MÚSICA

Pink Floyd ha muerto, pero Gilmour y Waters vuelven al ruedo

Roger Waters y David Gilmour, los dos miembros más notorios de la agrupación Pink Floyd, siguen sumando a sus legados, y las producciones que lanzan en 2015 generan una enorme expectativa.

Alejandro Pérez
18 de septiembre de 2015

Entre más popular se volvía Pink Floyd, más se pronunciaban las diferencias creativas y personales entre su bajista, compositor y cantante, Roger Waters, y su guitarrista y también cantante David Gilmour. El problema se hizo evidente durante la grabación de ‘The Dark Side of The Moon’ en 1973, un álbum que los llevó a su máximo pico de popularidad en 1974. El disco hace parte obligada de la historia del rock. Se mantuvo por 736 semanas consecutivas en la lista de 200 álbumes más populares de la Billboard, ha vendido más de cuarenta millones copias a la fecha y tiene una portada que es joya del diseño. Rompió récords de todo tipo pero también dividió casi irreparablemente a sus creadores. Gilmour argumentaba abusos de autoridad de Waters, quien a su vez resentía la “falta de compromiso” de sus colegas. Compartir espacios les resultaba insoportable y aun así completaron varios trabajos memorables.

En los ochenta, luego del épico disco doble ‘The Wall’ (1979) y de ‘The Final Cut’ (1983), dos proyectos de la entraña de Waters, este se marchó de la banda y entabló disputas legales para decidir quién se quedaba el nombre Pink Floyd. Pero los tribunales fallaron en su contra. Entre ambos ‘bandos’ reinó una tensión insoportable que durante décadas obligó a los fanáticos a ver a sus ídolos como un niño ve a sus padres divorciados: con el corazón partido y la necesidad de escoger afectos.

El milagroso concierto Live8, en 2005 los reunió de nuevo por una noche. Fue el punto más alto de un espectáculo plagado de estrellas como Paul McCartney y Madonna, armado para recaudar fondos y combatir el hambre en el mundo. Esa noche, Roger Waters (bajo), David Gilmour (guitarra), Richard Wright (teclados) y Nick Mason (batería) tocaron por última vez cuatro himnos juntos: Breathe, Money, Wish you Were Here y Comfortably Numb. Desde entonces los fanáticos han esperado un mes como este septiembre. Porque Roger Waters y David Gilmour van sacar a pasear a sus millones de seguidores.

Si bien ‘Floyd’ sin Waters presentó en 2014 su último disco, ‘The Endless River’, la muerte en 2008 del tecladista Richard Wright ya había marcado el final de la banda. David Gilmour proclamó hace dos semanas que Pink Floyd había terminado y no sorprendió a nadie.

Pero el viernes él mismo lanzó al mercado su nuevo álbum en solitario, “Rattle That Lock”, el cuarto en solitario de su carrera, y anunció una gira mundial. No pasará por Colombia, pero quienes quieran verlo podrán hacerlo en Brasil, Chile o Argentina en diciembre. El proyecto ha ocupado al guitarrista los dos años anteriores y lo compuso junto a su esposa, la escritora Polly Samson. Las primeras reseñas le dan muy altas calificaciones y dentro de lo que se puede esperar de las guitarras y escenarios sonoros del músico, no decepciona, suma.

Entretanto, Roger Waters lanzará el 29 de septiembre a nivel mundial su documental, película y concierto “Roger Waters The Wall”. Es suyo porque lo codirige y lo protagoniza. En este lleva al cine la impresionante gira que realizó entre 2011 y 2012, la segunda más exitosa de la historia para un artista solitario y dejó como postal nueve conciertos consecutivos en el Monumental de River Plate en Buenos Aires. El tour le dio un aire nuevo a una obra maestra, musical y visual, como The Wall, afinando la teatralidad y los ‘juguetes’ utilizados en el Show. Por todo esto, el avance del documental  permite asumir que la experiencia en los cines pondrá los pelos de punta incluso a los no conocedores. El audiovisual suma material muy íntimo de Waters, incluyendo cara a caras con varios de sus demonios recurrentes y es quizás su testimonio más vulnerable hasta el momento.

¿Estaría orgulloso Syd Barrett? El primer guitarrista y genio de Pink Floyd, el que lo bautizó uniendo dos nombres de músicos, se alejó de la banda mientras ésta grababa su segundo disco en enero de 1968, justo después de un año debut como pocos en la historia. En 1967 la banda firmó su primer contrato con EMI. Mientras grababa su primer disco (The Piper at The Gates of Dawn) en el estudio Abbey Road, cruzó camino con los Beatles, que trabajaban en ‘Sgt. Pepper’s’. Le abrió un tour a Jimi Hendrix, compartió cartel con Cream, viajó a Estados Unidos. Fueron un fenómeno inmediato. Pero no hizo diferencia, Barrett se fue, perdido entre sus deseos de soledad y el efecto de demasiadas sustancias.

Entonces Roger Waters asumió el liderazgo y un David Gilmour, que se había unido a finales de 1967, asumió la totalidad de las guitarras. Desde entonces, Pink Floyd forjó siempre un estilo propio, elástico, psicodélico y progresivo, sumando el genio humilde de Richard Wright en los teclados y el metrónomo que era Nick Mason en la batería. Con su exploración inteligente, social y profunda, el grupo le habló un público masivo y mundial. Pero con la memoria de Barrett desvanecida se elevaron dos personalidades dominantes en el grupo, dos contrapartes que libraron una verdadera guerra civil.

El tiempo y la muerte han cambiado las cosas, la guerra ya no existe más. En la gira de The Wall de Roger Waters, en 2011, Gilmour tuvo una aparición estelar que marcó que estos ‘padres separados’ se habían vuelto a hablar y que todos sus hijos podían sonreír de nuevo. Este mes, con material fresco de dos genios, es un motivo para celebrar.

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