Cine

Camino a la redención

El director de 'Hotel Rwanda' se asoma a la manera como enfrentan la muerte las sociedades que no la tienen tan cerca.

Ricardo Silva Romero
7 de junio de 2008
El abogado Dwight Arno (Mark Ruffalo) vuelve con su hijo de un partido de los Medias Rojas de Boston

Titulo original: Reservation Road.
Año de estreno: 2007.
Dirección: Terry George.
Actores: Joaquin Phoenix, Mark Ruffalo, Jennifer Connelly, Mira Sorvino, Elle Fanning, Sean Curley, Eddie Alderson.


Van 30 minutos de Camino a la redención. Alguien en el cine dice "esto parece de televisión". Y yo le doy la razón una hora después, cerca del final, porque tanto la historia que cuenta, como la forma en que ha sido filmada, consiguen hacerle pensar al espectador que en cualquier momento llegarán los comerciales. La trama (la siempre injusta muerte de un hijo) se ha explorado en años recientes, con mucha mejor suerte, en largometrajes como En el dormitorio (2001), La habitación del hijo (2001) o La vida continúa (2002). Así que todo apunta a que hay que ser un cineasta como el estadounidense Todd Field o la danesa Susanne Bier, un realizador más sensible a los pequeños gestos humanos que a las grandes noticias, para que semejante horror no se quede en la anécdota, para que no termine todo en la caneca de los tramposos melodramas "inspirados en hechos reales".

Camino a la redención nos presenta, para empezar, a dos padres responsables: el profesor Ethan Learner y el abogado Dwight Arno. El primero ha parado con su familia en una estación de gasolina a la orilla del camino. El segundo vuelve en su camioneta gigante, con su hijo, desde el estadio de béisbol en donde acaban de ver un partido de los Medias Rojas de Boston. Y entonces sucede el accidente. El hijo de los Learner, Josh, se asoma a la carretera para liberar a unas luciérnagas que ha encontrado por ahí. Y el señor Arno lo atropella en el intento de evitarse un estrellón con un carro que viene en dirección contraria. Las cosas, desde ese momento, se enredarán a más no poder. El abogado huirá. Y el profesor buscará al asesino de su niño para vengarse.

Servirá, para no sentirse viendo Hallmark, el talento inmenso de los tres actores protagonistas: Joaquin Phoenix, Mark Ruffalo y Jennifer Connelly han conseguido ir y venir de Hollywood al cine norteamericano independiente, de las aventuras más comerciales a los relatos más exigentes, porque tienen clarísimo siempre en qué escenario están parados y qué historia están ayudando a contar. Acá los tres pierden los nervios en medio de semejante duelo. Contienen la tristeza como se contiene la ira. Y estallan, en el clímax del drama, en una secuencia que se va quedando sin aire lamentablemente como todos los conflictos que se presentan desde el principio de la película.

Terry George, el director de la estupenda Hotel Rwanda, ha querido esta vez explorar cómo reaccionan a la muerte esas sociedades primermundistas alejadas de los horrores que trae la pobreza. Ha querido que nos identifiquemos con todos sus personajes, claro, pero no se ha tomado el tiempo de verlos como algo más que protagonistas de una nota de prensa. Eso es: en el proceso de narrar los hechos no sólo ha descuidado la realización (resultan sosos la cámara, el montaje, los personajes secundarios) sino que, como cualquier dramita de televisión, ha perdido de vista a sus héroes.