Home

Cultura

Artículo

Jenny La Torre por Patricia Castellanos
Jenny La Torre Córdoba | Foto: Patricia Castellanos

Comunidades

“El fenómeno Floyd no comenzó en cuarentena”, Jenny De la Torre Córdoba

SEMANA habló con la Mujer Cafam 2018 sobre el origen del racismo y la histórica lucha de las comunidades negras y afrodescendientes por la igualdad.

7 de octubre de 2020

SEMANA.: ¿Por qué el asesinato de George Floyd termina siendo tan importante en la eterna lucha de las comunidades negras?

Jenny de La Torre Córdoba.: El planeta se construye a través de procesos. El más importante se dio en la interacción de los seres humanos. El proceso contemporáneo más largo que ha ocurrido, hablando de interacción humana, fue el reconocimiento de las diferencias. Es importante conocer ese antecedente para poder hablar de lo que estamos viviendo. Es decir, del fenómeno Floyd, ¡que en paz descanses, hermano!

SEMANA ¿Por qué se refiere a un fenómeno?

J.D.T.C.: El fenómeno es repentino e insulto y el proceso es una etapa tras otra. De un momento a otro explota ese largo proceso de las personas que subieron a los barcos en África para traerlas a América. El fenómeno es un detonante que nadie espera y despierta el planeta, que por cuenta de estos episodios, termina conociendo el proceso.


En cualquier lugar del mundo puede haber un Floyd silencioso, caído del que nadie se enteró. Podían pensar que era un ladrón. Eso de que “blanco corriendo atleta y negro corriendo ratero”, no es un refrán es un arquetipo


SEMANA.: Cuéntenos, ¿en qué consiste ese proceso?

J.D.T.C.: Cuando analizamos la II Guerra Mundial nos damos cuenta que la interacción humana terminó siendo el detonante más fuerte. Los judíos estaban en el centro. Ahora, ese es un tema inacabado. Aún quedan memorias que mueven remanentes en el presente. Ese ejemplo nos permite entender como la interacción humana se ha desbordado en todos los tiempos por un detonante: el poder.

SEMANA.: Pero, ¿qué relación tiene ese proceso con el de las comunidades negras?

J.D.L.T.: En medio de ese hecho que marcó un hito para la humanidad ocurrió otro. Sí, en medio de todas esas hecatombes se silenció otro holocausto. Esto no quiere decir que el mundo no quiera tocar el tema, sino que las discusiones se fueron centrando en tantos otros que la discusión principal: la convivencia humana quedó rezagada ante el tema económico del planeta.



SEMANA.: ¿Dónde comienza ese problema?

J.D.L.T.: Cuando se da la trata. Se silenció un proceso que nace de lo económico y que tiene una variable: inferioridad con lo otro distinto a mí, al que yo he dominado, explotado y he convertido en una cosa sumisa. Todo eso se queda en el inconsciente colectivo y allí nace el problema. Es decir, cuando tú sacas de África en el siglo XV y XVI a un grupo de personas con derechos y nacionalidades que fueron embarcadas y llevadas lejos de su territorio.

SEMANA.: ¿Cómo la trata termina siendo tan clave en el proceso?

J.D.L.T.: La trata se entiende como intercambio o arreglo, pero es un negocio. La gente habla de esclavismo o la trata negra, pero es una trata mercantil de personas africanas. Eran personas con derechos que fueron sacadas de su continente. Ellos tenían sus tierras y sus conocimientos ancestrales en unos países donde la densidad de la población es negra.

SEMANA.: ¿Qué incentiva ese tráfico de personas negras?

J.D.L.T.: Muchos colegas argumentan que esta situación se dio porque buscaban manos fuertes. Yo no creo que sea así y no lo digo por capricho sino por estudios que he leído. Tú necesitas una mano que pueda ser sumisa y eso se afianza cuando, por ejemplo, son personas que no pertenecen a tu mismo círculo. Entonces, les parecieron débiles. ¿Qué pasó? Exterminaste un territorio y necesitas pensar en personas diferentes que puedas dominar y que sean útiles a tus propósitos.

SEMANA.: Entonces, ¿no había negros en América antes de Colón?

J.D.L.T.: Antes de Colón había personas negras en estos territorios. Eso sí, todo esto antes de que se diera el tráfico como tal. En un vuelo de Madrid a Panamá descubrí que unos científicos encontraron en República Dominicana unos huesos de negros. Por el tiempo, se podía presumir que era antes de Colón.

SEMANA.: ¿Qué pasa una vez los sacan de África?

J.D.L.T.: Una vez los montan al barco se convierten en cosas comerciales. Ahí comienza el problema. El fenómeno Floyd no comienza en la cuarentena, sino que es el proceso inacabado de la interacción humana. La categoría es el poder y las variables: dinero, dominación, explotación y fuerza.

SEMANA.: Y… ¿la estratificación?

J.D.L.T.: La estratificación es la derivación del secuestro de lo negro, no solo como piel. Hay otros elementos de poder como la colonización del color. ¿Dónde queda la colonización?, en la piel.

SEMANA.: ¿En qué momento aparece el racismo?

J.D.L.T.: El racismo llega porque lo diferente es sospechoso hasta que se prueba lo contrario. En ese debate empezamos a hablar de microracismo. Yo tengo raíces chocoanas y cartageneras. Me crió un abuelo blanco que me ponía un vestido de organdí y pendientes de rubí. Él no lo hacía con mala intención, pero eso es un microracismos. En otra oportunidad, le dijeron a mi abuela cuando me llevó al médico: que buena patrona es usted por traer a la hija de la empleada.

SEMANA.: Pero aún hoy son persistentes los microracismos….

J.D.L.T.: Sí, lo que hay son ejemplos. Un chico negro se embarca en la universidad pero va sin abrigo. Va con su manga corta porque no tiene frío y se sienta junto a una señora que inconsciente corre la cartera. Eso no pasó hace 169 años, pasa hoy.

SEMANA.: ¿Por qué el caso de Floyd hizo la diferencia?

J.D.L.T.: Él es el detonante. La pandemia lo volvió vulnerable sin importar la estratificación. El virus le puede dar a cualquiera. Este momento se llama: etapa planetaria de la incertidumbre. En este escenario, la estratificación perdió poder.

SEMANA.: Casos como el de Floyd abundan, ¿por qué no pasan de la indignación en redes o algunas expresiones de protesta en la calle?

J.D.L.T.: En cualquier lugar del mundo puede haber un Floyd silencioso, caído del que nadie se enteró. Podían pensar que era un ladrón. Eso de que “blanco corriendo atleta y negro corriendo ratero”, no es un refrán es un arquetipo que está naturalizado. Todos los que levantaron pancarta diciendo yo soy negro, algunos con los ojos verdes y rubios, conocen el proceso. Ahora, muchos de ellos le dicen a su hija que mejor se busque otro novio, en caso de que ella lleve un negro a su casa.


El racismo llega porque lo diferente es sospechoso hasta que se prueba lo contrario. En ese debate empezamos a hablar de microracismo. Yo tengo raíces chocoanas y cartageneras. Me crió un abuelo blanco que me ponía un vestido de organdí y pendientes de rubí. Él no lo hacía con mala intención, pero eso es un microracismos


SEMANA.: Es decir, ¿no solo se trata de un problema de instituciones como la policía en Estados Unidos, por ejemplo, sino de conceptos que están afincados en el inconsciente?…

J.D.L.T.: Todos los negros y negras que sobrevivimos en el sistema donde hay que trabajar por el reconocimiento, hemos sido héroes. El solo hecho de que un chico se levante y se monte al bus es un acto heroico siendo un negro. Meter en un colegio alemán o internacional a un niño negro es un acto heroico. Con esto no me refiero a que sea malo o bueno.

SEMANA.: ¿Por qué se refiere a negros y no afrodescendientes?

J.D.L.T.: A mí me cuesta decir afrodescendiente porque una persona rubia con los ojos verdes puede ser afrodescendiente pero no es negro, fenotípicamente. Una vez, en un avión, conocí a una chica con esas características que terminó siendo la sobrina de una amiga mía.

SEMANA.: Pero en ese proceso, ¿por qué se empieza a hablar de afrodescendientes?

J.D.L.T.: Eso ocurrió durante una conferencia de Naciones Unidas contra la discriminación, xenofobia y racismo en 2001. Entramos negros a Durban y salimos afrodescendientes. En esa oportunidad se acordó que los países que tenían algo que ver con la trata de personas africanas debían pedir perdón por ese holocausto. El Congreso de Estados Unidos lo hizo y en 2010 logramos que España pidiera perdón por la esclavización de personas africanas.

SEMANA.: ¿Qué más lograron en ese encuentro?

J.D.L.T.: Logramos que se proclamara el Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015-2024), pero no ha sido suficiente para los gobiernos del mundo. Recién se evaluaron los primeros 5 años y la misma ministra de cultura colombiana dijo: -necesitamos otro decenio porque 10 años es muy poco para la historia de este proceso.


Un chico negro se embarca en la universidad pero va sin abrigo. Va con su manga corta porque no tiene frío y se sienta junto a una señora que inconsciente corre la cartera. Eso no pasó hace 169 años, pasa hoy


SEMANA.: Y… ¿En Colombia no hay cambios después de tanto tiempo?

J.D.L.T.: José Hilario López hizo los requerimientos para ponerle fin a la esclavización negra en este país. Eso, sin embargo, ocurrió apenas hace 162 años. Al final eso se firmó por presiones del Congreso. Esa situación iba en detrimento de su poder y de la economía del país. Tanto así que se firmaron varias enmiendas en las cuales se comprometían a no darles tierra, a que ellos no podían reclamar indemnizaciones.

SEMANA.: ¿Eso derivó en algún cambio en el momento?

J.D.L.T.: Era muy reciente para considerar a unos personajes, que eran cosas que no tenían derechos ni libertades, como ciudadanos de primera categoría. Ese concepto no existe en los regímenes democráticos. Sin embargo, en la práctica sí. Ahí es donde empezamos a hablar de la estratificación.

SEMANA.: ¿Cómo ha evolucionado en el país esa lucha por los derechos?

J.D.L.T.: Gracias a los indígenas conseguimos que en la constitución del 1991 nos dieron un artículo transitorio: el artículo 55. Es decir, nos dieron dos años para hacer una ley, la ley de comunidades negras de 1993. Eso fue por ellos porque nosotros no teníamos vocero representativo cuando se reunió la Asamblea Nacional Constituyente.



SEMANA.: Es decir, ¿hablamos apenas de un par de décadas desde cuando en el mundo político les dieron voz?

J.D.L.T.: Estamos influenciados por el movimiento de las negritudes francesas. Creíamos que la negritud era parte del problema en el proceso. A medida que fueron apareciendo los intelectuales colombianos y se empezó a discutir el tema de la negritud como uno de los ingredientes entendimos que el problema era: el colonialismo de la piel. La piel fue la que quedó secuestrada en la conformación de los estados nación. En el inconsciente colectivo quedó que el negro era inferior, eso traspasó todos los inconscientes.

SEMANA.: En ese contexto, ¿qué significa el fenómeno Floyd para los hombres y mujeres negras?

J.D.L.T.: Significa una descolonización de la piel. Eso mismo ocurrió el día que ganó Obama. Ese día se descolonizó la piel simultáneamente en el inconsciente del planeta entero. Yo no creo que el fenómeno Floyd descolonice la piel solo para hoy.



SEMANA.: En ese contexto, ¿qué significa el fenómeno Floyd para los hombres y mujeres negras?

J.D.L.T.: El fenómeno Floyd invita a los gobiernos del mundo a sentarse a revisar sus políticas internas. Incluso, hay mucha gente que no sabe que hay un decenio o que en Colombia hay una ley de comunidades negras. Esa fue la penicilina para una infección crónica como la falta de reconocimiento de estas comunidades. Al final, terminamos convertidos en grupo étnico.

SEMANA.: ¿Qué se tiene que juntar para que la sociedad produzca una transformación más acelerada?

J.D.L.T.: La pandemia es originada por microorganismos invisibles. Están pero no los vemos. Exactamente eso es lo que ha sucedido. El telescopio, que es el ojo humano, ha visto microvictorias como la de Obama o ahora el caso Floyd. Todas estas situaciones son perceptible al ojo humano. En el caso colombiano, por ejemplo, que haya dos ministras no significa que los negros tenemos poder pero si es un principio ante el lente escrutador de que algo pasando.