Dos turistas posan frente al 'Beso de la muerte' del artista ruso Dimitri Vrubel. Foto: Marco Bonilla

Arte e Historia

De cómo el Muro de Berlín se convirtió en arte

El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. 51 años antes, había tenido lugar la famosa Noche de los Cristales, que había marcado el comienzo del terrorismo nazi. Arcadia recuerda la fecha con un artículo sobre el fragmento de muro que se convirtió en galería de arte.

Marco Bonilla
9 de noviembre de 2020

*Del archivo de Revista Arcadia. Por Marco Bonilla.


La East Side Gallery: un muro convertido en arte

“Yo vengo de Irán, un país en el que el muro existe en las cabezas de los ciudadanos; cuando llegué a Berlín me encontré con él de frente” -Kani Alavi.

El 13 de agosto de 1961 los ciudadanos de Berlín se encontraron, de la noche a la mañana, divididos por un muro que durante 28 años partiría la ciudad en dos. La capital alemana se convirtió en el centro del conflicto bipolar que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial fragmentó el mundo en bloques ideológicos. El gobierno de la comunista Alemania Oriental construyó la tapia infranqueable de 160 kilómetros con 45.000 lozas de concreto prefabricado, bajo el pretexto de contener el fascismo de Alemania Occidental. Decenas de berlineses murieron tratando de cruzar al otro lado de esa tierra de nadie en que se convirtió el terreno adyacente al muro. Sólo unos pocos lograron reunirse con sus familiares y seres queridos en la República Federal Alemana.

En 1989, después de 28 años de construido, los berlineses demolieron el muro, ladrillo a ladrillo, iniciando el proceso de reunificación y dando fin a la Guerra Fría. Hoy una cicatriz de adoquín recuerda a los alemanes ese muro de la infamia y, salvo algunos trozos dispersos, poco queda de la ominosa estructura, excepto el tramo de 1.316 metros entre la Mühlenstrasse y el río Spree conocido como East Side Gallery.

Locales y visitantes recorren el que alguna vez fuera el muro de la infamia, hoy convertido en espacio cultural, donde artistas de 21 países del mundo, bajo la euforia de cambio global que caracterizó los meses posteriores a la reunificación, pintaron con pinceles y aerosoles, obras que se han convertido en verdaderos íconos de la capital alemana y que hoy se venden en mugs, camisetas, llaveros y magnetos en las tiendas de souvenires.

Los artistas recubrieron la vergüenza gris del hormigón, con el abigarrado colorido de la pintura. Ahí están el famoso Beso de la muerte entre el dirigente soviético Leonid Brezhnev y el dirigente alemán Erich Honecker, pintado por Dimitri Vrubel; los hombrecillos de colores realizados por el artista Thierry Noir o la imagen de un Trabant (el vehículo utilizado en la Alemania Oriental) atravesando un muro, de la pintora Birgit Kinder.

Pintura mural de Thierry Noir en la East Side Gallery. Foto: Marco Bonilla.



Desde 1990, la East Side Gallery recuerda a los alemanes el horror de la guerra. En este sector del barrio berlinés de Friedrichshain el arte se ha convertido en un canto a la libertad. No es sólo la galería a cielo abierto más grande y perdurable del mundo, sino un espacio para el arte político. Las 105 obras realizadas en el flanco oriental del muro son una alabanza al mundo de la postguerra fría y una crítica al totalitarismo. Caminar por este sector, desde el puente Oberbaum hasta la estación de Ostbahnhof es un recorrido por la memoria de una ciudad dividida por el choque de ideologías que caracterizó la segunda mitad del siglo XX.

El tiempo no ha sido indiferente a la East Side Gallery. Muchas de las obras -algunas de las cuales fueron realizadas con pinturas inadecuadas y sin aplicar una capa de fondo sobre el hormigón-, hoy se encuentran seriamente afectadas por efecto de la erosión, el grafiti y el vandalismo. Algunas han sido restauradas gracias a los buenos oficios de la Künstlerinitiative, una organización sin ánimo de lucro, dirigida por el muralista Kani Alavi (el primer artista que, en 1984, coloreó el triste gris del lado Este de manera clandestina, evitando a la temida Stasi y a los vigilantes del Muro) quien, con fondos surgidos de donantes y patrocinadores privados, trabaja desde el año 2000 para mantener y recuperar las obras. Para el vigésimo aniversario de la caída del Muro se restauró la totalidad de los murales, saneando el hormigón para reproducir los diseños, pero algunos meses después, ya se notaba el deterioro por la vandalización del lugar. Las autoridades de Berlín encuentran dificultades para evitar el deterioro de la East Side Gallery y los fondos destinados para este fin siempre son insuficientes.

La imagen de un Trabant atravesando el muro de Berlín, de la pintora Birgit Kinder. Foto: Marco Bonilla


Pero la peor amenaza que se cierne sobre la East Side Gallery proviene de la especulación urbana, debido al sostenido aumento del precio de las propiedades en Berlín. Durante los años del muro, la zona que dividía las dos alemanias era una terra ignota donde, salvo alambradas, atalayas y minas enterradas, no existía nada a decenas de metros alrededor. Con la reunificación, vastas zonas de Berlín Oriental fueron ocupadas por anarquistas que con los años han sido desalojados para dar paso a un proceso de gentrificación que ha elevado considerablemente el precio del metro cuadrado. Los barrios de Friedrichshain y Kreuzberg, adyacentes al lugar son dos de los de mayor especulación inmobiliaria de Berlín, lo que ha producido el desplazamiento de las comunidades de artistas e inmigrantes turcos a las periferias de la capital alemana. Diversos proyectos inmobiliarios han puesto sus ojos en la East Side Gallery, lo que ha dado como resultado que se hayan removido dos secciones de la larga muralla. Las amenazas de derribo siguen pendiendo sobre la ominosa tapia de hormigón convertida en museo.

A pesar de todo, la East Side Gallery sigue en pie como una kilométrica lección del pasado, recuerdo de los peligros del totalitarismo y de la guerra. También rememora de forma silenciosa pero colorida ese muro que durante décadas separó a la sociedad más poderosa de Europa y los tiempos en que los berlineses se jugaban la vida por ir de un barrio a otro de la ciudad. Un recuerdo del pasado y una advertencia al futuro. Este homenaje a la libertad y símbolo de la denuncia a la opresión, representa el espíritu trasgresor, alternativo y multicultural que caracteriza a Berlín.