ENTREVISTA

“Soy ateo y no creo en lo sobrenatural”: David Cronenberg

Dicen que es obsesivo, truculento, provocador y perturbado, pero también que es intelectual, visionario y genial. Entrevista con uno de los directores de cine más importantes de las últimas décadas.

30 de abril de 2016
Cronenberg, uno de los grandes transgresores del cine moderno, es autor de la novela ‘Consumidos’: un ‘thriller’ filosófico sobre la transformación corporal. | Foto: A.P.

Es uno de los grandes baluartes del cine independiente y sus películas, que generan más rechazo que aceptación, jamás pasan inadvertidas. De los 21 filmes que ha hecho David Cronenberg (Toronto 1943), La mosca es tal vez su trabajo más conocido en Colombia. Si bien en los últimos años hizo películas de acción y drama, los críticos lo ubican como uno de los grandes transformadores de los géneros de terror y de ciencia ficción, donde el cuerpo es el gran protagonista.

En 2014 publicó su primera novela, Consumidos, que a comienzos de este año fue traducida al español y empezó a circular en América Latina. Para resumir la historia: mucho de lo que se ve en sus películas, está en su libro. SEMANA habló con él, vía Skype, desde Toronto, Canadá.

SEMANA: ¿Contempló la posibilidad de que su libro tuviera temas distintos al cuerpo, la ciencia, el sexo, el terror, los insectos…?

DAVID CRONENBERG: No tengo una lista de cosas que me interesan y que chuleo a medida que hago una película. Y aunque en la novela hay temas que son preocupaciones similares a las de mis filmes, hay otras que nunca había sentido. Por eso me interesaba hacer una novela, porque creía que me permitiría explorar cosas nuevas. Y así fue.

SEMANA: ¿Como cuáles?

D.C.: Por ejemplo, el sexo entre ancianos (risas) y qué pasa con una aventura romántica a medida que envejeces. Para mí esos son asuntos muy delicados e intrincados que nunca exploré y que no tendrían la misma recepción del público en una película. Y tener a un filósofo como personaje principal...

SEMANA: …Y también periodistas, ¿por qué?

D.C.: Quería analizar al periodismo actual, al de internet, al que tiene diferentes oportunidades y peligros como la facilidad para hacer plagio. Hasta un novelista que utiliza el internet para investigar puede ‘copiar y pegar’. Michel Houellebecq, por ejemplo, en una de sus más recientes novelas (El mapa y el territorio) le dio crédito a Wikipedia en una página donde intentaba explicar qué era una mosca cuando recreaba una escena de un cadáver en descomposición.

SEMANA: ¿Por qué plantea en su libro que sin internet no hay conocimiento?

D.C.: Porque puede que en un futuro el internet vaya a ser la gran biblioteca mundial, algo así como la Biblioteca de Alejandría (del siglo III antes de Cristo), donde albergue una copia de todo libro que exista. Nos acercamos, pero nunca estará todo en la red porque cada segundo surgirá un nuevo conocimiento. Es un proceso eterno.

SEMANA: Los poderosos le tienen miedo a las redes y a internet…

D.C.: Yo no creo que todos los poderosos le tengan miedo. Donald Trump, a pesar de que no creció con internet, usa a su favor Twitter. Pero si eres un dictador y quieres controlar a los habitantes de un país, sí es un peligro. Y puede servir para fines como la rebelión o el terrorismo. Internet es el reflejo de lo que somos los seres humanos: bolsas con contenido bueno y malo.

SEMANA: ¿Qué cambia entre escribir una novela y dirigir una película?

D.C.: En una novela se hacen cosas que en una película no, por ejemplo: uno puede estar realmente en la cabeza de un personaje; en el cine, a menos que se dé a través del diálogo, no hay manera de hacerlo. Y, aclaro, nunca dirigiría una película sobre mi novela.

SEMANA: ¿A qué se parece un novelista en el cine?

D.C.: Se parece más a un director que a un guionista. De hecho, la novela no se parece en nada a la escritura de guiones. Uno puede ser un gran guionista y a la vez un novelista fatal. En la novela describes a los personajes, buscas locaciones, cuadras iluminación, confeccionas vestuarios, decoras sets y todo eso es lo que hace el director en una película. La escritura de guiones es una manera muy extraña de escribir. No es literaria, es más el plano arquitectónico de una casa. Así, a mi modo de verlo, interactúan la novela, la escritura de guiones y la dirección.

SEMANA: ¿Quiere escribir más libros o se queda con las películas?

D.C.: Ahora mismo preferiría escribir otra novela. No se trata de hacer por hacer (ya hice 21 películas). Antes de rodar hay mucho trabajo: un presupuesto, conseguir financiación, reunir a todo el equipo de trabajo, etcétera. Mientras que para hacer una novela solo me necesito a mí y a mi dispositivo de escritura. Escribir una novela es un ejercicio puramente solitario y eso es lo que ahora prefiero.

SEMANA: ¿En el libro, como en sus películas, aparece su obsesión por el sexo y la tecnología?

D.C.: Yo no estoy obsesionado. La obsesión es algo enfermizo y mi interés por el sexo o la tecnología no lo es. Así es la vida. Es difícil evitar el sexo como tema: cuando hablas de las personas y de su naturaleza el sexo está allí, indefectiblemente.

SEMANA: ¿Y la tecnología?

D.C.: Crecí con la tecnología. Tuve mi primer computador en 1985 y escribí mi primer guion, el de La mosca, en una máquina de estas. La tecnología es algo que mis personajes usan y que no puedo evitar. No tendría lugar si escribiera una historia sobre un granjero de un país pequeño.

SEMANA: ¿Por qué sus personajes casi siempre buscan la satisfacción sexual de formas inesperadas (‘Crash’, ‘Pacto de amor’ o ‘Rabia’)?

D.C.: Mi idea de la sexualidad es muy freudiana. Freud hablaba del “sexo perverso y polimorfo” cuando quería referirse a muchas formas de sexo anormales, una de ellas el sexo entre niños. En muchos aspectos de nuestras vidas hay un componente sexual escondido bajo las estructuras sociales. Por ejemplo, la tecnología tiene mucho de sexual y no solo porque ahora hay acceso irrestricto a la pornografía gracias a internet. La tecnología es sexual por la forma como seduce a los consumidores. Y también por la sensación de poder que te da y las imágenes que transmite. Esa es mi interpretación de ella y de lo que hace en nuestras vidas. Puede que no sea obvio si solo lees revistas en el computador, pero si lo miras filosóficamente verás que hay sexualidad de por medio.

SEMANA: Los insectos, las mutaciones, las mutilaciones y las enfermedades son recurrentes en su obra…

D.C.: Están presentes en la vida de muchos, especialmente a medida que envejecen. La medicina en sí misma es un tipo de mutilación: cuando las personas llegan a determinada edad –y a veces sin necesidad de ser viejas– necesitan cirugía y la cirugía no es más que la mutilación del cuerpo. Para mí el principal hecho de la existencia humana es el cuerpo porque soy ateo y no creo en ninguna explicación sobrenatural.

SEMANA: Siempre el cuerpo…

D.C.: ¡Somos nuestros cuerpos! Y si en mis películas quiero discutir la condición humana, discuto el cuerpo humano, las cosas que le pasan y cómo lidiamos con nosotros mismos como entidades físicas. Por eso no creo que las mutilaciones, las deformaciones, la sangre, los insectos o las enfermedades sean cosas raras o perversas. Son reales y ya.

SEMANA: ¿Cuál es su clave para aterrorizar?

D.C.: Alfred Hitchcock era un manipulador de la audiencia: creía que los espectadores eran marionetas a las que podía hacer saltar del miedo. Yo más bien creo que soy el sujeto de la película y que estoy invitando al espectador a un viaje conmigo en el que exploro mis pensamientos sobre la vida, mis relaciones, la ciencia y la tecnología. Esa fórmula funciona con una película de horror, un thriller o un drama filosófico.

SEMANA: En su cine no había buenos y malos, pero todo cambió con ‘Una historia de violencia’ y con ‘Promesas del este’. ¿Por qué esas películas son distintas a las demás?

D.C.: Una historia de violencia y Promesas del este son películas de gánsteres y cuando uno como director escoge un género debe jugar con las reglas de ese juego. En todas las películas de gánsteres hay buenos y malos y, de hecho, en la vida cotidiana esos personajes peligrosos y asesinos existen. Normalmente yo me intereso por esa ambigüedad del ser humano: tener cosas buenas y malas al tiempo. Y en una película de este tipo hay menos espacio para esa sutileza, cosa que disfruto.

SEMANA: Así usted nunca encajará en Hollywood…

D.C.: Hay una regla que dice: si quieres hacer una película de Hollywood, tienes que jugar bajo las reglas de Hollywood. Una vez iba a hacer un filme allí, pero si lo hacía no tendría la misma libertad artística que podría tener con un filme independiente. En ocasiones tu sensibilidad no te deja hacer cosas y creo que fue eso lo que me pasó. Aunque grandes directores han hecho una transición perfecta hacia Hollywood –como Christopher Nolan– para otros, como yo, no es posible: simplemente no hacemos clic.

SEMANA: ¿Volverá a hacer cine de horror?

D.C.: Probablemente no. Hice muchos filmes de horror en mis primeros años como cineasta y creo que ya dije lo que tenía que decir. Ahora quiero explorar otras cosas, como escribir novelas.