EL DESPELOTE

La "Tras escena", una obra del grupo de La Candelaria que ataca de frente el concepto de cultura como adorno

9 de julio de 1984

La Tras-escena del Teatro de La Candelaria de Bogotá, comienza levemente, imperceptiblemente, según el público entra y ocupa sus asientos; mientras nos disponemos a mirar lo que pasa, ellos, los actores, así mismo proceden a tomar sus posiciones desde las cuales van a explicarnos fenómenos de significación que tienen que ver en parte con el teatro y con las ideas de la representación, pero también, y sobré todo, con los asuntos de la cultura vistos de manera definitiva y clarísima a través de este teatro dentro del teatro, o más exactamente, detrás del teatro, con muchos de los criterios y herramientas de la comedia Dell'Arte, aplicados a la especificidad de nuestras circunstancias.
Si no fuera porque la Tras-escena enfrenta directamente los asuntos pertinentes a la cultura, quien esta escribe no se hubiera atrevido a hacerlo ya que el teatro no corresponde a su incumbencia profesional. Pero la cultura nos pertenece a todos de manera general, y específicamente a los que tenemos que ver con la expresión estética inmiscuída en un entorno cargado de circunstancias. A esa relaciór se refiere la obra en cuestión. Ella se desarrolla en el espacio de los camerinos, de la tramoya y de la acción, en suma, que no ha sido ensayada, y que aparte de los actores incluye a los operarios que trabajan preparando los recursos y adecuando los elementos de la dramaturgia, que en este caso gira alrededor de la inminente presentación de una obra de Lope que revive la saga del descubrimiento de América y que se ha de representar en la capital de una república latinoamericana para celebrar el Día de la Raza en el momento inmediatamente posterior a la toma del poder por un nuevo General, quien, ahora sí, habrá de salvar la patria del caos en que está sumida.
De manera alternativa y a través del uso hábil de las luces y los efectos de sonido, se inmiscuyen en el espacio de la Tras escena otros espacios que se refieren a una actividad política subversiva. Ella es llevada a cabo por personajes que se mueven alrededor del teatro, o del arte y que tiene que ver con el mundo de la cultura, así como con la toma de conciencia sobre cambios políticos que han de llevarse a cabo ineluctablemente. También los mismos recursos permiten la aparición de rememoraciones de un proceso amoroso entre el actor principal y una bailarina revolucionaria, perseguida por los sabuesos del nuevo régimen. Además y de manera directa se narra el tema de la empleada de servicio, angustiada por la suerte de su hijo, quien aparentemente está involucrado en revueltas y manifestaciones. Alternan así escenas trascendentes de sabor político con escenas amorosas y personales, y con otras, divertidísimas, inmediatamente referidas a la inadecuación del grupo de teatro para enfrentar profesionalmente la inminencia de la representación. De ese modo se alude a la improvisación, la falta de recursos, el despelote general que enfrentan actores y director ante la exigencia profesional en nuestro medio, medida contra las tremendas limitaciones con que tienen que vérselas. En la Tras escena todo son carreras, gritos, agitación, nervios; la histeria del preestreno apoyada por una serie de personajes que rayarían en lo inverosímil si no fuera porque estamos en América Latina. En esta última categoría se sitúan los indios que nunca llegan y que cuando al fin lo hacen son representados por su traductor. Este vierte a los otros indios lo que pasa en el mundo de los occidentales, pero sirve, en realidad, para traducir a nosotros el mundo de los indios, poblado de imágenes de total incoherencia con respecto a los valores nuestros, lo cual crea situaciones llenas de comicidad y verdad. El personaje está representado por Fernando Peñuela, responsable además por la autoría textual de la obra.
La múltiple acción de autor y actor de Peñuela, quien también representa otros papeles, se repite en el caso de varios actores, pero más significativamente se da en los numerosos niveles de realidad a los cuales alude la trama, poniéndonos frente a la parte posterior del proscenio, en términos de lo que ha de ocurrir allí: mostrándose, por así decirlo, el reverso del mundo como alegoría del carácter contradictorio de la realidad. Esto se hace gracias a una parafernalia de utilería escogida con intencionado mal gusto, controlado por el excelente gusto que en ningún momento permite que la obra derive ni al extremo de la sentimentalidad, ni de la cursilería ni de la pancarta política. El único extremo que se toca es el de la acción variada pero coherente y divertida que impide que el interés decaiga y que lo mantiene a uno de tal manera entretenido que la duración de más de dos horas pasa desapercibida. Este movimiento sirve, sobre todo, para que la parte profunda del mensaje de la Tras escena cale aun más hondo.
El tema de fondo de la obra refiere las relaciones contradictorias entre la necesidad de hacer arte y la de existir en un medio social, económico y político determinado. Dichas contradicciones serán representadas por personajes que están unos a favor y otros en contra respectivamente de la tesis del arte por el arte. Los conscientes de que el arte no puede aislarse de su circunstancia inmediata ya que está sumergido en ella y de alguna manera tiene que tomarla en cuenta, y los retrógrados, quienes proponen al arte como actividad preciosa, autónoma e inconsciente del mundo de las circunstancias; actividad cuasi sagrada, tanto que en un momento de exasperacion el director del grupo teatral (Santiago García), grita que "éste es el templo del arte y no una plaza de mercado"
Pero el personaje que mejor ejemplificará la exigencia de conducta netamente artística, independiente de todo lo demás, y que lo exige así por evidentes conveniencias personales y políticas, es Luz Mary, la hija del Presidente General, quien además dirige el estamento oficial de la cultura. Ella, despampanante, vestida con pieles y joyas, entra "democráticamente" al camerino a saludar a los trabajadores de la cultura; los felicita y exhorta por su dedicación al arte, su sacrificio, etc., y les promete la creación de toda suerte de organismos destinados a promover la danza, el cine, el canto, la música y la expresión en general. Todo ello lo hace con un lenguaje altisonante, muy divertido, que recalca la manera equivocada y parcial en que se ha manejado la cultura entre nosotros de unos años a esta parte, emasculándola al convertirla, sencillamente, en espectáculo, y desligándola de los aspectos vitales de las situaciones multitudinarias y tremendas por las que atraviesan nuestras colectividades. Es por ello que hacia el final de la obra, después de que "la obra" representada ha sido recibida como un éxito, el director anuncia a la periodista que lo entrevista que el próximo paso en el ascenso artístico del grupo es la opera.
La capacidad del texto de Peñuela que discute asuntos trascendentes por medio de los detalles más triviales y hace verosímil este gran retrato de situaciones dolorosas familiares, la técnica dramatúrgica de la creación colectiva y la habilidad en el diseño de los diferentes recursos tales como luminotecnia, sonido, vestuario y escenario, persiguen un fin de importancia: atacar frontalmente el concepto de la cultura como adorno. Ello da a la obra la significación que nos ayuda a exigir de la cultura manejada por el Estado, algo más que un reinado de los que sabemos; una intencionalidad consecuente con sus orígenes y las funciones que, de ser tomada en serio, la cultura debe tener entre nosotros.
Cuentan que una de las ex directoras de la cultura oficial visitó el Teatro de La Candelaria, vió la obra, y en forma emocionada felicitó a los actores y los instó a continuar su gran esfuerzo, etc., todo ello en términos curiosamente parecidos a los de Luz Mary, la hija "culta" del Presidente General. Ese teatro detrás del teatro, esa ficción dentro de la ficción, es la autoradiografía que hace el arte de significación desde los griegos, Shakespeare y la Commedia Dell'Arte: es el espíritu fundamental de la Tras escena y sirve para desenmascarar la actuación desenfocada de los estamentos oficiales frente a la cultura.
Como si todo esto fuera poco, la obra es teatro escrito por un colombiano apoyado en su creación por actores conscientes de la coyuntura en que viven; esto no deja de alentarnos.--
Galaor Carbonell.