Arte
“Cien por ocho”: la exposición de ocho centenarios de peso en el Museo Nacional
La muestra celebra el centenario de enormes artistas colombianos como Alejandro Obregón, Édgar Negret, Cecilia Porras, Lucy Tejada, Enrique Grau y Nereo López. Sobre ella, Arcadia habló con Daniel Castro, director del Museo Nacional.
¿Qué significan estos artistas para la historia del arte colombiano?
El Museo Nacional de Colombia, siempre ha potenciado las relaciones entre arte, historia, arqueología y etnografía. Los ocho creadores que conforman la exposición Cien por Ocho, representan un relevo generacional en las formas de hacer y entender la escritura, la reportaría gráfica y la creación artística.
Estos creadores van a estar en el corazón de discusiones y experimentos en torno a las nociones o etiquetas de “arte moderno”, “pintura contemporánea”, “nuevas tendencias” o “arte joven”. Los aportes son realmente significativos en términos de movilidad nacional e internacional, lenguajes, temática y narrativas innovadoras algunas veces muy conectadas con el acontecer sociopolítico, y en otras ocasiones alejadas de la realidad que les tocó vivir.
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¿Cómo se diseñó la curaduría de la exposición?
Para la curaduría trabajé en equipo con Eduardo Márceles Daconte y Juan Darío Restrepo Figueroa. Entre los tres y con el apoyo de todo el equipo del Museo Nacional nos dimos a la tarea de reunir 186 obras, de las cuales 87 son inéditas a la fecha. La exposición la hemos organizado en diez apartados temáticos donde hemos puesto a dialogar las propuestas elaboradas entre 1944 y 1966 de los ocho creadores.
Reúne, por primera vez en esta sala, tres tipologías de exhibición recurrentes en el calendario del Museo. En primer lugar, el programa Conmemoraciones, al recordar ocho creadores nacidos en 1920 y celebrar el centenario de su natalicio; en segundo lugar, el programa Homenajes nacionales, donde se dejan de lado las extenuantes retrospectivas y se selecciona un periodo de ruptura y validación decisiva en la escena creativa –por ello, el periodo seleccionado abarca los años 1944 a 1966, poco más de dos décadas en las que llegó para quedarse un modelo de gestión y legitimación del arte, en virtud del cual el “artista joven” ocupó un papel fundamental y disruptivo en la escena nacional y mundial–; en tercer lugar, nos convoca el programa Nuevos nombres del pasado, dimensión que se hizo evidente al realizar grupos focales con el equipo de Comunicación Educativa del Museo y reconocer que, más allá del aporte artístico, el éxito comercial que tienen hasta nuestros días los artistas Alejandro Obregón, Enrique Grau y Édgar Negret ha contribuido al olvido de las pintoras Lucy Tejada y Cecilia Porras, así como de los reporteros gráficos Manuel H. Rodríguez y Nereo López.
Así mismo, la presencia discreta pero contundente de los libros del escritor Manuel Zapata Olivella se convierte en una invitación a descubrir las narrativas en un tiempo y espacio de lectura personal o colectiva que exceden la duración de una visita normal a una exposición.
Estos creadores van a estar en el corazón de discusiones y experimentos en torno a las nociones o etiquetas de “arte moderno”, “pintura contemporánea”, “nuevas tendencias” o “arte joven”. Los aportes son realmente significativos en términos de movilidad nacional e internacional, lenguajes, temática y narrativas innovadoras algunas veces muy conectadas con el acontecer sociopolítico, y en otras ocasiones alejadas de la realidad que les tocó vivir
¿Qué estaba ocurriendo en el país para que surgiera esta generación de talentosos?
La exposición nos muestra la producción que los ocho creadores realizaron entre sus 24 y 46 años de vida; las definiciones de edad puede ser leídas como algo arbitrarías, pero en dicho periodo resaltamos la curiosidad, libertad y arduo trabajo por hacer una carrera desde cada una de sus áreas de creación. En el período de 1944 a 1966 el país tendrá nueve mandatarios y una junta militar que nos muestran las tensiones bipartidistas e incluso interpartidistas del periodo conocido como la Violencia (1946-1957). El plebiscito del 1 de diciembre de 1957, tendrá implicaciones importantes, pero en particular resaltamos que es la primera vez que la mujer en Colombia puede ejercer el derecho al voto, desde esa fecha todas las mujeres en nuestro país pueden elegir y ser elegidas en un ejercicio democrático como sujetos activos de derecho.
Otros puntos importantes en la realidad nacional nos llevarán a ese gran acuerdo entre los partidos liberal y conservador de alternancia del poder conocido como el Frente Nacional (1958-1973). También se realizó entre 1959 y 1960, el primer Censo Nacional Agropecuario, para mostrar la realidad del campesino en nuestra nación. Hacia 1964 Colombia dejó de ser una nación rural y se transformó en un “país de ciudades” como nos lo han señalado los historiadores del período y también entre 1938 y 1960, la Iglesia católica amplió considerablemente su aparato institucional, frente a una nación que comenzaba a reconocer otros cultos o credos y otros segmentos significativos de la población que sin ningún temor a represiones se reconocían como laicos.
El talento de esta exposición se centra en los ocho creadores, pero sin lugar a dudas, sí analizamos otras esferas de la población nacional, otras disciplinas y áreas de producción, podríamos resaltar esa indiscutible cualidad de los colombianos de hacerle frente a la adversidad. Y qué mejor momento para tomarnos el tiempo de pensar en ello, que con esta “nueva realidad” que nos significa el día a día en el 2020.
La exposición nos muestra la producción que los ocho creadores realizaron entre sus 24 y 46 años de vida; las definiciones de edad puede ser leídas como algo arbitrarías, pero en dicho periodo resaltamos la curiosidad, libertad y arduo trabajo por hacer una carrera desde cada una de sus áreas de creación
¿Cómo es su modernidad, distinta a la de los artistas norteamericanos y europeos? Dicho de otro modo, ¿qué añade el modernismo latinoamericano al discurso global?
Las discusiones en torno a los términos: moderno, modernidad, modernismo son muy interesantes y sobrepasan el propósito puntual de esta exposición. En el Museo y en lo personal, son unas áreas de interés y trabajo continuo que no descuidamos, y cada vez nuestros públicos verán reflejados en los guiones, exposiciones y programación alterna.
Estas diferencias conceptuales cada vez están más presentes en los nuevos abordajes historiográficos que propios y extraños realizan sobre estos y otros creadores, en las diferentes décadas del siglo XX a nivel nacional e internacional.
Es muy importante ampliar la mirada y reconocer un mundo que ha superado dos guerras mundiales (I: 1914-1918 y II:1939-1945) y atravesará una larga Guerra Fría (1945-1989). En este complejo panorama sociopolítico local y global, entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado, se dan las experimentaciones formales en la producción artística nacional, donde la mayoría de creadores se apropia o por lo menos “juega” con elementos característicos de las vanguardias internacionales.
Las tensiones o fisuras de los lenguajes artísticos compartirán espacios expositivos, así como reseñas a favor o en contra en los periódicos y revistas de la época. A partir de 1963, con la fundación del Museo de Arte Moderno, las frecuentes y efímeras exposiciones organizadas por la Biblioteca Nacional de Colombia, la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Teatro Colón, la Sociedad Colombiana de Arquitectos y el Museo Nacional.
Me gusta recordar que nuestro Museo no ha sido ajeno o pasivo a los aconteceres nacionales del periodo. El edificio de la Antigua Penitenciaria fue restaurado y adecuado para funciones museológicas y la inauguración, programada para el 9 de abril de 1948, tuvo que postergarse debido a los motines ocurridos en la ciudad por el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Por eso, en mi calidad de director del Museo, siempre me gusta recordar a los públicos e internos que nuestra declaración de propósitos 2017 – 2023 nos lleva a trabajar en cada área del Museo por vislumbrar a Colombia como una sociedad respetuosa, solidaria con las historias de las otras personas (en este caso nuestro ocho creadores homenajeado), que reconocemos escenarios y formas de educación alternativa, que dudamos sobre comportamientos y actitudes sectarias, que fortalecemos con esta exposición los beneficios del trabajo en equipo de manera pluralista y democrática, que fomente nuestra cultura y los museos del país.