LITERATURA
La magia del misterio y el anonimato
Hace poco se descubrió la identidad de la escritora Elena Ferrante. ¿Pierde la magia su relación con los lectores? ¿Cuál es el encanto del misterio?
El autor es una de las figuras más importantes en la industria editorial. Es quien se lleva los premios, los aplausos y las innumerables invitaciones. ¿Por qué entonces querría un escritor permanecer en el anonimato y no disfrutar del reconocimiento? Para algunos existe una gloria mayor: El misterio.
Esta semana se reveló la identidad de Elena Ferrante, una de las pocas autoras contemporáneas con éxito que había logrado mantenerse en el anonimato. Ahora el mundo sabe que quien está detrás de la exitosa tetralogía Dos amigas es Anita Raja, una traductora italiana de 63 años, experta en literatura alemana que trabaja para la editorial Edizione.
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¿Por qué amamos a los autores anónimos y a la vez queremos saber hasta lo último de ellos? ¿Se pierde la magia al conocer la identidad de esos autores que han querido camuflarse?
Guido Tamayo, autor de Juego de niños y quien tiene una larga trayectoria en el ámbito del libro, manifestó a Semana.com que la literatura es un juego de imaginación, de palabras, y que lo sucedido con Elena Ferrante es un irrespeto tanto con la autora como con el lector. “El autor también puede ser un personaje de ficción y hay que respetar la creación de ese personaje. Lo que Raja proponía era un juego de inteligencia con sus lectores. Claro que se pierde la magia y es decepcionante que me creen una identidad de esa persona que se caracterizaba por ser misteriosa”.
El pasado 2 de Octubre se descubrió que Anita Raja es Elena Ferrante. Fotografía: AP.
La idea que propone Tamayo es la misma que expresó el filósofo danés Søren Kierkegaard (1813 - 1855): “La razón esencial de mis seudónimos es el expresar diferentes modos de existir y de concebir la vida, sin que éstas correspondan a mis propias convicciones”.
La literatura como un juego se ve reflejada en el trabajo de Fernando Pessoa (1888 -1935), el poeta portugués que creaba personalidades literarias distintas para escribir libros. Esta figura es conocida como ‘heterónimo’ porque ese personaje que el autor ha construido cuenta con características propias. Pessoa creó 70 heterónimos con sus respectivas vidas y biografías, y algunos de ellos fueron mujeres. Entre sus creaciones más destacadas estaban Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis.
“Siempre hay un pacto entre el lector y el autor –agrega Tamayo– si el autor quiere aparecer como otro, uno debe entrar en ese juego misterioso y jugar con él. Lo que hace un autor es proponer una serie de convenciones de ficción para entrar en el juego. Cuando se revela la identidad del autor que quería estar oculto esa complicidad se pierde”.
¿Por qué los autores se enmascaran?
Usar un seudónimo o nombre falso puede resultar fascinante para el autor porque le permite actuar de formas distintas. “Muchos dicen cosas que de otra manera no dirían y además genera en el lector ansiedad por el deseo de saber”, explicó a Semana.com el periodista y poeta Juan Gustavo Cobo.
Una de esas autoras polémicas y enigmáticas fue la francesa Anne Desclos (1907 – 1998), quien se escondía tras seudónimos para firmar sus libros eróticos, que en los años 40 eran todo un escándalo. El más conocido fue La historia de O que firmó bajo el seudónimo de Pauline Réage.
Anne Desclos fue la autora de la novela erótica La historia de O. Fotografía: Archivo particular.
“Con Pauline lo que pasó fue que la gente se enteró quién era y se desilusionó porque la escritora era una persona normal, común y corriente”, comenta Cobo y agrega que “cuando se revela la identidad de alguien que se mostraba como un personaje misterioso se pierde un mito que es lo que le gusta a la gente”.
El escritor Antonio García cuenta que el seudónimo es conocido en la literatura desde la antigüedad y por mucho tiempo fue utilizado para hacer críticas sociales o políticas. En la mayoría de los casos nunca se llegó a conocer la identidad de los personajes que estaban tras el seudónimo pues podrían desde ser rechazados por la sociedad hasta ir a la cárcel o morir.
Un ejemplo de estos autores fue el español romántico Mariano José de Larra (1809 – 1837), quien escribía bajo los seudónimos El Duende, Juan Pérez y Fígaro. Usaba estos nombres para hacer críticas sobre la sociedad y el absolutismo que vivía su país en ese entonces. Sus temas estuvieron centrados en la censura, la pena capital y la familia. Cada vez que lo descubrían cerraban el periódico donde él publicaba sus sátiras.
Entre los escritores misteriosos colombianos se encuentra el poeta y periodista Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942), quien cambió su nombre original, Miguel Ángel Osorio Benítez, debido a los problemas judiciales causados por su homónimo. También usó los seudónimos Juan Sin Miedo, Juan Sin Tierra, Juan Azteca, Junius, Cálifax, Almafuerte y El Corresponsal Viajero para firmar sus artículos periodísticos.
El poeta y periodista colombiano Porfirio Barba Jacob fue conocido por el uso de un gran número de seudónimos. Fotografía: Archivo particular.
Siendo jefe de redacción en un periódico mexicano Barba Jacob fue a dar a la cárcel durante seis meses por sus críticas a políticos. Más adelante, con el seudónimo de Emigdio S. Paniagua, publicó en 1913 el reportaje periodístico El combate de la ciudadela narrado por un extranjero, sobre los sangrientos sucesos que siguieron al asesinato del presidente Francisco Madero y que se conocen como la "Decena trágica".
Otras formas de misterio
La única forma de generar ese misterio no es ocultando el nombre. Ese enigma se puede crear también cuando el autor se aleja de la prensa para guardar su privacidad, o en el peor de los casos, como estrategia comercial. La poeta Piedad Bonett explica que la literatura está llena de seudónimos y que la mayoría de las veces la gente sabe quién es la persona que está detrás de ese nombre falso y mucho más en la “era de la información”.
D.J. Salinger (1919 - 2010) el escritor estadounidense conocido por su novela El guardián entre el centeno, es uno de esos autores que generaba intriga. Aunque firmaba con su nombre y la gente sabía quién era, él siempre se alejó de la prensa. Escapaba por todos los medios de la exposición del público. Como su obra y sus cuentos eran un éxito, los lectores querían saber más de su vida y se generaba mayor expectación por su decisión de ocultarse y alejarse de los reflectores. Pero era tal el deseo de saber sobre este autor que los paparazzi llegaban incluso a escarbar en su basura para ver qué encontraban.
Gran parte de su vida íntima terminó por ser conocida ya que Ian Hamilton, un escritor británico, accedió a las cartas que Salinger envió a las mujeres con las que había mantenido relaciones amorosas, y a partir de éstas hizo una biografía J. D. Salinger: A writing life. Su nombre también llamó mucho la atención cuando Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, fue encontrado con El guardián entre el centeno. La historia pronto tuvo tal importancia para Chapman, que declaró que deseaba modelar su vida a imagen del protagonista. Esto hizo que se buscara más información acerca de este autor que tenía tal capacidad de impacto.
Un caso similar en estos días es el del escritor estadounidense Thomas Pynchon, de 79 años, quien es autor de la exitosa novela El arcoíris de la gravedad. No se sabe mayor cosa de él, tan solo su nombre, su biografía básica y desde hace más de dos décadas no se conocen fotografías suyas. Por eso se generan muchas especulaciones alrededor de su vida.
Es tan fascinante la idea de un escritor que se oculta que incluso se ha vuelto un tema literario. Jorge Luis Borges (1899 – 1986), por ejemplo, usó el tema de los escritores ocultos o fantasmas en su obra Pierre Menard, autor del Quijote. Es una historia que narra la vida de un autor misterioso que quería ser como Cervantes y quien escribió en el s. XX dos capítulos, el noveno y el trigésimo, del Quijote.
No se conocen más fotografías del autor Thomas Pynchon. Han aparecido otras de hombres con un gran parecido pero no se ha confirmado que sea el escritor estadounidense. Fotografía: Archivo particular.
Antonio García le cuenta a este portal que de hecho obras de personalidades importantes de la literatura como el autor chileno Roberto Bolaño (1953 – 2003), están basadas en el misterio que produce un autor que se oculta. Con Los detectives salvajes Bolaño narra la búsqueda de información sobre una escritora de la que no se sabe mucho, Cesarea Tinajero. El ocultamiento también fue el tema central en su premiada obra 2666.
Aunque la atracción que generan las máscaras y el ocultamiento puede llegar a niveles alucinantes, eso no significa que al lector no le atraiga también un autor que tenga una biografía interesante. “Uno siempre quiere saber la biografía de los extraordinarios –dice Bonett– ¿Quién no quiere saber sobre la vida de Víctor Hugo, Dostoievski o Tolstoi? Y si esas biografías son extraordinarias, de viajeros, o de gente con vidas trágicas hay una mayor ansia por saber. El lector tiene esas contradicciones: le fascina el misterio e indagar hasta lo último a la vez”.