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¿Cuáles son los cuatro aires del vallenato?
El alma de cada vallenato está en su aire, ese ritmo que unas veces provoca bailar en una parranda y otras escuchar en tranquilidad por su lenta cadencia. ¿Cuáles son estos aires? ¿Qué los diferencia? Aquí se los explicamos.
El vallenato es un poema amenizado con música de acordeón, caja y guacharaca. Y como todo poema, tiene una estructura definida que permite conservar su esencia y tradición con el paso del tiempo.
En la actualidad, el Festival de la Leyenda Vallenata ejerce la curaduría de este género musical a través de jurados expertos que evalúan la interpretación de los cuatro aires vallenatos. Para explicarlos, Tomás Darío Gutiérrez, un reconocido escritor, historiador, catedrático, compositor y folclorista, habló con SEMANA. Es además, experto en música vallenata y autor del libro Cultura vallenata: Origen, teoría y pruebas, en el cual dedica un capítulo a dilucidar el origen de estos ritmos y su importancia en ese género tan propio de los colombianos.
Según este experto, el vallenato hace parte de nuestra cultura, algo que debemos preservar, y por eso no es de extrañar que la Unesco lo haya declarado Patrimonio oral e inmaterial de la humanidad en la lista de salvaguarda urgente. Como explica Gutiérrez: “El vallenato es una música folclórica con una tradición de más de 200 años que ha mantenido sus formas tradicionales, la organología autóctona y el estilo de canto”.
Las formas a las que se refiere Gutiérrez son los comúnmente llamados aires o ritmos vallenatos que, reconocidos por la opinión general de las autoridades en el tema, son cuatro y no más de cuatro: puya, merengue, son y paseo. Además, se distinguen únicamente estos porque son los que califica el Festival de la Leyenda para coronar a sus reyes.
Son
Si la puya se distingue porque es el más rápido de los aires, el son lo hace porque es el más lento. “El son es como un cuento que narra nostalgias”, dice Chiche Maestre. Nació a orillas del río Magdalena en la región de El Paso, tierra de su más grande representante: Alejandro Durán.
Musicalmente está hermanado con el paseo y se toca a cuatro cuartos. Para distinguirlo hay que prestarles mucha atención a los bajos, que se marcan tanto en el acordeón como en la caja, y al sonido de la guacharaca, que goza de protagonismo. Pero además, tiene que estar en su punto: “Si se toca muy rápido, se daña, y si se toca muy lento, también”, dice Alberto Jamaica.
La puya
La puya fue el primer aire definido. Los acordeoneros de la primera generación, que murieron en el siglo XIX, interpretaron puyas, principalmente. Junto con el merengue, proviene de la región de Fonseca, en La Guajira. El libro 100 años de vallenato, de Pilar Tafur y Daniel Samper Pizano, explica que probablemente el origen de esta música se encuentra en los indígenas que buscaban imitar el sonido de pájaros y otros animales.
Musicalmente, está hermanada con el merengue porque ambos tienen un compás derivado de seis octavos, pero la puya, a diferencia, tiene versos cortos, jocosos, referidos casi siempre a animales y su objeto es animar el ritmo.
Entre todos los aires, la puya es el más fácil de distinguir por ser el más veloz. “En la puya se evidencia el talento del acordeonero”, sostiene José Alfonso Chiche Maestre, compositor vallenato. Y desde 1972, gracias a Pablito López, el cajero de la Dinastía López, se institucionalizó que en la puya cada uno de los intérpretes del conjunto debe realizar un solo para demostrar sus habilidades.
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El paseo
Es el más joven de todos los aires, pues mientras los anteriores datan de comienzos de siglo XX –e incluso más antiguos, como la puya–, el paseo cogió fuerza y se definió con claridad a partir de 1930, porque antes se confundía con el son. Tafur y Samper Pizano señalan Zoila, de José Antonio Serna, como el primer paseo de la historia.
El paseo surgió en los alrededores de Valledupar, en Patillal, La Junta y Villanueva. Y, por supuesto, el patillalero por excelencia, Rafael Escalona fue su principal exponente. Su obra se compone, en más de un 50 por ciento, por paseos. Este aire se popularizó con velocidad, de modo que actualmente es el que cuenta con más cantos. “Los trovadores encontraron que su formato se ajustaba bien a las crónicas de sus narraciones. Era más lento que el merengue y la puya, pero menos melancólico que el son”, cuentan Tafur y Samper Pizano en 100 años de vallenato.
Precisamente por eso, y porque su estructura musical es a cuatro cuartos, con acento fuerte en el primer tiempo, es mucho más flexible que los demás aires y algunos consideran que existe un quinto aire derivado de este: el paseo romántico, cuyo precursor es Gustavo Gutiérrez Cabello. Como en todo, hay quienes no comparten esta idea, porque “el paseo siempre ha sido romántico”, dice Mestre.
El merengue
l merengue “es el ritmo más sabroso, el que más se presta para bailar”, según Alberto Jamaica, rey profesional del Festival de la Leyenda. Pero vale la pena aclarar en este punto que los más ortodoxos sostienen que el vallenato, en su calidad de reportaje cantado, no se baila. Es conocido que cuando alguien se levantaba a bailar mientras Alejandro Durán interpretaba su música, el Rey vallenato se detenía hasta que la pareja volviera a su lugar. No obstante, hay quienes afirman que, siempre y cuando se haga con respeto por el relato, debe aceptarse que la audiencia se emocione tanto que le den ganas de salir a bailar.
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El merengue es tan antiguo como la puya y, de hecho, Tomás Darío Gutiérrez ha logrado rescatar merengues vallenatos compuestos para la campaña independentista de Simón Bolívar. Los primeros compositores de este aire se ubican en la segunda generación de acordeoneros, aquellos que alcanzaron a nacer en el siglo XIX pero que vivieron parte de su vida en el XX. “En el merengue se puede encontrar una de las virtudes propias del vallenato, que es la narración y la descripción contenida en el canto”, afirma Gutiérrez, pues los merengues se hicieron en un momento con la intención de transmitir noticias.
Entre los demás aires es posible distinguirlo gracias a “lo armónico y rítmico que es y por la manera cadenciosa en que se toca”, sostiene Arminio Mestra Osorio, periodista autor del libro Alejandro Durán: su vida y su música. Se diga lo que se diga sobre el baile, la realidad es que la clave para diferenciarlo está en que para los pies es muy difícil no seguirle el ritmo.