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Un notable escritor exorciza su nube negra: Jhon Anderson Hurtado entrega en ‘Tunda’ un clásico instantáneo
Con una voz envolvente, la primera novela de este bonaverense borra la frontera entre la razón y lo imposible, mezclando las culturas, violencias y geografías de Buenaventura y Bogotá, sus creencias espirituales y sus fenómenos paranormales.
Las letras arrojan al lector de esta potente novela, editada por el sello independiente Caín Press, a la oscura humedad de la noche en los manglares de Buenaventura, al barro y a los moscos picando el cuello y merodeando las orejas, mientras los personajes (varios “rolos” y un local, Darío) se abren paso. Además de muy incómodo, es un lugar peligroso, donde se puede ser presa fácil de los paramilitares o de fenómenos paranormales como el Riviel o la Tunda, tan creíbles como imposibles.
En esta escena habrá un ritual, y sucederá donde tiene que suceder, pero eso lo determinarán las energías; por eso se le sigue el paso a Aleida, la mujer capaz de leerlas. El suceso será registrado. Hay periodista, hay cámara, y acompañan a Darío, el protagonista, que de Bogotá vuelve a su puerto natal con un propósito complejo. Aleida, mujer de alta sensibilidad paranormal, pretende ayudarlo y ayudarse de paso. En medio de la oscuridad, con los sentidos en alerta, y con un evento impactante que quita el aire, empieza esta novela sustancial y corta de Jhon Anderson Hurtado, un talento literario que sale a la luz después de una vida de desamor, desarraigo, inquietud, crimen y violencia que lo llevó de Buenaventura a Bogotá.
Jhon le cuenta a esta revista que robó y participó de asesinatos en esa vida oscura de su pasado, esa que lo dejó a milímetros de la muerte. Baleado por una rencilla personal y una puja de poder. Quedó vivo de milagro, pero cuadripléjico y sin amigos o familia en quienes apoyarse. Y fue desde su renacer en una UCI, entendiendo que su vida jamás sería igual, que apreció existir distinto, desde las posibilidades creativas de leer y escribir (como puede, cuando puede). Hurtado no es ningún santo, fue víctima, victimario y víctima de nuevo, pero ahora es consciente de que narrando logra apagar, así sea por unas horas, la avasalladora depresión que lo persigue.
Nació en 1992 en el puerto más importante del país, abandonado a su cruel suerte, en una de las muestras de racismo más vastas de esta nación, y emigró a Bogotá en 2009, huyendo de amenazas y situaciones propias de las juventudes olvidadas en su tierra, del peligro, de la falta de oportunidades. En la capital lo esperaban otras terribles y capaces de cambiar la vida que no perdió de milagro.
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Alcanzó a ser “niño” muy poco tiempo en Buenaventura, hasta que vio a primos morir. Y en la gran ciudad maduró biche en la densidad y voltaje del Siete de Agosto, barrio en el que pintó rines, robó y atacó “cuando se hacía necesario”. Hoy, su situación económica es precaria, sin lugar donde vivir, encuentra refugio en los hospitales que lo acogen (no siempre de la mejor manera). Sus restricciones físicas retan su fragilidad mental. Y, aun así, desde la creación resiste. Hurtado se ratifica como escritor al entregar un relato admirable en el que comparte con el mundo los muchos matices y dolores de su existencia desde un imaginario literario, en el que canaliza esa vida que vivieron él y muchos de sus coterráneos en su tierra natal y, luego, los días furiosos en la urbe despiadada.
Sobre su relato, Hurtado le dice a SEMANA: “Empezó siendo una idea paranormal un poco ingenua, que cambió cuando conocí a Nicolás (Donoso, su editor). Él me dio ideas y me puso la tarea de leer libros que me enseñaron mucho respecto a la creación de atmósferas y a la narración. Entonces le fui sumando muchos ingredientes complejos y autobiográficos como las aventuras de mi infancia, las supuestas brujas de mi barrio, los personajes que yo veía y escuchaba decir que tenían pacto con el diablo. También las muertes violentas que marcaron mi niñez y adolescencia, y mis momentos más turbios en Bogotá. Metí todos esos ingredientes en una licuadora literaria y le serví al público horror y cultura, les serví esta novela”.
Hurtado relata desde los territorios en los que la turbulenta vida familiar colinda con las casas de pique y ambos riñen con relatos de brujas. Revela con una voz ágil, sensata, lo vivido y aclara las circunstancias, por absurdas que parezcan, a los incrédulos. En los rincones olvidados del país del Sagrado Corazón hay espacio para espíritus, olvido, pobreza, corrupción y violencia descarnada, en la que los niños pierden la inocencia, en la que se apela a rezos y a ritos de magia negra. En la capital, la densidad es distinta, pero no menor. Y por medio de flashbacks, Hurtado entrelaza esos dos mundos de forma notable, con su talento, en una historia sobre una juventud en búsqueda de limpiar su energía, perseguida por lo indecible.
En su historia, que incluye temas paranormales (tachados de literatura menor, pero muy dicientes en un país de rezos), Hurtado entrega la radiografía de una vida que parte de la inocencia del Pacífico, experimenta brutales pesadillas cotidianas al crecer y alcanza una redención literaria luego de ver de frente a la muerte.
“Escribo cada vez que las circunstancias me lo permiten, pues lo hago en una tablet maniobrando un esfero táctil con la boca, esto, claro, por mi cuadriplejia. La escritura es mi terapeuta; es como mi psicóloga, un receptáculo donde deposito mis más fuertes emociones, que al hacerlo me liberan de las prisiones del pasado e incluso del presente”, dice Hurtado sobre su método. Sobre qué lee, comparte: “A veces me doy mañas para leer en papel, si pudiera, lo haría siempre de esa manera, pero me es más fácil en PDF. Leo literatura colombiana, algo de realismo sucio y me gusta mucho la narrativa mordaz en primera persona, quiero decir, leo mucho a Fernando Vallejo. Pero en general leo para divertirme mientras aprendo sobre todo lo valioso que el libro tenga para ofrecer”.
En Tunda, Hurtado canaliza temas de alto interés y morbo, sin melosería, normalizando para todos ese mundo sobrenatural con el que conviven más colombianos de los que lo aceptan. El lenguaje que utiliza promedia la jerga de su tierra (que por contexto no pierde al lector, pero que de todas formas aclara por medio de un glosario al final) y una formalidad citadina. Hurtado promedia estos códigos y logra que su relato atrape y fluya, revelando la historia de Darío.
Para fortuna de quienes disfrutaron y disfrutarán de este libro, Hurtado no se ha detenido; ha seguido escribiendo. Prepara un libro de relatos cortos y muy íntimos, “unos son experiencias directas, sin alteraciones, y otros son basados en mis experiencias. Está en las últimas etapas de edición. Honestamente, espero que puedan ver la luz muy pronto”, asegura. Algo es claro, después de leer Tunda (disponible en cainpress.com), no está solo en esa esperanza.