Crónicas de rock
El concierto de Clutch en Ace of Spades, Colombia, o cómo saldar una deuda rockera pendiente
En medio de su variada agenda cultural, el país recibió a una de las agrupaciones más esperadas en los últimos 30 años. Los cuatro músicos de Maryland descargaron todo su arsenal de rock en Bogotá.
El miércoles 24 de julio pudo haber sido un día normal: fútbol, teatro, lanzamientos de libros, presentaciones, ensayos, eventos y conciertos. Sin embargo, en cuanto a esto último, Colombia recibió la visita de una de las bandas más importantes en cuanto a rock se refiere: Clutch. No es algo menor, pues sus integrantes han construido una carrera y un sonido propios durante algo más de tres décadas; ya era tiempo de su visita a Latinoamérica.
¿Qué podría pasar cuando cuatro amigos de colegio deciden hacer una banda de rock? ¿Qué ha ocurrido desde comienzos de los años noventa? Casi ‘nada’, salvo 45 trabajos, entre álbumes, EP, sencillos y demos, además de la reputación de hacer música sin más etiquetas ni sellos que la que brota del interior de sus integrantes. Honestidad e integridad. Y eso fue lo que se vio en el Ace of Spades aquella mencionada noche. Rock and roll.
Como ha sido costumbre en los últimos años, el lugar de la Avenida Boyacá con calle 51 se convirtió en el espacio de culto, esta vez para quienes profesan la religión de Clutch. A las siete de la noche las puertas se abrieron y los feligreses ingresaron de manera ordenada, sin inconvenientes, y con la expectativa de una espera de varios años.
No obstante, para paliar tal situación, la banda Southern Roots dio inicio a lo que fue un momento especial y único para el público. Con sonidos que evocan a Lynyrd Skynyrd, ZZ Top, The Allman Brothers, pero también a Crowbar, Down y Black Label Society, esta agrupación ha propuesto sonidos distintos en la escena rockera de la capital y del país. Blues, country y metal se entrelazan y atrapan a quien esté al frente, un tractor que te pasa por encima mientras te tomas un shot de whisky; armónica, bajo, guitarras y batería acompasan una voz que parece sacada del sur de Estados Unidos, pero todo se encuentra en esta banda bogotana. “Rebel Anthem”, “Bastard, The Haunted”, “TractoChiva”, “Bastard”, “Ginger Joe”, entre otras, son algunas de las canciones del catálogo que ofrecen estos músicos y que sonaron para calentar los motores que esperaban el embrague de arranque.
Nueve de la noche pasadas. De Germantown, Maryland, apareció el tan esperado cuarteto. Jean-Paul Gaster, Dan Maines, Tim Sult y Neil Fallon entraron como una tromba, pisaron el embrague y arrancaron. “The Mob Goes Wild” bramó en el Ace of Spades. De inmediato, el público entró en trance, solo cuatro personas movían todo a su antojo… y estaban en el escenario. “Earth Rocker” y “A Shogun Named Marcus” continuaron con el repaso de una discografía amplia.
Sult ensimismado en su Gibson, Maines cabalgando en su Rickenbacker, Gaster dominando una Yamaha y Fallon jugando con su micrófono, el cuarteto estaba haciendo lo suyo: rock, rock en su estado puro. “Subtle Hustle” y “Mice and Gods” fueron los siguientes temas; acá vale la pena quedarse un momento para decir que en la tarde, cuando se disponían a hacer la prueba de sonido, los músicos se acercaron a saludar a algunos fanáticos y recibieron un request relámpago. Como bien lo mencionó el baterista Jean-Paul Gaster en una entrevista previa, Clutch varía su lista de canciones, cada presentación es distinta; en Bogotá firmaron autógrafos y escucharon pedidos, y prueba de ello fue “Mice and Gods”, que no había sonado en la gira. Una grata sorpresa para los seguidores, que no dejaban de gritar y bailar, era un rito, una celebración, más que un concierto.
Neil Fallon, una suerte de ministro salido de un pueblo perdido de Luisiana o Mississippi, blandió su armónica para mandar en el comienzo de “D. C. Sound Attack”, que fue ‘blues sabático’ a lo que marca; “Escape From The Prison Planet” y “Spacegrass” fueron un ligero guiño al hip hop y al hardcore (guardando todas las proporciones, calma). “Worm Drink”, “A Quick Death in Texas” y “Cypress Grove” cumplieron como ese episodio de rock sureño que también tiene Clutch. ¿Y sus integrantes? Ensamblados, impecables, contundentes, unos hermanos que se conocen hace años y que con solo levantar una ceja o torcer la boca saben que viene un cambio de ritmo, un solo de guitarra, una línea de bajo o un coro.
“X-Ray Visions”, “Firebirds!” y la pegajosa “The Soapmakers” cumplieron con la velocidad y la euforia del heavy metal y el hard rock. Fallon seguía predicando con carisma y humor; Maines, afilado con los dedos en las cuatro cuerdas; Sult, preciso con cada riff y punteo, y Gaster, al mando del ritmo, el corazón del embrague. Unos cuantos sorbos de cerveza y adelante. Se aproximaba la pausa… Primero “Slaughter Beach”, de “Sunrise on Slaughter Beach”, su último álbum; luego el cantante se colgó una guitarra, afinó y comenzó a sacar las notas de “The Regulator”… La emotividad: introspección, análisis, reflexión… Era el epítome; se acercaba el final. Llevaban narradas 16 historias, 16 capítulos; en este punto, faltaban al menos otras dos; además de ser un concierto, también es literatura.
Después de terminada la canción, los cuatro se fueron, el famoso encore. A los minutos regresaron, volvieron a sus lugares, Neil Fallon tomó nuevamente la guitarra y se puso sus lentes… “Well, you made me weep, and you made me moan… “. El comienzo del himno que los llevó a sonar en muchas partes del mundo: “Electric Worry”, uno de sus sellos característicos. Una canción de rock. “¡Vámonos, vámonos!” Todo ha sido fiesta y celebración en el rito, en la divulgación de la palabra, en este viaje que es Clutch a lo largo de más de 30 años.
El cierre llegó con una versión de “Fortunate Son”, de 1969, de Creedence Clearwater Revival; una canción con la que la banda ha estado cerrando sus presentaciones, y que, por supuesto, ha terminado en aplausos, gritos y agradecimientos. Ya era momento de poner los pies en la tierra nuevamente, la palabra sagrada terminó, se cerró el libro. El cuarteto bajó las revoluciones y mostró el final del camino… Ahora saben que saldaron una deuda de mucho tiempo y que en este lugar de la Tierra siempre habrá un espacio para hacer un recorrido por su música.