FENÓMENO

¿Cuál es el secreto detrás del éxito de La La Land?

En momentos en los que crecen la polarización y los nacionalismos, este musical se ha convertido en un escape que encanta a la audiencia a punta de fantasía, baile y nostalgia.

14 de enero de 2017
La película tuvo un costo estimado de 30 millones de dólares, pero hasta mediados de enero había recogido más del doble (casi 70 millones) a nivel mundial. En Colombia lleva 205.854 espectadores en tres semanas.

Damien Chazelle (Whiplash) soñaba con hacer una película como La La Land desde que estudiaba cine en la Universidad de Harvard hace cerca de una década. En los bares del campus y en las conversaciones con su compañero Justin Hurwitz –su mejor amigo y quien desde esa época ha compuesto la música de sus películas– ya hablaba de crear un musical moderno que le rindiera un homenaje a las películas que lo habían cautivado cuando era un niño.

Su primer filme, Guy y Madeleine en un banco del parque (2009), una historia de amor con coreografías de tap y números de baile en las calles de Boston, fue un intento de hacer realidad el proyecto. Pero aunque la película recibió buenas críticas, no llenó sus expectativas.

Las cosas comenzaron a tomar forma cuando se mudó a Los Ángeles un año después. Allí le surgió la idea de contar la historia de amor entre un pianista de jazz que batalla para que el género no desaparezca y una camarera que sueña con convertirse en actriz de Hollywood. Se la comentó a Hurwitz y juntos comenzaron a planear el musical de sus sueños. Pero era un proyecto arriesgado. Por esa misma época su libreto de Whiplash –sobre un joven aspirante a baterista y su relación con un maestro que lo presiona hasta el límite– estaba rodando por las oficinas de algunos productores. Así que se concentró en él y dejó en pausa el musical.

Whiplash fue estrenada en 2014 y se convirtió en una sorpresa para la industria. Se llevó tres premios Óscar y muchos la consideran una de las mejores películas de lo que va de la década. Con ese impulso Chazelle entró a las grandes ligas del cine y el proyecto del musical tomó un aire definitivo. Finalmente vio la luz el 31 de agosto del año pasado en el Festival de Cine de Venecia con el nombre de La La Land.

Desde entonces, la película ha sido un éxito. No solo ha recibido buenos comentarios de los críticos, sino que se ha convertido en la favorita de los cinéfilos y de gran parte de la audiencia. También la industria la ha nominado a sus principales premios y desde ya se perfila como la rival a vencer en la próxima edición de los Premios Óscar, a finales de febrero. Arrancó el camino con pie derecho el 8 de enero, cuando se llevó siete Globos de Oro, un récord absoluto.

Para quienes han visto la cinta, parte de su éxito es que combina elementos de los musicales de la época dorada de Hollywood –los años cincuenta y sesenta– con una historia actual, que tiene lugar en Los Ángeles. A lo largo de la película, de hecho, hay guiños a clásicos como Cantando bajo la lluvia (1952), Rebelde sin causa (1955) y a actrices como Ingrid Bergman, pero la historia no deja de ocurrir en el mundo de hoy, con celulares y redes sociales. La mezcla quedó bien hecha en el diseño de arte, la musicalización, el vestuario y la escenografía. “El secreto es que apela a la nostalgia y lo hace con mucha calidad”, cuenta Samuel Castro, crítico de cine del diario El Colombiano, de Medellín.

Pero además, la historia de amor funciona gracias a la química de la pareja de actores principales. Ryan Gosling (quien hace de Sebastian, el pianista de jazz) y Emma Stone (Mia, la aspirante a actriz) lograron captar el espíritu de la cinta. “Muy pocos intérpretes consiguen que una historia así encaje en vidas reales. La película necesitaba comunicar alegría. Debía ser brillante, efervescente cuando los dos protagonistas están juntos, burbujeante como el champán”, dijo Chazelle en alguna entrevista.

Gracias a ellos, a pesar de que la película es un musical y tiene muchos elementos fantasiosos –como un baile de los protagonistas en medio de las estrellas–, no deja de ser una historia realista. Chazelle, de hecho, decidió que las coreografías (con contadas excepciones) fueran sencillas y no muy elaboradas. Y para eso le pidió a Mandy Moore dirigirlas y enseñarles a bailar a los dos actores principales. El último ingrediente para la mezcla perfecta es la música de Hurwitz. Como estuvo involucrado en la idea desde el comienzo, sabía perfectamente lo que quería lograr Chazelle y lo plasmó en las notas musicales. El resultado es tan bueno que lo más probable es que sea otro de los más premiados durante esta temporada de galardones cinematográficos.

El último acierto es que la trama de fondo en la película, más allá de la relación amorosa, es la capacidad de perseguir los sueños. Un tema universal que les llega a los más jóvenes. Y en ese sentido, la secuencia final es clave. Tanto que para muchos de los críticos es lo que hace de La La Land un éxito. Pero poner a andar todos estos elementos habría sido imposible sin la mano del director. Para Mauricio Reina, crítico de cine del diario El Tiempo, Chazelle logró trasladar un concepto artístico a la pantalla: “Su toque personal fue meterle a la película la dosis perfecta de ensueño y encanto que él sentía desde que escribió la historia. Algo que no hubiera logrado otro director, así tuviera el mismo guion”.

Y esa dosis de fantasía es clave. Tanto que muchos explican el éxito de la película en que haya aparecido en medio del ascenso a la Presidencia de Donald Trump y del fortalecimiento de los movimientos populistas en Europa. “Son tiempos para una fantasía como esa”, resume Ricardo Silva Romero, escritor y fanático del cine. Por eso mismo, tiene grandes aspiraciones ante los Óscar, aunque tendrá que vencer a Manchester junto al mar, la película de Kenneth Lonergan, y a Moonlight (que aún no tiene título en Colombia), la cinta sobre un afroamericano homosexual que también se ha llevado elogios de la crítica.

Pero lo cierto es que así no gane, La La Land ya pasó a la historia. Aunque aún es temprano para saber si se va a convertir en un clásico, el hecho de que tenga a todo el mundo soñando frente a las pantallas de los teatros ya es un gran paso en esa dirección.

El nuevo genio

Con solo 31 años, Damien Chazelle ya es uno de los directores y guionistas más aclamados por la crítica.

Siempre quiso dedicarse al cine, pero cuando asistía a la escuela de Princeton descubrió su pasión por el jazz. Esa relación duró poco, pues su profesor tenía tan mal carácter que lo convenció de que la música no era la suyo. Años después utilizo esta experiencia como inspiración para Whiplash, la película que lo catapultó a la fama.

Lo cierto es que sin la distracción de la música (que, sin embargo, lo ha acompañado a lo largo de toda su carrera), Chazelle –nacido en Rhode Island en 1985– decidió estudiar cine en Harvard. De allí salió con su primera película, un musical en las calles de Boston. Luego se dedicó a escribir guiones (como el de Grand Piano), y cuando estaba bloqueado en uno de ellos decidió retomar la historia del profesor de música que atormenta a un estudiante.

Cuando la productora Helen Estabrook (Up in the Air) leyó el guion, lo convenció de presentar un corto sobre la película en el Festival de Sundance en 2013. Allí consiguió la financiación para hacer el largometraje, que estrenó en 2014 con un éxito inesperado. Desde entonces es uno de los nuevos talentos del cine, algo que queda claro al ver La La Land, su tercera película.