CANTANDO A LA FUERZA
La película de "Menudo" despierta tanta controversia como el grupo mismo: ¿por qué tanta alegría? ¿por qué tanto fervor?
Lo del jardín no es para despistar sino para referirme simultáneamente a la película de Menudo y al cortometraje que sobre el Jardín Botánico de Bogotá se proyecta junto con la película.
Divagaciones, porque "Una aventura llamada Menudo" está de antemano destruída si la miramos con criterios de calidad. Tiene un "conflicto" muy simple desarrollado de una forma todavía más simple, lo cual no tiene nada de malo ni de descalificador. Lo malo es que no es una película sino unas situaciones creadas únicamente para introducir canciones a la fuerza. Y mientras los Menudos cantan la cámara no sabe qué hacer. Muestra paisajes, la luna, caras sonrientes que frenan por completo el desarrollo de la película. Le pasa lo mismo que al corto colombiano sobre el Jardín Botánico: la pobre imagen no sabe qué hacer mientras la voz del locutor grita su conferencia sobre la historia del Jardín, sobre las ventajas de tenerlo en medio de la ciudad y las características de las plantas. Se hubiera podido cambiar el orden de las imágenes y nada habría pasado. Eso indica que no existe ninguna relación entre la imagen y el sonido, que se le dijo a alguien vaya y filme y a otro vaya y escriba sobre el Jardín. Después se unieron las dos cosas y quedó listo el cortometraje para obligarnos a pagar por verlo (usted pagó no solo por la película sino por el corto). La película no tenía, por fortuna, una conferencia con estadísticas pero sí unas canciones que había que meter a las buenas o a las malas, y como la pantalla no se puede dejar en blanco mientras se oye la canción, se filmó lo primero que se encontró.
El niño está acostumbrado a seguir conflictos, tramas y desarrollos de películas en cine y televisión muy complejas, en las que los personajes recuerdan, imaginan, se cambia de tiempo y espacio, los datos apenas se insinúan exigiendo un fuerte trabajo relacional. Aquello de que la televisión lo da todo masticado y que castra la imaginación es puro cuento. La actividad imaginativa y mental que desata el seguimiento de una serie como "El hombre nuclear" o "Zafiro y acero" es por lo menos equiparable al que exige la lectura de un libro, ese paradigma de "la cultura" que tanto defienden los adversarios de la imagen (cine y IV) temerosos del derrumbe de una forma de ser culto. No ataco al libro, simplemente me parece absurdo que para defenderlo se recurra al subterfugio de buscarle adversarios --otra vez el cine y la televisión-- y de identificarlo con la cultura.
Pero mi raciocinio iba a otra inquietud; si el niño tiene esa agilidad, no pocas veces superior a la de sus padres, para seguir conflictos y desarrollos complicados, ¿por qué entonces se entusiasma con algo tan simple como la película de Menudo?
La pregunta presentaría un problema real si la participación del espectador en una película dependiera exclusivamente de las cualidades internas de ésta y no de condiciones externas. En este caso, lo único que se requería era que la película mostrara a los integrantes del grupo, requisito que alcanza a cumplir. Como también lo cumple el corto sobre el Jardín Botánico al mostrar matas, flores y árboles. La diferencia está en que no existe el "fenómeno Jardín" y sí el "fenómeno Menudo" que logra ocultar la pobreza de la película. El niño completa todo lo que le falta. Por el contrario, la falta de creatividad del corto del Jardín queda expuesta en toda su desnudez.
Divagación sobre la participación
Pero "Una aventura llamada Menudo" no se limita a mostrar los cinco ídolos juveniles. Los coloca en situaciones cercanas a la realidad del niño, o a las acciones de los héroes televisivos (acrobacias en moto, fuga de un sitio extraño con mayordomo sospechoso, karatecas, vuelo en globo), o a los deseos de una adolescencia naciente (el primer beso, el primer amor, los triunfos). Es una mezcla de "somos iguales" y "somos lejanos", de "somos reales" pero tambien "estamos en el mundo de la ficción".
Esta mezcla es otro elemento que contribuye a que se desate el mecanismo de participación, previo el interés que lleva el niño al entrar al teatro. Me ha llamado la atención que columnistas y hasta editorialistas de periódicos hayan visto aqui un fenómeno de participación activa por parte de los espectadores . Son los mismos escritores o comentaristas que días antes criticaban la televisión por estar formando a los niños, entonces vistos como espectadores pasivos, en la escuela de la violencia, y por estar degradando el gusto y el desarrollo cultural con la baja calidad de los programas. No falta quien haya hablado de actividad idiotizante de la televisión sobre mentalidades apenas en formación. ¿Qué ha pasado para que ahora se vea en Menudo "un síntoma alentador: podemos tener esperanzas en una juventud que goza y se conmueve con las expresiones de alegría, carentes de malicia"? ¿Por qué la forma como los niños participan ante Menudo se interpreta ahora como "la prueba de que existe todavía algo por encima de tantos desastres"?
En síntesis, si le gusta Mazinger es signo inequívoco de que el niño está recibiendo pasivamente una influencia perjudicial, si le gustan Las señoritas Gutiérrez es prueba fehaciente de que su cultura esta siendo vulgarizada, pero si les gusta Menudo es señal de que el niño desea activamente amor y que, por lo tanto, "no se irá al monte a tumbar el sistema". Hay incongruencia, o el niño es pasivo siempre y entonces estaría recibiendo influjo maligno también de Menudo, o es activo siempre y entonces hay que rehacer por completo el análisis que en esos escritos se hace sobre la influencia en los niños de la violencia y la "chabacanería" televisiva y cinematográfica.
Divagación sobre Meléndez
En un programa de televisión sobre cine colombiano apareció Ramiro Meléndez a proclamar su brillante hoja de vida cinematográfica. Se le olvidó decir que era como productor, como financiador de películas en México, no como director. Son dos cosas distintas. Dirigir una empresa en México no significa capacidad para dirigir las películas en Colombia. La muestra está en el corto sobre el Jardín Botánico de Bogotá, un corto bastante menudo.--
Hernando Martínez Pardo