por supuesto que la improvisación estuvo presente ahí, porque es como que yo concibo que el cine debe ser más por ese lado.
SEMANA: Muchas imágenes simbólicas comparte a lo largo de la película, desde aguas ensangrentadas hasta escaleras eléctricas al cielo, ¿qué tanto le gusta explicar sus imágenes?
A.S.: Sería muy desafortunado que yo tuviera que explicar la película, eso es como explicar un chiste. La gente busca una relación, un relacionamiento desde su capacidad de observación, desde su sensibilidad y desde su experiencia personal. Si esto lo ve una persona que ha vivido en el páramo de Sumapaz en los últimos 40 años, puede tener una relación muy distinta a la que tendrá alguien en Barranquilla, en la ciudad. Pero no quiere decir que la persona en Barranquilla se sienta enajenada por la película. La experiencia que tú traes cuando vas a enfrentarte a una obra de arte, o frente a una propuesta artística, es lo que la va a complementar.
La experiencia que tú traes cuando vas a enfrentarte a una obra de arte, o frente a una propuesta artística, es lo que la va a complementar.
Alguna vez estaba yo en Madrid, y había una señora en el museo viendo el Guernica de Picasso. Y yo entré tipo 10 de la mañana, y volví a pasar por ahí tres horas después y la mujer estaba ahí mismo, sentada, llorando. Estaba siendo una observante de esa obra, estaba teniendo una relación y una catarsis, totalmente conmovida, y eso me tocó. La miré, me impresionó. Volví a pasar un rato después, y ahí seguía. En un museo tú ves gente que pasa por el frente de una obra de arte, en 30 segundos la mira de arriba a abajo, dice “Ok, ¿esto de quién es? Ah, Tiziano, bueno” y sigue derecho. También se ve gente que se toma el trabajo de que la obra le hable, le narre, se genera un vínculo. Y en ese vínculo sí que una parte es el espectador.
Sobre eso también hay mucha especulación. Se habla de que “la obra la completa el espectador”. Yo no creo que la complete, pero la obra sí adquiere una dimensión personal dentro de cada quién. Habrá personas que vean ‘Entre la niebla’ y sientan que está diciendo algo, que está preguntando cosas, o que está contándole sucesos de una manera más directa, o habrá quienes no entren en el viaje. Yo siempre hablo de la “oportunidad del viaje”, esto es un tren, súbete y si te gusta, lo disfrutas, si no, te bajas.
La película sí busca establecer un diálogo con el espectador, pero no un diálogo masticado, como hace muchas ocasiones el cine comercial, el de Hollywood, muy explicativo, muy directo (no por eso desechable). Y la gente se acostumbra a ese tipo de narrativas, y apela al “no entendí”, al “eso no queda claro”, o “eso no me lo explicaron”, y a veces es chévere que a uno no le expliquen las cosas. A uno nadie le explica la vida, ¿no? Y nada cierra, la vida misma no tiene un “Colorín Colorado”. Tú a veces ves a alguien y no sabes si volverás a ver a esa persona, si el momento se volverá a repetir, o si volverás a ese lugar que visitaste. Siempre como que la vida queda suspendida, y a mí me interesa jugar con esas triquiñuelas que tiene el tiempo y el lugar. Y eso está un tanto implícito en la película.
La gente se acostumbra a ese tipo de narrativas, y apela al “no entendí”, al “eso no queda claro”, o “eso no me lo explicaron”, y a veces es chévere que a uno no le expliquen las cosas. A uno nadie le explica la vida, ¿no?
SEMANA: En varios de sus cortometrajes y en su ópera prima ‘Suave el aliento’ aborda relaciones, ya sea románticas, familiares, incluso con la ciudad, ¿qué une a ‘Entre la niebla’ con sus trabajos previos?
A.S.: Son películas personales, ambas, mías, nacen del mismo lugar. Son inquietudes frente al ser humano y su relacionamiento profundo con el otro. En ‘Suave el aliento’ yo hablo de la familia, yo soy bogotano y es una carta de amor a Bogotá, hablando de 24 horas en la afectividad de una familia de la clase media popular. En los cortos, que empiezo a hacer muy joven, abordan las relaciones. Son inquietudes que uno tiene en cada momento, pero también me mueven ahora.
Me interesa mucho el tema de la configuración de la familia, la familia del siglo XXI es una muy distinta a la del siglo XIX o primera mitad del siglo XX. Ahora, con la contemporaneidad, con la urbanización, con la influencia exterior que tienen las personas, todo va cambiando. Ahora hay familias de mujer con gato, hombre con perro, hombre con hombre, mujer con mujer...
A mí, desde ese material, que es el ser humano y su relacionamiento, me era importante construir esa relación de un hijo con su padre, pero también de un joven, un hombrecillo con un lugar. Y no por eso es menos importante, en la vida también hay muchos solitarios. El tipo tiene una relación con los marranos, con las gallinas, con el árbol, con el agua, con la montaña, con esos personajes guardianes que le hablan por el radio (a su papá), con su papá que ya no habla, entonces era interesante explorar esa relación sin texto, esa relación de la no palabra, y cómo desde ahí también se construyen la afectividad y el amor.
A mí, desde ese material, que es el ser humano y su relacionamiento, me era importante construir esa relación de un hijo con su padre, pero también de un joven, un hombrecillo con un lugar. Y no por eso es menos importante, en la vida también hay muchos solitarios.
‘Suave el aliento’ expresa el amor de una forma contemporánea, urbana, es bogotana, habla de las inquietudes que tienen unos personajes muy puntuales en el curso de 24 horas en una ciudad, con su afectividad, sus soledades y también su incomunicación. Pero si tú te das cuenta, ‘Entre la niebla’ habla de esa incomunicación, la misma que existe en trabajos como ‘Aniversario’ o como ‘Trate de ser amable con ella’ o como ‘Pelos’ o ‘Noche de lluvia’. Son películas atravesadas por la incomunicación, la falta de comunicación y esta se puede plasmar de muchas formas. Tienen el mismo origen, y lo que cambia es la forma. Y si se piensa que no se parecen, pues claro, qué pereza hacer la misma película otra vez. Eso lo hace Woody Allen, películas con su sello y su mismo espíritu. Aquí yo quería probar otras cosas, y probablemente mi siguiente película será diferente, pero en este momento ya tengo una claridad frente al cine y al discurso que me interesa seguir explorando.
SEMANA: Una película como ‘Monos’ crea atmósferas paralelas a algunas que transmite su película y, en su experimentación, ‘Los conductos’ viene a la mente. ¿Siente que su película habla con otras producciones colombianas?, ¿hace parte de una tradición de cine colombiano?
A.S.: No pienso mucho en ese tema porque yo no estoy haciendo cine colombiano. Yo soy colombiano, vivo en Colombia, y por ende mi película será colombiana. Nuestra empresa de producción tiene lugar en Colombia... Seguramente la obra se irá metiendo ahí, pero no siento que yo haga cine colombiano. Ese concepto no lo entiendo. Hay cineastas colombianos que me parecen maravillosos. Cada quien tiene su proceso, y eso me encanta,, que de diez años para acá se ha abierto un jardín de posibilidades estéticas, narrativas, temáticas, de género, y es interesante que la actividad cinematográfica se convierta en una industria pequeña. Anteriormente había una actividad, no una industria. Aquí hay industria de televisión, no de cine, y en esa medida es interesante que haya miradas diversas. También que haya cineastas que viven fuera y hagan cosas en Colombia. Esas miradas son muy interesantes, uno ve al país de otra forma.
No siento que yo haga cine colombiano. Ese concepto no lo entiendo. Hay cineastas colombianos que me parecen maravillosos. Cada quien tiene su proceso, y eso me encanta que, de diez años para acá, se ha abierto un jardín de posibilidades estéticas, narrativas, temáticas, de género, y es interesante que la actividad cinematográfica se convierta en una industria pequeña
SEMANA: Cuéntenos sobre el trabajo de la imagen, la fotografía es asombrosa...
A.S.: La fotografía la hace Gio Park, un surcoreano que vive en Cali. Ya había hecho cortos y documentales, y me parecía que era perfecto para la película. Era buso, aventurero, sabia artes marciales, era guerrero, y tenía hambre, pasión. Hace un trabajo magnifico. La película está iluminada 90 por ciento en luz natural, y la atmósfera que da el páramo, con esa niebla, también es un filtro natural, como los matices de verde... Y también fue muy importante la colorización. La imagen es producto de pensar mucho pero también de la calidad técnica de quienes me acompañaron en la película.
SEMANA: ¿Qué proyecto asume ahora?
A.S.: Durante todo este tiempo coescribí dos miniseries para plataformas, están muy bien, las llamaría de televisión de autor. Preparo también el tercer largometraje y estoy coproduciendo dos películas.
Yo siempre busco ese “otro apoyo” más por fuera. La torre la hicimos en coproducción con México, La forma del presente con Noruega, y de esa experiencia entran Noruega y República Checa a Entre la niebla. Cada película abre su camino y deja sus puertas abiertas, y desde ese sentido ha sido fructífero hacer estas películas que son pequeñitas pero no por eso menos valiosas.
SEMANA: ¿Qué viene leyendo?
A.S.: He estado releyendo un libro de Antonio Caballero, muy gracioso e interesante, Historia de Colombia y sus oligarquías. Lo había leído cuando salió, pero lo veo ahora con otros ojos a partir de una lectura que hice de un libro de Jorge Orlando Melo, Colombia, una historia mínima, donde narra un poco el país desde que lo somos, hace unos 200 años.
En literatura estoy leyendo ‘Las travesías’ de Gilmer Mesa (que escribió ‘La cuadra’, y con quien co-escribí una de las mini series), tengo el de Evelio Rosero pendiente y leí ‘Los abismos’ de Pilar Quintana. Leo también relatos cortos de Chéjov. Yo pico aquí, pico allá, cambio todo el tiempo, pero siempre fascinado por la lectura. Leo mucha historia y mucha política....
SEMANA: ¿Le más de lo que ve cine?
A.S.: Veo mucho cine, entre una y cuatro películas al día. Duermo poco, veo mucho cine, leo y cocino.
SEMANA: ¿Algo que quiera añadir?
A.S.: Me gustaría muchísimo conocer las reacciones de la gente cuando vea ‘Entre la niebla’. Desde que empecé a mostrarla (que ha sido muy poco) hubo reacciones como “Este qué se fumo, cómo hizo esto, está muy loco” y también reacciones como la de Munir Falah, que fue muy efusiva desde el primer instante. Me llamó y me habló de la película unos veinte minutos y después quiso ser parte, y nos apoyó bastante. La película siempre ha tenido eso, como que la gente no sabe dónde ubicarla, y eso me gusta. Es decir, “esto con qué se come”, es como un platillo para comer solo, digerirlo solo.
Me interesa la reacción de la gente frente al comentario que hago, histórico, político, social, medioambiental, pero sobre todo humano. Es una película que de manera muy humilde visita esos lugares, ya la interesa que hagan los colombianos de la película me interesa, me parece muy importante porque también uno hace este cine para eso. Soy cineasta, hago una película. Hablo del país que me ha tocado vivir a mí y cómo la gente al ver esa expresión sensible, reaccione... eso es crucial. Que la película no se olvide, que se comente, que se debata. Mejor que se hable de ella a que no se hable de ella.