LIBROS

El capitalismo

Una ambiciosa y detallada radiografía del sistema capitalista y de las desigualdades que produce.

Luis Fernando Afanador
3 de enero de 2015
Thomas Piketty es profesor en la École d' Économie de París.

Thomas Piketty
El capital en el siglo XXI
Fondo de cultura, 2014
663 páginas
El capitalismo


Thomas Piketty no es Carlos Marx pero hay mucho en común entre ellos. A los dos los obsesiona la desigualdad del sistema capitalista. Marx la estudió a fondo en su obra El capital, y Piketty en El capital en el siglo XXI ha profundizado con una perspectiva histórica más amplia: desde la Revolución francesa hasta nuestros días. Ha podido ver más. Y ha podido ver, sobre todo, que el capitalismo ha sobrevivido a sus crisis de una manera que Marx nunca se hubiera imaginado. Sin embargo, la desigualdad se ha mantenido y, en los últimos años, se ha incrementado a unos niveles escandalosos. Marx, pensando una manera de romper esa cadena infernal, idealizó al proletariado —el eslabón más débil del proceso— como el sujeto histórico encargado de acometer esa empresa. Ya sabemos de qué manera triste terminó esa utopía. Piketty no pretende acabar el capitalismo, le parece un sistema eficiente para crear riqueza aunque incapaz de superar las desigualdades que engendra. Su postulado, para decirlo en sus propias palabras, se resume en esta frase: “Salvemos el capitalismo de manos de los capitalistas”.

La tesis que expone Piketty en su libro —sustentada por una sólida investigación en los principales países desarrollados— es clara y sencilla: en 200 años el rendimiento del capital se ha mantenido alrededor del 5 por ciento mientras que la tasa de crecimiento solamente entre el 1 y el 1,5 por ciento (con la excepción de las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando el crecimiento estuvo entre el 3 y el 5 por ciento). Es decir, la riqueza privada ha sido siempre superior a la riqueza de los países, los patrimonios han aumentado siempre más que la producción y los salarios.  “La desigualdad implica que la recapitalización de los patrimonios procedentes del pasado será más rápida que el ritmo de crecimiento de la producción y los salarios. Esta desigualdad expresa una contradicción lógica fundamental. El empresario tiende a transformarse necesariamente en rentista y a dominar cada vez más a quienes solo tienen su trabajo. Una vez constituido, el capital se reproduce solo, más rápidamente de lo que crece la producción. El pasado devora al porvenir”.

El patrimonio del 10 por ciento más rico de la población crece exponencialmente y el del 1 por ciento de esos ricos crece ‘estratosféricamente’. Piketty prevé que en el siglo XXI esa brecha será la norma, como lo ha sido siempre en la historia: como lo fue en el siglo XIX y en vísperas de la Primera Guerra Mundial. En el siglo XX las guerras fueron las que hicieron tabla rasa del pasado, “reduciendo fuertemente el rendimiento del capital y dando la impresión de que se había superado estructuralmente el capitalismo y su contradicción fundamental”.

No ocurrió el apocalipsis pronosticado por Marx; tampoco se cumplió el cuento de hadas de Kuznets, quien dijo que a medida que el desarrollo económico avanzara, se reducirían las desigualdades. Esto último fue tan solo una excepción histórica, que se dio entre 1950 y 1970.  ¿Cómo cerrar entonces esa brecha? La respuesta de Piketty, que a algunos les parece sensata y a otros una utopía, es la siguiente: “La solución correcta es un impuesto progresivo anual sobre el capital: así sería posible evitar la interminable espiral de la desigualdad y preservar las fuerzas de la competencia y los incentivos para que no deje de haber acumulaciones originarias”. Una solución que exigiría —así lo reconoce el propio Piketty— un alto grado de cooperación internacional e integración política regional.

Sea viable o no la solución que propone, no hay duda de que su libro ha puesto el dedo en la llaga. De ahí la gran resonancia que ha tenido no solo en la academia —trasciende la economía y abre un diálogo con otras disciplinas— sino entre los políticos y los líderes de opinión. Gracias a este economista de 43 años, el fantasma de la igualdad recorre de nuevo el mundo y levanta a los demócratas del mundo de la lona mental y la desesperanza en la que se encontraban. El libro de la década y, ojalá, del siglo XXI.