Entrevista
De la fantasía y el erotismo en la literatura de Jorge Consiglio
Consiglio es uno de los escritores más premiados de la literatura argentina contemporánea. En febrero de 2021 publicó “Sodio”, un fascinante relato que oscila entre lo fantasioso y lo erótico, con una fina descripción de los detalles. SEMANA habló con él sobre su obra.
Jorge Consiglio es novelista, poeta y cuentista. La gran escritora Beatriz Sarlo le hizo un reconocimiento especial a su literatura: “Consiglio se atiene a sus elecciones con una coherencia que nunca resulta artificiosa”.
Me encontré con él una tarde cálida en una librería café del barrio porteño de Palermo. Conversando me confesó que después de la escritura de su novela Hospital Posadas no encontraba tramas más amplias para una novela; entonces el propio sonido de las palabras, ese ritmo y la sintaxis le dieron un nuevo sentido a su última novela, Sodio.
Los expertos de la librería y editorial Eterna Cadencia de Buenos Aires describen la novela así: “Hay experiencias de la infancia que irradian sus consecuencias durante toda una vida, a veces incluso imperceptiblemente. Ese pareciera ser el caso del protagonista de esta historia, cuando a los diez años conoce a Leonardo Del Vecchio, su primer profesor de natación, y el agua se convierte en su nuevo hábitat, un refugio para los momentos en los que la existencia en tierra firme se vuelve demasiado frágil. Y después, el derrotero de una vida hecha de pequeñas rutinas como una suerte de conjuro contra la incertidumbre. Jorge Consiglio construye una novela cautivante, como solo puede hacerlo quien sabe fijar la mirada en lo ínfimo, en el detalle, para luego pasar, en apenas unos segundos, al avistamiento de lo imposible.”
A lo largo del texto está muy bien lograda la detallada descripción de la atmósfera y de los sentimientos del personaje. ¿Cómo abordó esa fusión entre erotismo y fantasía?
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El peso simbólico de la sirena condensa el deseo; ella está próxima al héroe de la novela, pero él nunca la puede agarrar, está en una perpetua fuga. Él la desea, quiere tomarla pero ella se escapa. Y esa dialéctica es la que mantiene en perpetua renovación esa cuestión de la circulación del deseo. Lo cercano y lejano al mismo tiempo, lo desconocido. Es paradójico y contradictorio el ser humano, porque muchas veces lo que ya tiene y conoce no despierta en el más curiosidad.
A diferencia de sus otras novelas, en Sodio se siente un deseo latente, hay un erotismo, no solo en esta mujer pez, también en la atmósfera del mar y lo inalcanzable. ¿Es así?
Si, esta es una novela que de alguna manera narra el deseo, lo pone constantemente en primer plano. Ese artificio me sirve para generar algo que tiene que ver con la intriga, y eso tiene dos raíces. Por un lado, lo trabajo desde la sintaxis, es decir, las oraciones breves, la relación entre una oración y otra, y los párrafos que entre sí generan una tensión, están como al borde de sí mismos. Como decía el pensador francés Roland Barthes: la escritura tiene que tener una relación erótica con quien la lee, osea entre el lector y el texto debe haber una tensión del orden del deseo. El otro factor es el fondo, la historia. Al articular el fondo con la forma, la sintaxis, se genera una relación que pone en primer plano el deseo.
Veo el voyeur como una constante en sus relatos. Hablan de eso que no es permitido, pero al mismo tiempo atrae y finalmente se atreve a traspasar.
El voyeur es una figura que convoca por excelencia; tiene que ver también con lo erótico, con una tensión del deseo. En la novela Hospital Posadas el narrador ve dos cosas: la deconstrucción de ese hotel y a una mujer que está en una terraza.
Las luces me convocan en la noche, esa curiosidad de saber qué hacen los demás desde la comodidad de mi hogar, de verlos sin su máscara social. Y en Sodio me arriesgué más con el elemento del deseo en estado puro, de la mujer inalcanzable simbolizada en una sirena.
Hablando de Hospital posadas, me parece una novela bien lograda, con una estructura compleja pero fina, de tres décadas entrecruzadas. Hay un secuestro, un antiguo hospital y un registro lírico con un eje histórico muy fuerte
El hospital es el personaje principal de esa novela. Un lugar complejo donde se vive lo humano y el horror. Lo puedes abordar desde distintos lugares. Es el narrador o el mismo protagonista. Dentro del hospital hubo un centro clandestino de detención y tortura, una paradoja porque después fue un lugar de salud.
No intenté abordar una crónica ortodoxa ni hacerlo en orden cronológico; hay un quiebre de eso. Lo alteré rosando un poco el tema de la dictadura con la poesía. Quebré la historia como tal, entrando en un registro lírico, creando más un clima y un ritmo que se expande en distintas historias. Un lio de tiempos del pasado al presente. El narrador es aquí un escritor medio frustrado, voyeur que observa la demolición de un petit hotel del siglo XIX frente a su casa, y descubre otras vidas. Más allá del voyeur, me parecía muy atractivo describir la demolición de un edificio antiguo, con todas esas molduras.
En el libro está la metáfora, el rito de la gente que trabaja, los setentas y la dictadura, los ochentas con Alfonsín y los resabios de la actualidad, donde perviven esas huellas. Hay disparadores de mi vida, elementos biográficos que salieron allí, y que igual que al personaje, te retornan a la infancia, a la paranoia que nos dejó la dictadura.
Es interesante ver personajes tan opuestos en sus distintos relatos, seres oscuros algunos y otros más livianos. ¿Cómo los arma?
A través de una descripción física trato de armar los personajes, no solo por sus rasgos más sobresalientes, sino pensar en una matriz más profunda, emocional o psíquica; que el mero detalle sirva para narrar otra cosa por omisión. No tendría sentido solo la descripción física, si eso lo pones en función de otra cosa tiene más sentido y ritmo. Y en esa profundidad soy un voyeur también, hasta donde la vida del otro me sirve para construir la mía. Está ese placer de ver al otro realmente desnudo, en su intimidad, sin sus máscaras.
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