CINE
'Contra lo imposible': individuos inspirados versus la corporación
El director James Mangold (Logan) utiliza la rivalidad de Ford y Ferrari en las 24 Horas de Le Mans de 1966 para explorar la tensión entre individuos e instituciones. Calificación: Buena
Título original: Ford v. Ferrari
Año: 2019
Director: James Mangold
Guion: Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller
Actores: Matt Damon y Christian Bale
Duración: 152 min
Calificación: *** (Buena)
Esta es una película de carros de carreras y de individuos extraordinarios. Viéndola recordaba lo común que es en la cultura estadounidense esa tensión dramática entre individuos y grupos. Se puede ver en todos los géneros del cine clásico, desde el melodrama a las de vaqueros, del cine criminal a la comedia. Y resulta tan tradicional que Alexis de Tocqueville le dedica al individualismo un par de capítulos en su libro La democracia en América, editado por primera vez en 1832.
El caso es que hace tiempo no veía una película en la que ese fuera el elemento central, y que, además, criticara tan obviamente lo colectivo. Quizás porque en este presente agobiado por la polución y el cambio climático, por la consciencia de la interconexión de personas y seres, esa exaltación de tipos extraordinarios ha demostrado ser bastante más problemática de lo que se pensaba hace décadas. Pero acá está y eso hace que este filme también se sienta como de otra época.
Todo tiene lugar en 1966, cuando la Ford Motor Company, dirigida por Henry Ford II (nieto del Ford original), busca entrar al mundo de los autos de Gran Turismo para destronar a Ferrari, su líder indiscutido. La idea es que un triunfo en 24 Horas de Le Mans le quitaría a Ford el aura de compañía confiable y aburrida para darle algo de sexapil, y así atraer a los jóvenes rebeldes y con plata para gastar.
Los villanos acá no son tanto los rivales de Ferrari sino la estructura organizacional de Ford que financia el proyecto pero intenta refrenar a estos tipos apasionados y libres.
Ahí entran los dos seres extraordinarios: Carroll Shelby (Matt Damon), el primer estadounidense en ganar la legendaria competencia; y Ken Miles (Christian Bale), un piloto y mecánico excéntrico que termina reclutado para conducir en el proyecto.
Los villanos acá no son tanto los rivales de Ferrari –aunque hay pilotos malacarosos que sonríen solo de un lado de la boca– sino la estructura organizacional de Ford que financia el proyecto mientras, al mismo tiempo, intenta refrenar a estos tipos apasionados y libres. Sobre todo a Miles, a quien considera un riesgo para la imagen pública de la empresa.
Christian Bale, como es usual, ofrece una actuación intensa que raya en lo perturbador. No hay en el cine actual de Hollywood nadie como él para interpretar tipos poseídos por sus sueños y sus obsesiones, y acá, flaco y ojeroso, hace una buena versión de esa figura.
Las carreras son emocionantes y esos resortes dramáticos, aunque un poco oxidados, funcionan tan bien que sus dos horas y media de duración ni se sienten. ¿Cómo no estar del lado de estos individuos si cada uno de nosotros en la audiencia es uno? ¿Cómo no abuchear a estos tipos grises, peinados y vestidos todos igual?
El problema de estos esquemas dramáticos, o del individualismo que Tocqueville notaba hace tanto tiempo, es su manera de menoscabar las dimensiones políticas de la existencia y de diluir la conciencia de que las comunidades tienen un destino común.
Pero estas son consideraciones que esta película, bien aceitada y dinámica, solo despierta al rato, cuando uno ya está lejos del teatro y se comienza a preguntar por qué se siente tan raro, tan desesperanzado y tan solo en el camino a casa.
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