CINE
El cine de terror vuelve a meter miedo
Un nuevo tipo de películas parece apoderarse de las pantallas con menos sangre y menos mutilados. A pesar de su éxito en taquilla y en premios, no está libre de cuestionamientos.
N ada define mejor el propósito de una película de terror: “Tengo miedo de cerrar los ojos. Tengo miedo de abrirlos”. Esa expresión se oye en El proyecto de la bruja de Blair, una película de terror (1999) que, según los números, es la más exitosa de todos los tiempos: ganó 248 millones de dólares, nada extraordinario si no se aclara que cada dólar que invirtió produjo 10.000. Ingeniosa, arriesgada, pero especialmente importante al revivir el metraje encontrado (técnica que utiliza un falso documental, hallado accidentalmente, como eje de una historia).
Después vinieron, porque fórmula ganadora repite, cintas que usaron el mismo recurso como REC, VHS, Actividad paranormal y muchas otras más. Cuando el cine de terror de este comienzo de siglo parecía reiterativo –el gore y la tortura también agotaban con sus imágenes de sangre a borbotones–, en los últimos cinco años surgieron nuevas formas de abordar el género. Por ahora, los resultados en taquilla, las nominaciones y los premios en festivales, más la anuencia de la crítica, indican que los nuevos aires soplan bien.
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Y el año pasado tuvo su momento de resplandor. La industria alardea con cifras contundentes, que sobrepasan los 100 millones de dólares por películas como Get Out (¡Huye!) y, sobre todo, It (Eso), la adaptación de la novela de Stephen King que recaudó 300 millones en Estados Unidos y se ubica ya como uno de los grandes éxitos de taquilla de la historia del género.
También llevaron un buen número de espectadores a los teatros Happy Death Day, (Feliz día de tu muerte) A Quiet Place (Un lugar en silencio) o Don’t Breathe (No respires). El español Álvaro Peña, crítico de cine y experto en terror, le dijo a SEMANA que estas cifras desmienten una vez más el tópico de que este género es solo nicho de freaks o de una afición marginal.
No hay que minimizar que la aceptación también va más allá de las taquillas. ¡Huye! fue nominada este año al Óscar como mejor película y varias asociaciones de críticos destacaron otras como The Witch (La bruja) o It Comes at Night. La razón: las catalogaron como ejercicios fílmicos exigentes, sutiles y atmosféricos.
Aunque un gran bloque de especialistas dice que el cine de terror no atraviesa una situación como para celebrar y generalizar, pues también salen muchas producciones aberrantes, calcadas y mal hechas, otros sí rescatan varios trabajos con diferentes argumentos.
Uno de ellos, el crítico Diego Cuevas, de la revista digital catalana Jot Down, habla de “nuevos horrores” en el cine, aquellos alentados por realizadores que quieren devolverle lustre al género por diferentes caminos. “Unos han optado por agarrar recetas antiguas para reformularlas afinando los ‘jump scares’ (sobresaltos) al ritmo actual, otros han renunciado al susto fácil a cambio de hornear ambientes perturbadores y los más valientes se aventuran a explorar nuevas sendas entre los miedos”, dice.
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Alude a directores como Adam Wingard (Tú eres el próximo), Robert Eggers (La bruja), las hermanas Soska (American Mary), Fede Álvarez (No respires), David Robert Mitchell (Está detrás de ti) o James Wan (El conjuro). Si bien aún no son los sucesores de maestros del terror como George Romero, Tobe Hooper, John Carpenter, David Cronenberg, Sam Raimi o Dario Argento, sus nombres despuntan en el particular universo de este género, subestimado como ninguno.
Desde siempre esta especie ha sido el patico feo del cine. Pero no solo trata historias de monstruos, zombies y locos de motosierra y cuchillo que destripan adolescentes. El género normalmente reflejó y cuestionó problemas sociales y políticos, como el machismo, la globalización, el exceso de tecnología, las imperfecciones de la ciencia, las radiaciones nucleares, el maltrato infantil, la estigmatización social, el fracaso del sueño americano o la liberación sexual.
Y varias de esas temáticas ahora salen a flote y conectan con la sensibilidad actual. El analista español Álvaro Arbonés explicó a SEMANA que el terror siempre resurge, especialmente en las épocas más convulsas, como un buen método para encarar los problemas de cada época. Y varias de las películas actuales, además de su cuidado estético y de sus buenos guiones, tratan incisivamente problemas como la gentrificación o el racismo. En resumen, según él, esas producciones conectan con el imaginario de toda una generación tanto en lo estético como en lo social.
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No solo él piensa así. Manuel Kalmanovitz, crítico de cine de esta revista, cree que el éxito se debe a los nuevos ángulos a problemas coyunturales (la discriminación en ¡Huye!, el consumo desmedido en Un lugar en silencio o ser madre soltera en The Babadook). “Temas que, a punta de salir tanto en las noticias, corren el riesgo de perder su urgencia (paradójicamente)”, dice.
Un ensayo titulado ‘El imperio del miedo’, de Antonio José Navarro, afirma que el cine de terror de la primera década del siglo XXI refleja el efecto de los ataques terroristas del 11S, lo que se evidencia en temáticas como el miedo al extraño, al forastero y a la extrema violencia, no por lo visto en las torres, sino por las imágenes de tortura que se filtraron posteriormente en video (recreadas en las tétricas Hostel o Saw).
Pero no todos ven esta nueva oleada de filmes y realizadores con los mismos ojos; extrañan y exigen que las películas de este género no solo sean buenos ejercicios de estilo, sino que sean provocadoras y menos complacientes con el espectador. “En términos expresivos –dice Peña–es posible que el terror esté en uno de los niveles más bajos de su historia, y, desde luego, a mucha distancia del cine pos-11S, al renunciar a desafiar al público”.
Hereditary, película que les puso los pelos de punta a más de uno en el Festival de Sundance, está próxima a estrenarse y la anteceden sugestivos comentarios: “Puro terrorismo emocional, golpea con terror de verdad”. Todo indica que seguirá la racha de buenas cintas de horror.
Arbonés cree que el mundo vive una puesta al día del género, pues su estética bebe del cine indie norteamericano y de toda la cultura derivada de sitios como Tumblr o YouTube. Aun así, sus patrones no dejan de tener similitudes con los clásicos del terror. Por ahora, nada hará cambiar que el asesino despiadado, el científico loco, el monstruo o el espíritu representen los grandes temores del público. Nadie como ellos hacen sentir tanto miedo de cerrar los ojos como de abrirlos. n