Cartas desde Iwo Jima
Clint Eastwood presenta, ahora, a los honorables soldados japoneses que dieron la vida en la batalla que ya narró en 'La conquista del honor'.
Título original: Letters from Iwo Jima.
Año de estreno: 2006. Dirección: Clint Eastwood.
Guión: Iris Yamashita y Paul Haggis, basado en el libro 'Cartas del comandante en jefe', de Tadamichi Kuribayashi y Tsuyoko Yoshido.
Actores: Ken Watanabe, Kazunari Ninomiya, Shido Nakamura, Tsuyoshi Ihara, Ryo Kase.
Y, aunque también lleve un par de semanas en cines, no tendría presentación reducir la extraordinaria Cartas desde Iwo Jima a una mención en la columna de cartelera. Queda completa, con su estreno, aquella mirada triste de Clint Eastwood a la inutilidad de las guerras (la mirada en dos películas a una batalla, la de Iwo Jima, desde los puntos de vista de los dos ejércitos enfrentados) que comenzó con La conquista del honor, pero queda, sobre todo, un gran largometraje, lleno de personajes memorables, sobre la dignidad que sobrevive a la muerte. Los sencillos acordes de piano, los tonos sepia de su fotografía sin alardes, las actuaciones que no desperdician ni un solo gesto, la decisión sensata de poner a hablar a estos héroes a punto de caer, en el japonés en el que hablaron los héroes que cayeron, y la prudencia de una cámara que se limita a acompañar a los protagonistas en sus últimas dudas, sus últimos miedos, hacen de Cartas desde Iwo Jima una experiencia que se vive en el sistema nervioso.
Si en La conquista del honor veíamos la batalla de Iwo Jima, desde las gafas norteamericanas, como un accidente innecesario, una fotografía perfecta para recaudar fondos, un negocio, en fin, que vuelve espectáculos de feria a jóvenes que no saben lo que hacen, en Cartas desde Iwo Jima vemos el combate, desde la voz japonesa, como un destino que hace lo que puede para no ser un destino irónico. Los mensajes del general Kuribayashi, los silencios del coronel Nashi y los temores del panadero Saigo sirven de homenaje a una cultura que no cree en enemigos.