GÉNERO

Mujeres: a luchar contra el sexismo en el cine

Las mujeres en Colombia se han abierto campo en el cine principalmente como productoras o documentalistas. Pero les han dejado a los hombres el trabajo de dirigir ficción.

2 de julio de 2016
| Foto: Viicky Ospina

En junio de 2015, por primera vez en la historia del cine nacional, dos películas dirigidas por colombianas coincidieron en la cartelera comercial: Ella de Libia Estella Gómez y Un asunto de tierras de Patricia Ayala. La coincidencia se volvió noticia por una causa: en Colombia los hombres han ocupado principalmente los roles de dirección y realización en la industria cinematográfica. Y el escenario no es muy diferente en el mundo, aunque en el último año la historia ha empezado a dar un giro.

Esa fue la sorpresa que se llevó Juliana Ospina, programadora asociada del Festival de Cine Independiente de Bogotá (IndieBo), cuando comenzó a recorrer los festivales de cine independiente más reconocidos del mundo (Tribeca, Sundance, Berlinale, New York, Cannes) para seleccionar las películas que exhibirá IndieBo en su tercera versión. “Nos dimos cuenta de que este año había algo diferente –señala Ospina–. Era el año de las mujeres no solo dirigiendo, sino desempeñando papeles arriesgados, diferentes a los acostumbrados, con una profundidad especial”.

De ese viaje nació la idea de que este año las mujeres protagonizaran el festival IndieBo, que entre el 14 y el 24 de julio en Bogotá presentará 27 filmes dirigidos, producidos o protagonizadas por ellas “Estas películas son, tal vez, producto de esa brecha que está empezando a cerrarse a nivel mundial entre los géneros en la dirección cinematográfica”. Una brecha que el último año las llevó a protestar en voz alta. La actriz Jennifer Lawrence denunció sin titubeos el sexismo de Hollywood cuando publicó un manifiesto en internet titulado “¿Por qué gano menos dinero que mis colegas hombres?”.

Lo mismo hizo un grupo de 50 directoras estadounidenses que, por medio de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles, solicitaron al gobierno de su país tomar medidas ante la “discriminación y exclusión masiva” de la que son objeto. Los argumentos son contundentes: según esta organización en 2014 las directoras participaron solo en el 7 por ciento de las principales películas que se produjeron allí. También en 2014, el primer estudio internacional sobre imágenes de género en películas del mundo concluyó que las mujeres solo representan 20,5 por ciento de la industria cinematográfica (en una muestra de 1.452 empleados de 12 países). Y de ese total, únicamente el 7 por ciento son directoras, mientras 19,7 por ciento trabajan como guionistas y 22,7 por ciento como productoras.

Por la misma época, el Observatorio Audiovisual Europeo reveló que las directoras de largometrajes franceses ganaban 31,5 por ciento menos que sus homólogos masculinos. Y un último argumento: en 87 años de historia de los Premios Óscar solo nueve producciones dirigidas por mujeres han competido en la categoría de mejor película y solo una ha ganado: Kathryn Bigelow con The Hurt Locker (2008).

En Colombia se replica esa realidad. En este país el documental ha sido el principal espacio para las mujeres, y en ese capítulo sobresale Marta Rodríguez: bogotana directora de nueve documentales (el último Testigos de un etnocidio: memorias de resistencia, 2009, y el primero Chircales, 1966). Las mujeres también han tenido roles destacados en otros campos de la industria como la producción, la actuación y la dirección de arte. Pero la dirección de cine de ficción (en el que aparece la bogotana Gabriela Samper, 1918-1974, como pionera y una de las realizadoras más prolíficas) ha sido casi exclusiva de los hombres. ¿Por qué?

La respuesta más rápida está en los costos. “Es más fácil abrirse camino en el documental. No necesitas que haya tantos votos de confianza. En una película de ficción es mucho más duro lanzarse sola y sacar tu equipo adelante”, dice la documentalista Patricia Ayala (Un asunto de tierras, 2015, y Don Ca, 2013). Pero lecturas más complejas implican hablar de los roles que tradicionalmente se le han atribuido a la mujer en esta sociedad machista.

“Cuando yo me iba a lanzar a dirigir cine nunca me pregunté si iba a tener impedimentos –dice Libia Stella Gómez, Ella (2015) y La historia del baúl rosado (2005)–. Pero cuando me enfrenté al mercado y al público, sí apareció un asunto del que nadie habla: existe una suerte de discriminación o de reticencia”. Libia Stella dice abiertamente que existe un mayor grado de desconfianza cuando una mujer dirige una película; insiste, es un tema de percepción y no de oportunidades. Y en eso coincide Marcela Lizcano, directora de Aislados: “Las posibilidades en este momento están dadas para hombres y mujeres por igual”.

Camila Loboguerrero aparece en la estrecha lista de directoras colombianas de cine (Nochebuena, 2008; María Cano, 1990, y Con su música a otra parte, 1984). “Las mujeres somos temerosas para contar nuestras propias historias”, dice, cuando se le pregunta por qué en Colombia ellas no han hecho una apuesta por dirigir cine de ficción. Afirma: “Cuando uno escribe ficción en realidad está contándose a sí mismo, está haciendo un psicoanálisis. En el documental uno está más resguardado”. Además, asegura, esta es también una lucha entre dos estereotipos muy arraigados: el de la mujer femenina y sumisa, y el del director de cine colérico, gritón y controlador. “Existe el temor de perder esa feminidad”, dice Camila, pero también a no dar la talla. En ese reducido listado de directoras de ficción colombianas está también la bogotana María Gamboa Jaramillo (Mateo, 2014 y 20 mil, 2006).

“No solo en una sociedad considerada machista como Colombia, sino en el mundo, la jefatura de un hombre es aceptada de manera más orgánica que la de una mujer –señala Laura Mora Ortega, directora de Antes del fuego (2015)–. Cuando eres mujer te ponen más a prueba: qué tanto sabes, de qué eres capaz, qué tan fuerte eres”. En ese contexto no es difícil imaginarse escenas como las que vivió en un comienzo la documentalista Patricia Ayala: “Me encontré con camarógrafos que no me hacían caso. Me saboteaban. Me renegaban. Ponían en duda todo lo que decía”. Sin embargo, Ayala reconoce que las nuevas generaciones están trabajando con paciencia para cambiar esa historia.

Y al menos en el escenario internacional ya hay indicios para pensar que sí es posible. El año pasado en el Festival Internacional de Berlín, el Oso de Plata al mejor director fue para la polaca Malgorzata Szumowska por su película Body. En mayo pasado la británica Andrea Arnold se llevó el Premio del Jurado de la edición 69 del Festival de Cannes por su filme American Honey. Y en el mismo festival la franco-marroquí Houda Benyamina, directora de Divines, ganó el premio Cámara de Oro a la mejor ópera prima.

“La inequidad de género en esta industria no es solo un problema de las mujeres o los programadores –concluye Juliana Ospina, de IndieBo–. Es un problema de todos. Necesitamos darles la voz a todos los géneros y culturas, para poder tener otras miradas y entrar a otros

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