CINE
El club de los desahuciados
Esta película cruda muestra cómo varios personajes sobreviven al sida durante los primeros años de la epidemia. ***
Título original: Dallas Buyers Club
País: Estados Unidos
Director: Jean-Marc Vallée
Guion: Craig Borten y Melisa Wallack
Actores: Matthew McConaughey, Jared Leto, Jennifer Garner
Duración: 117 min
El comediante George Carlin diferenciaba en líneas generales la derecha y la izquierda de la siguiente manera: la primera está interesada por los derechos de propiedad y la segunda por los seres humanos. En ese sentido, El club de los desahuciados logra ser una película de derecha con un barniz de izquierda: es sobre seres humanos a los que solo les importan los derechos a la propiedad.
Es una cinta ideológicamente confusa, una oda a negociar con la salud sin interferencia estatal, un himno libertario al que no le molesta usar como excusa una enfermedad terrible que ha logrado controlarse gracias a grandes inversiones públicas en investigación y prevención. Según la película, la intervención del Estado es netamente negativa.
El protagonista de El club de los desahuciados es Ron Woodroof (Matthew McConaughey), un electricista que trabaja en los campos petroleros de Texas, muy macho y promiscuo, pero con muy mal semblante. Estamos ante una de esas transformaciones físicas que fascinan a Hollywood. McConaughey, dice la prensa, perdió 23 kilos a punta de comer dos claras de huevo, pollo, un pudín de tapioca y dos gaseosas de dieta al día.
El caso es que el electricista macho se ve muy flaco y eventualmente colapsa. En el hospital le dicen que tiene el temido y poco conocido virus VIH y que ha desarrollado sida, pero como estamos en 1985 y la enfermedad sigue siendo un estigma, el vaquero responde indignado. ¿Cómo van a dudar de su hombría? Habrán confundido su sangre con la de un “muerde almohadas”.
La película no hace ningún esfuerzo por hacer simpático a su protagonista. Es un tipo prepotente, homófobo, racista e ignorante. La enfermedad no lo transforma radicalmente, más allá de hacer que la carne se le pegue a los huesos. Pero quiere seguir con vida y, en ese momento, los estudios sobre la enfermedad son embrionarios y el organismo encargado de regular los medicamentos no ha aprobado nada.
Así, Woodroof termina en México, en un hospital caótico y sobrepoblado, donde un doctor que no puede ejercer en Estados Unidos le habla de combinaciones de suplementos naturales que le pueden ayudar.
Ahí comienza el negocio. Woodroof se mejora y regresa a Dallas con una carga de estos suplementos para vender en los círculos homosexuales, sobreponiéndose al desagrado que le despiertan. Quizás el verdadero tema de la película sea que el dinero lo soluciona todo, incluso los prejuicios más arraigados, que la salud es un privilegio que se merecen quienes pueden pagar y que las ganancias son la merecida recompensa de quienes encuentran los remedios. Y bueno, que siempre anda por ahí el Estado aguafiestas listo para dañar tan maravilloso equilibrio.
Hay un par de destellos de humanidad y solidaridad en este monstruo individualista, entre ellos su relación casi amistosa con Rayon (Jared Leto), un travesti traumatizado. Pero la película está comprometida con la dureza de su personaje, que no quiere nada de esos reblandecimientos como solidaridades o amistades. Eso hay que reconocérselo.
CARTELERA
**** Excelente ***1/2 Muy buena *** Buena **1/2 Aceptable ** Regular * Mala
12 años de esclavitud *** ½