Arte Urbano

El arte de incomodar: la pintura como voz de protesta

Más allá de lo contemplativo, el arte nació para expresar, cuestionar lo establecido y, por lo tanto, incomodar. La censura artística, como respuesta a la incomodidad, ha ocurrido desde la antigüedad.

Catherine Dousdebes Fernandez
11 de mayo de 2021
El mural “Estado Asesino” realizado en Medellín, por la Comunidad de Pintura Callejera fue censurado por miembros del ejército, según informan medios locales.
El mural “Estado Asesino” realizado en Medellín por la Comunidad de Pintura Callejera fue censurado por miembros del ejército, según informan medios locales. | Foto: Sandre Barrientos Twitter

La pandemia no ha impedido que miles salgan a las calles a protestar en estos agitados días del paro nacional en Colombia. Muchos se han manifestado con arengas, con música o baile mientras otros se han expresado a través del arte para dejar huellas en la memoria colectiva.

Y mientras la cámara se ha convertido de nuevo en una herramienta fundamental, que registra un momento performático, musical, alegre, violento o, quizás, ahora inexistente, los colectivos y artistas se han manifestado con muestras artísticas que plasman en los espacios públicos. Los muros y -ahora también- el suelo se vuelven lienzos con mensajes contundentes que expresan sus posturas colectivas frente al Gobierno.

El arte urbano es un medio de comunicación libre e independiente, ni condicionado ni restringido como los tradicionales. Por eso, la calle, un espacio democrático capaz de mostrar la diversidad de pensamiento y artístico, es perfecta para denunciar, hacer memoria y visibilizar mensajes de manera transversal, que pueden ser vistos por cualquiera.

En la inauguración del Museo de Memoria al Aire Libre: Todas las vidas valen, SEMANA habló con el artista callejero DJ Lu, y sus palabras en aquella entrevista, siguen vigentes hoy en el contexto actual de Colombia. “La calle es donde se puede hacer denuncia, pues los medios tradicionales no lo muestran por estar condicionados al poder”, dijo entonces.

El arte de incomodar

Mural censurado por un grupo de personas del Centro Democrático.
Mural censurado por un grupo de personas del Centro Democrático. | Foto: Twitter

La calle es difícil de controlar, pero quienes no quieren que esta información se esparza lo intentan hacer de todas formas.

Ayer, en Cúcuta, un joven grabó el momento en que unas personas tapaban un mural con las palabras “Gobierno Psicópata”. En ese momento, Héctor Paredes, el escolta de un miembro del Centro Democrático, tachó a los muralistas de guerrilleros y terminó con la amenaza “¡Bala es lo que les vamos a dar!”.

La violencia fue la respuesta ante la incomodidad que este mural produjo en algunas personas. Una violencia injustificada, absurda y, a la vez, diciente sobre aquellos que quieren callar la opinión de cientos de miles.

No fue el único caso notable estos días. El mural con la frase “Estado Asesino” realizado en Medellín por el colectivo la Comunidad de Pintura Callejera, corrió con la misma suerte. Según informaron medios locales, este fue censurado, por miembros del Ejército. Después de darse a conocer a noticia sobre la censura, el colectivo publicó un comunicado sobre este hecho.

“Borraron el mural de ESTADO ASESINO, sin embargo, no pueden borrar lo que está pasando en Colombia. Sabíamos la incomodidad que podría generar… Que censuren el mural nos da la razón. Estamos en un Estado asesino”.

Varios usuarios de Twitter se pronunciaron al respecto, como el concejal de Medellín Daniel Carvalho.

El significado persiste

El arte nació para expresar, cuestionar lo establecido y, por lo tanto, para incomodar. Hoy se admiran cuadros en museos de arte ignorando el fuerte significado que se les atribuyó en otra época. El caso de Las espigadoras del pintor francés Jean-François Millet ofrece un ejemplo. Así resulte difícil de procesar, un cuadro tan sereno como Las espigadoras fue tachado de “peligroso” en su época pues, después de que la burguesía privatizó el arte, por fin se retrataba al pueblo en sus labores más comunes. Era la realidad, una que curiosamente no querían ver en el Salón de París de 1857, en contraposición a las puestas en escena de los cuadros burgueses en donde los pintores cubrían las imperfecciones de sus modelos con pinceladas, a la manera de un arcaico Photoshop en su versión original.

'Las Espigadoras' (1857) de Jean-François Millet.
'Las Espigadoras' (1857) de Jean-François Millet. | Foto: Musée d'Orsay, Paris

La historia del arte nos enseña que la incomodidad siempre ha existido, como también la censura y, en el peor de los casos, la condena de muerte. Si algo han probado estos días es que esa amenaza de muerte sigue vigente en pleno siglo XXI, como lo fue en el Imperio Romano. En ese entonces, perseguidos, los cristianos dibujaban símbolos en la oscuridad de las catacumbas para no olvidar sus creencias: lo hacían precisamente porque incomodaban a los ojos públicos de Roma.

La caída de Constantinopla a mano de los turcos otomanos dejó un gran recuerdo, Santa Sofía, una basílica posteriormente convertida en mezquita. El edificio en sí no representaba un peligro, era útil para un periodo de guerras constantes, pero sus imágenes eran altamente peligrosas para los iconoclastas. Peligrosas fueron consideradas pues un pueblo, en su mayoría analfabeta, podía entender la simplicidad de las imágenes y, por lo tanto, había que eliminar esta “mala educación”.

Ejemplos, los hay muchos más. La conclusión es, el arte siempre incomodará al que tenga más poder por miedo a perder su verdad absoluta.