Cine
‘Creed III’: todos los clichés aún funcionan en el ring por cuenta de un poderoso antagonista y un ágil relato
La más reciente entrega de la saga de boxeo, que nace del universo Rocky pero no cuenta esta vez con Sylvester Stallone, se enfoca en un personaje del pasado que vuelve a la vida de Creed, ahora ex campeón retirado, para obligarlo a ponerse los guantes de nuevo.
Están todos los clichés de la saga, excepto uno, la presencia de sus personajes fundacionales, Rocky Balboa. Pero eso no es necesariamente malo. Con Balboa ya hemos tenido suficientes entregas y los de esta saga son personajes apreciables en su propia ley, partiendo por el campeón, Adonis Creed, y el séquito femenino de Bianca, Mary-Anne y Amara (esposa, madre e hija) que lo mantiene a flote. Y aquí cada una de ellas vive también sus retos y dolores ; porque la vida en el boxeo y alrededor del mismo siempre girará en torno a caer y saber levantarse. Y para eso también se hace necesario un entrenador, Duke. ¿Quién no necesita un poco de coaching, incluso cuando cree que todo lo hace bien? Hasta los campeones dejan de escuchar, y luego se duelen...
El director primerizo y protagonista Michael B. Jordan, nuevamente en la piel de Adonis, hijo de Apollo, carga el peso de este nuevo capítulo junto con su némesis Damian Anderson, interpretado poderosamente por Jonathan Majors, un hombre a quien muchos años atrás consideró un hermano, y que al salir de prisión tras 18 años de encierro, va a reclamarle a las buenas, en principio, lo que cree que es suyo. A lo que siente que tiene derecho.
La historia es escrita por Ryan Coogler, Keenan Coogler y Zach Baylin. A Coogler se le conoce como el cerebro detrás de las dos películas de Black Panther.
Entre lo que no sorprende, si se quiere, está el arco: se presenta la calma de esta nueva fase de Creed; luego se presenta la tensión que irrumpe, en persona de Damian, y se muestra cómo torpedea muchas dinámicas boxísticas, familiares y humanas alrededor del campeón. Porque Adonis cree estar dándole la mano a un amigo pero va cayendo en cuenta de que esa “amistad” es relativa y peligrosa. Y así, el desenlace nos lleva al ring, a un final que ya conocemos, porque hemos visto estas películas. ¿Importa?, no realmente. Aquí se trata de satisfacción. Y la hay. Hay boxeo, hay traición, confrontación y reto.
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Pero Creed III también se trata de traumas por enfrentar.
Porque ‘Dame’ sale de la cárcel justo cuando Adonis deja los guantes y empieza su carrera como empresario, y si aparece es para cambiarle radicalmente los planes. Dame no pierde tiempo en buscar a quien era su amigo de orfanato, el celebrado ex campeón, y recordarle que sus orígenes fueron mucho más traumáticos de lo que quiere proyectar. Hay cosas que no se pueden sepultar por siempre, y por medio de Dame, estos asuntos regresan a la vida del exboxeador para morderlo, llevarlo al límite, enfrentarlo a su pasado, a un episodio particular que cambió radicalmente la vida de ambos.
Hay un contexto familiar fuerte en Creed III, el campeón vive con su mujer Bianca (interpretada por la muy carismática Tessa Thompson), una famosa cantante que dejó atrás el canto y se dedicó a la producción pues perdió mucho de su oído. La hija de los dos, Amara, no puede escuchar en absoluto y por eso se comunica con lenguaje de señas. La pequeña, que brilla en el salón, quiere pelear como su padre y no es tímida en asestarle uno que otro puño a la bully del salón. Bianca, por su parte, no ha hecho del todo las paces con el hecho de que su carrera en el canto llegó a un abrupto final. Hay frustración ahí, y eso parece leer astutamente ‘Dame’.
Phylicia Rashad interpreta por su parte a Mary-Anne Creed. La actriz que llegó a pantallas colombianas por The Cosby Show ochentero merecía ser recordada por más que por ese nefasto co-protagonista, y este es el rol para esos efectos. Rashad entrega en la madre de Creed un personaje de fuerte espina dorsal, que incluso ante la amenaza de las enfermedades y la edad se proyecta independiente y firme. Y cuando la seguridad de su hijo queda en entredicho, Mary-Anne confronta secretos que le guardó por su bien pero que pero necesita revelarle por esa misma razón. El paso del tiempo revuelve muchas perspectivas y circunstancias.
¿Qué se siente fresco en esta entrega? Que en medio de tantos cuerpos golpeándose estratégica y brutalmente, de tantas peleas, filmadas bien, quizá no espectacularmente, pero bien y con ritmo, sea crucial la historia sensible y densa que ata a los personajes principales. En Rocky y en Creed hay entrenamientos paralelos y también lugar para las lágrimas. En esta entrega hay dos amigos de infancia, dos niños separados por una tragedia, que se encuentran décadas después en situaciones muy distintas y que, desde su contraste, no pueden sino chocar.
El Adonis de Michael B. Jordan ve cómo su estabilidad se cae a pedazos ante la llegada de Dame y de lo que representa, y sufre mientras le llega, a la brava, la claridad de dibujarse nuevas prioridades. El Damian de Jonathan Majors es especialmente potente e importante en la película, desde su musculatura robusta moldeada en un amargo encierro, desde lo mucho de eso que transmite con sus ojos y sus expresiones faciales. Majors es brillante en su retrato de alguien carcomido por la frustración de una vida entera y con la capacidad aún de dejar huella en el mundo, cueste lo que cueste. Habita de manera impresionante la piel de las dobles intenciones y las consecuencias.
Por ese talento, el actor, vale anotarlo, vive un verdadero estallido en Hollywood, pues también interpreta a Kang, el nuevo villano del universo Marvel , y vienen muchas películas para él ahí. En este personaje de Damian lo deja todo en el ring, incluso abriendo la puerta a una redención. Y por él, especialmente, retando la estabilidad pulcra, esta película no decepciona.