C I N E

El Grinch

Es verde, maloliente y amargado pero quizá tiene razón sobre la Navidad.

Ricardo Silva
15 de enero de 2001

Dirección: Ron Howard
Actores: Jim Carrey, Jeffrey Tambor, Taylor Momsen, Christine Baranski

El Grinch es un ermitaño verde, feo y peludo y odia la Navidad porque nadie, ninguno de los habitantes de Villa Quién, le ha podido explicar de qué se trata. Detesta los árboles, las guirnaldas, las medias, los villancicos y las luces porque la gente los usa para competir y para fingir un amor y una bondad que sólo pueden sentir por ellos mismos. Pero, sobre todos los símbolos vacíos y los adornos sin sentido, repudia los regalos. Le enerva pensar que las leyes de la oferta y la demanda sostienen la celebración y que todos simulan solidaridad y felicidad para llegar, llenos de paquetes, hasta la Nochebuena.

Los de la Villa, por su lado, recuerdan al Grinch como una cosa amargada, temible y maloliente y sólo una persona, una niña de 8 años llamada Cindy Lou, se da cuenta, en una escena reveladora, de que el corazón del ermitaño, encogido por culpa de los desplantes de los Quién, podría volver a crecer si la gente de la aldea no lo volviera a mirar como a un bicho raro. Eso descubre la niña. Que de eso se trata la Navidad. Que esa noche es un lugar en donde todo el mundo es recibido tal y como es.

El cuento de Cómo el Grinch robó la Navidad, escrito por Theodor Seuss Geisel, mejor conocido como el doctor Seuss, es un clásico de la literatura infantil de Estados Unidos. Chuck Jones, el director de las aventuras de Bugs Bunny y el Pato Lucas, creó, en 1966, una estupenda versión en dibujos animados que con el paso de las décadas se convirtió, gracias a su particular sentido del humor y a la misteriosa narración de Boris Karloff, en una de esas películas que las familias ven, año tras año, para recordar el sentido de la Navidad.

Ver la venganza del Grinch, la historia de cómo le robó la Navidad a los de Villa Quién, es, pues, como revisar el Cuento de Navidad de Charles Dickens y La Vendedora de Cerillas de Hans Christian Andersen, o repetirse, en la televisión, Qué bello es vivir de Frank Capra, Milagro en la Calle 34 de George Seaton y El extraño mundo de Jack de Henry Selick y Tim Burton. Es un rito. La idea es volver a descubrir, con los hijos y los nietos, que una persona sólo merece los regalos cuando los desea pero no los exige ni los necesita. Y que lo que se celebra es, en el fondo, la suerte de tener una familia.

Es probable que esta nueva versión de El Grinch, dirigida por el buen oficio de Ron Howard y protagonizada por el talento ilimitado de Jim Carrey, se convierta en un nuevo clásico, y no sólo en Estados Unidos, en donde, hasta hoy, tres semanas después de su estreno, ha recaudado 175 millones de dólares. Los padres, los hermanos y los hijos han sido siempre, debajo de la parafernalia, el tema de Cocoon, El rescate y las demás películas de Howard. Pero con El Grinch ha conseguido decir, mejor que nunca, que lo único que importa es la familia.