Kevin Space no solo conquistó al cine con sus interpretaciones en ‘Los sospechos de siempre’, ‘Seven’ o ‘Belleza americana’. En la televisión también triunfa en ‘House of Cards’. | Foto: Fotos: A.F.P.

SERIES

El cine se traslada a la televisión

Grandes directores, actores y productores de cine se pasan a la pantalla chica, que adquiere un protagonismo inédito en el mundo.

31 de enero de 2015

Woody Allen lideraba la resistencia, protegido por una coraza intelectual a prueba de frivolidades. Pero no hubo caso y cedió a comienzos de 2015. El hombre del clarinete, uno de los baluartes del cine de autor, director de joyas como Manhattan y Annie Hall, cayó ante la embestida de una televisión cada vez más voraz. Él lo confirmó: “No tengo idea de cómo me metí en esto. No tengo ideas y no sé bien por dónde comenzar”.

La pantalla chica, una vez sedujo a este bastión, hizo cuentas y sacó pecho: ya conquistó a los grandes actores de Hollywood, a los directores independientes, adaptó grandes películas, cautivó audiencias y, lo que no muchos esperaban, generó en internet el nacimiento de productoras y proveedores de contenido propio por suscripción como Netflix y Amazon (la que contrató a Allen) que compiten con los canales de televisión tradicional abierta.

Curiosamente, una de las causas de ese florecimiento es que el cine hecho en Hollywood, así muchos aseguren que está empezando a oler a formol, parece no inmutarse ante los nuevos desarrollos tecnológicos. Le sigue apostando a las grandes megaproducciones y a los géneros, fórmulas y formatos que ofrezcan buenas taquillas. Ante esta realidad cada vez hay menos lugar para producciones del cine independiente, más elaborado, mejor actuado y mejor escrito. Por eso mismo la televisión, especialmente las series, se convirtió en un refugio creativo.

Hoy la dimensión de la pantalla chica llega a tales niveles que los Emmy, sus premios por excelencia, generan una expectativa similar a los Oscar. Los salarios de los actores de las series televisivas ya no tienen nada que envidiarle a los del cine. El año pasado, por ejemplo, cada uno de los protagonistas de The Big Bang Theory ganó 22 millones de dólares y superaron en ingresos a deidades como Angelina Jolie o Scarlett Johansson, que recogieron 18 millones.

Y en cuanto a espectadores, mientras en Hollywood en 2014 se registró el peor año en asistencia desde 1995, en la televisión shows como Juego de tronos y The Walking Dead celebran récords al tener, en promedio, 19 millones de televidentes por episodio (incluidas las repeticiones). La crítica tampoco se reprime y hace afirmaciones como “hoy el cine es la hamburguesa y la televisión es el caviar” o “no tengan miedo de decirles obras maestras a ‘Breaking Bad’ o ‘True Detective’”.

Un poco antes de la conmoción que causó Woody Allen, David Lynch, otro maestro, anunció que revivirá a Twin Peaks (una de las mejores series de la historia) 25 años después de haberse emitido su último capítulo. El próximo año estrenaría su tercera temporada.

Una vez se supo semejante suceso, sin precedente en la televisión, brotó un ‘efecto nostalgia’ generalizado y se habla también del regreso de algunos clásicos con nuevos capítulos como Los expedientes secretos X, 24 y Héroes. Un riesgo que los canales, ahora haciendo producciones propias, están dispuestos a tomar, pero que los analistas no ven con muy buenos ojos por aquello de que “nunca las segundas partes fueron buenas”.

Lynch, sin proponérselo, otra vez abrió así el camino de una nueva ola en la televisión, como había hecho en el albor de los años noventa, justamente con Twin Peaks, cuando incurrió en otro ‘despropósito’ al saltar del cine a la televisión. Una decisión hoy común entre los realizadores.

El director, entre otras, de Terciopelo azul y Mulholland Drive (que en su momento se pensó como serie de TV) es uno de los que más cuestiona al cine actual por los formatos que utiliza y su descarada comercialización. Desde hace nueve años no hace una película y nada parece indicar que regresará pronto: “Por desgracia, mis ideas no son comerciales y el dinero es el que impulsa este barco. Así que no sé cuál es mi futuro. No sé de qué sería capaz en el mundo del cine de ahora”.

Otros no son tan radicales y si bien ahora trabajan para televisión, no abandonan el cine. Los nombres y casos son grandilocuentes. Algunos con proyectos ya confirmados como Alfonso Cuarón (Believe), David Fincher (Utopia) y Guillermo del Toro (The Strain). Otros con contratos en la mano, pero apenas en proceso creativo como Steve McQueen, Sam Mendes o Gus van Sant. Ante las restricciones de los grandes estudios, ellos gozan de la libertad que ofrece la televisión, como la extensión de las series, donde pueden experimentar con la narrativa y desarrollar mejor sus personajes. Muchos aseguran, por ejemplo, que el gran éxito de Breaking Bad fue ver, capítulo tras capítulo, a su protagonista Walter White (Bryan Cranston) convertirse paulatinamente en un hombre malvado. En un largometraje habría sido muy difícil desarrollar esos matices.

El éxito también abraza a Steven Soderbergh (Traffic), quien también asegura que no volverá a la pantalla grande y que encontró su lugar. Actualmente dirige la serie dramática The Knick, protagonizada por Clive Owen, otra de las tantas estrellas de Hollywood que, como los realizadores, dejaron de ver a la televisión como la hermana menor del cine, el espacio destinado a los principiantes a quienes nunca lograron un lugar en el mundo del celuloide.

Glenn Close (Relaciones peligrosas) inició la tendencia en 2005 cuando entró al elenco de The Shield y su participación subió un 30 por ciento el rating del programa. Dos años después protagonizó Damages, otra exitosa serie, con una filosofía sencilla: si el guion es bueno, no importa el medio.

En la misma línea está Kevin Spacey, quien se dejó seducir por Netflix para interpretar a Frank Underwood en House of Cards, papel con el que este año ganó el Globo de Oro al mejor actor en serie dramática. Cuando le preguntan que por qué se dejó atrapar, responde: “En los últimos 15 años se ha vivido lo que llamo la tercera era dorada de la televisión, se han dado todas las facilidades para que los guionistas creen personajes complejos, antihéroes que no caen en el tópico de personaje bueno con un buen trabajo y que es bueno con su familia. Estamos viendo series valientes, extraordinarias”.

Esas razones también movieron a Claire Danes (Homeland) o a la legendaria Jessica Lange (American Horror Story). Y al propio Mattew McCounaghey, quien tomó solo diez segundos en decidir si protagonizaba la serie True Detective. Lo único que le pidió a su agente, quien sí dudaba de esa decisión, era verificar si el guionista y el director eran buenos.

Y aunque en décadas pasadas ya se había hecho, como M.A.S.H. o Fama, la televisión quiere ahora convertir a las buenas películas en buenas series. La notoriedad de la miniserie Fargo, inspirada en la muy buena película de los hermanos Coen, disparó las adaptaciones. Otros ejemplos son Motel Bates, salida de Psicosis; Hannibal, proveniente de El silencio de los inocentes y 12 monos, entre otras. La televisión ha respetado la esencia de esas cintas y, como en el caso de Fargo, nadie puede dar crédito a lo que está viendo: la serie es tan buena como la película.

Esta semana se estrenarán nuevas temporadas y series, una de ellas será Better Call Saul, una derivación (spin-off) de Breaking Bad. Por ahora nadie cree que supere, ni que se le acerque, a la historia del insólito narcotraficante de metanfetamina azul. Pero en los últimos años justamente lo que ha hecho la televisión es darle una bofetada a los descreídos.

Los nuevos protagonistas

A los canales tradicionales les surgieron dos competidores ‘online’ que están pegando duro.

La contratación de Woody Allen por Amazon para desarrollar un proyecto que aún no tiene nombre, más el triunfo en los Globos de Oro de House of Cards (Kevin Spacey como mejor actor) y Transparent (mejor comedia), producidas por Netflix, confirmó la presencia de estos dos nuevos poderosos protagonistas en el mundo del entretenimiento. Tanto Amazon como Netflix no solo ofrecen ahora servicios de transmisión de televisión por demanda, también se dedicaron a producir series.

Sobre Woody Allen se sabe que hará una comedia por capítulos de media hora de duración y que tendría, al menos, una temporada dirigida y escrita por él. Aún no se sabe quiénes integrarán el elenco.

Mientras se espera que Amazon ofrezca más detalles, esta compañía quiere estrenar otras cinco series de televisión en las que apuesta a ofrecer calidad y originalidad. Y para fortalecer esta idea montó en su página Amazon Studios un espacio en el que cualquier persona, en cualquier parte del mundo, puede proponer un guion o un libreto. Se anuncia que muy pronto producirá largometrajes.

Netflix, por su parte, ofrece en su streaming Lilyhammer, Hemlock Grove, Orange is theNew Black y Marco Polo. Pero la gran novedad para 2015 será la serie Narcos, que se filma en Colombia.