CONCIERTO

A sus 71 años, Rubén Blades derritió todo el 'Plástico' de Bogotá

El panameño cantó por casi tres horas, desplegó su impresionante voz en varios registros, dio pista a su tremenda orquesta y ofreció un conciertazo en el Movistar Arena. Compartió 50 años de carrera vibrando desde la memoria, el talento y el homenaje.

Alejandro Pérez
16 de noviembre de 2019
Un verdadero monstruo, en el mejor sentido de la palabra, Rubén Blades dejó su corazón en Colombia la noche del 15 de noviembre. | Foto: León Darío Peláez

En un Movistar Arena abarrotado desde temprano, en el que Monsieur Periné y Yuri Buenaventura calentaron con su alta factura musical la noche, Rubén Blades dejó clara la diferencia entre grandes artistas y leyendas.

En 50 años de carrera, el panameño ha cantado, compuesto, colaborado, apreciado y vivido tanta música que hubiera podido tocar otras tres horas fácilmente. En total, su espectáculo y el de sus fantásticos músicos duró 2 horas 51 minutos. Esto no disuadió a muchos de pedir “otra, otra” después de un Encore de media hora.

Descarados quienes pidieron más de Blades y sus músicos después de tres horas. Pero se les entiende. Foto: León Darío Peláez / SEMANA

A sus 71 años no importó la altura, no importó nada. Se tomó su tiempo entre canciones para mencionar en qué etapa y con quién se había compuesto y cantado. Confesó que su primera película le parecía horrible y que la banda sonora que resultó dejó muy poco para rescatar (y cantarlo). Blades, un anecdotario vivo, relató que pudo haber cantado El cantante antes que Héctor Lavoe, pero que agradecía no haberlo hecho pues NADIE pudo haberla cantado como él. Por fortuna para el público, la cantó de todas formas.

No tiene nada qué perder. Tiene todo qué ofrecer. Y se puede decir que lo entregó casi todo. Esto pues, en su caso, esperarlo todo es simplemente imposible. 

Para lanzar Amor y control, en tono franco y emocionante mencionó inspiraciones primordiales como su madre y su familia… “Familia es familia y cariño es cariño”; y para presentar Plantación adentro abordó la situación de asesinatos y víctimas en Colombia. No le escapa el marco Latinoamericano, obvio que no. No a él.

Tiene una voz físicamente asombrosa. Se proyecta poderosa, vibrante, más clara que en los discos (incluso desde las alturas del tercer piso). En los momentos dulces la llevó alto y cuando quiso la conjugó en inglés. Así, un artista que técnicamente entra a la ‘tercera edad’, acaba con todos los mitos. 

Himno tras himno

Sus músicos abrieron el concierto en la onda Latin jazz, disco-funk que le anunció a todos los asistentes lo que venía. Llegó Blades y en el Movistar, al menos por unos minutos, el Plástico se derritió. Latinoamérica se hizo presente. Y era solo el comienzo, la avanzada panameña prosiguió cacheteando el piso con Decisiones y luego se libró a la carrera del cantante. 

Memorable resultó repasar con él la gente con la que lo unió la vida y la música, que ya no vive. En imágenes, mientras cantaba Todos vuelven, aparecieron los rostros de Cheo Feliciano, de Héctor Lavoe, de Celia Cruz, de Gabriel García Márquez (no tocó Ojos de perro azul, se le perdona), Gustavo Cerati, Paco de Lucia, y de muchos ilustres más. Bajo el árbol solitario del pasado recordó a todos que “todos vuelven por la ruta del recuerdo, solo el tiempo del amor no vuelve más”.

Hubo lugar también para esas tonadas vieja-escuela como Paula C y  Te están buscando, con toda su mala maña de irse sin pagar, con toda su arolladora contundencia musical. Y, como ya mencionado, hubo sendos homenajes a Lavoe con El cantante y a Cheo Feliciano con varias de sus canciones, entre ellas la primera que cantó, La palomilla

Rubén Blades creyó en todos, y se sintió cuando soltó Creo en tiNo contento con el español, cual Camaleón idiomático, Blades cantó Tony Bennett y transfiguró el concierto en uno de una Big Band. En efecto, 50 años dejan matices qué explorar. Le dejan la posibilidad de echar mano del sexteto, la banda, y la big band. No dejó base descubierta. Y en sus videos fue curioso repasar la visual de su música, los rostros latinos, las caricaturas particulares en Decisiones y en Pedro Navaja.

Por momentos, las luces fueron más que suficientes. Por momentos, las visuales echaron mano del cómic. Foto: León Darío Peláez / SEMANA.

Quien escribe esta nota aún no supera lo genial que sonó Juan Pachanga. Y vale anotarlo desde Blades, pero también desde sus músicos. Transversalmente, la música siempre estalló. El bajo (un total comandante), el piano, las congas, las trompetas, el trombón, los timbales, la batería, todos a la altura. Más, incluso, pues con sus ejecuciones y sus tremendos solos elevaron a un hombre que parece imposible elevar más. 

Trompeta, trombón, piano, clave, timbal, todo se ejecutó a nivel excepcional. Foto: León Darío Peláez / SEMANA

Fue, en últimas, un espectáculo que movió el cuerpo y movió el alma. Evocó vidas enteras, agitó coros y estrofas y cantos, y sacó más emocion de los miles de recuerdos ligados a él y a sus canciones. Blades logró todo eso mientras creaba un nuevo y poderoso recuerdo: como lo hacen las leyendas.