L I B R O S

Diamantes en una mina abandonada

Se descubren cinco relatos inéditos de Raymond Carver.

Luis Fernando Afanador
11 de junio de 2001

Raymond Carver
Si me necesitas, llamame
Anagrama, 2001
126 paginas
$ 22.000 La muerte de Raymond Carver, ocurrida en 1988, fue una muerte prematura. Aunque tenía 50 años, se encontraba en la plenitud de su creación literaria. Después de ser un alcohólico crónico y de encontrarse desahuciado, pudo dejar la bebida y consolidar, durante sus últimos 10 años, una de las obras más significativas de la literatura norteamericana. Había renacido. Luego de tocar fondo, había tenido una segunda oportunidad que aprovechó minuto a minuto: vivió, trabajó y fue amado por una buena mujer. “No lloren por mí”, alcanzó a decirles a sus amigos en un poema: “Soy un hombre de suerte. He contado con 10 años más que yo o ningún otro esperara. Puro encime. Y no lo olviden”. A pesar de esta advertencia y de la satisfacción de ver cómo su breve obra fue suficiente para que perdurara más allá de su muerte, era triste para sus lectores aceptar que esa voz única se hubiera apagado para siempre. Por fortuna, estábamos equivocados. Faltaba una sorpresa, un feliz hallazgo. Como bien lo dijera el Publishers Weekly: en la mina abandonada todavía quedaban algunos diamantes. Ocupada en otros proyectos, Tess Gallager, la viuda de Carver y compañera de aquellos años, sólo hasta 1999 invitó a Jay Woodruf, editor de la revista Esquire y gran conocedor de la obra de Carver, a que la ayudara a revisar y organizar unos papeles que se encontraban en su escritorio de la casa de Port Angeles. Gastaron muchas horas escarbando. Encontraron notas, fragmentos de historias, comienzos inconclusos. De pronto —dice Woodruf—, Tess abrió un cajón en el que había 10 carpetas con tres manuscritos completos. Los leyeron: cada uno era un cuento extraordinario, concebido y esbozado en sus años maduros, cuando estaba en el punto más alto de su creación. El segundo descubrimiento se produjo en ese mismo año. William L. Stull y Maureen P. Carroll, encontraron dos cuentos de Carver sin publicar en una caja de manuscritos de la universidad de Ohio. Estos son, entonces, los cinco relatos que componen su libro póstumo Si me necesitas, llámame, que fue todo un acontecimiento literario en Estados Unidos el año pasado y que acaban de ser traducidos al castellano. Un hombre que decide cambiar de vida; una pareja de ex alcohólicos que la víspera de su partida recibe una invitación a cenar de sus arrendadores —han pasado por muchos lugares y por primera vez no tienen que huir furtivamente dejando deudas—; una mujer que pierde a sus dos hijos en un incendio; otra que se encuentra obsesionada por el recuerdo de su antiguo esposo; una relación que se acaba. Historias aparentemente sencillas, con mucha descripción, precisas. Una superficie siempre nítida pero también lo que no se dice, lo que está latente y sentimos que es lo más importante, esa emoción sugerida, esos innumerables sentidos nunca explícitos y que son como “la inminencia de una revelación que nunca se produce”. Sin duda, aunque no sean los mejores, en estos cinco relatos está presente todo el arte que apreciamos en Carver. No, Tess Gallaguer no es otra viuda abusiva y no estamos ante un montaje editorial. Se trata de un hallazgo verdaderamente importante. Es bueno aclararlo ahora cuando, por obvias razones, no es extraño ver la publicación impune de textos primerizos y anodinos de los grandes escritores. ¿Por qué razón Carver no se decidió a publicarlos en vida? Tal vez porque, como lo explica Tess Gallaguer, en los últimos meses se dedicó por completo a su libro de poesía Un sendero nuevo a la cascada y de acuerdo con su estricto método de trabajo, revisaba sus relatos por lo menos hasta 30 veces: no le alcanzó el tiempo. Felizmente, los ajustes que faltaban eran mínimos: armonizar algunos nombres y ciudades. Lo demás se encontraba “en el mismo estado en que se deja una comida cuando suena el teléfono”. Enhorabuena.