homenaje
El guardián de la memoria
Jorge Palacios Preciado, director del Archivo General de la Nación, cumplió 30 años dedicado a reconstruir la historia documental de Colombia.
Hablar de archivos suena aburrido pero en realidad no lo es. Basta hacerse la pregunta elemental de por qué los hombres se deben al acto repetido y cotidiano de guardar y conservar cosas, no pocas veces inútiles, para la pasión del oficio. En los archivos está la memoria de la humanidad, de las civilizaciones, las guerras y los Estados. Y en Colombia el hombre más importante de la archivística se llama Jorge Palacios Preciado, actual director del Archivo General de la Nación.
Filósofo y literato de la Universidad Nacional, este boyacense de 63 años, doctorado en historia en la Universidad de Sevilla (España), entendió desde temprana edad que lo suyo era buscar la memoria perdida en un país convulso y atravesado por una mezcla de culturas. "Tenemos algo de europeos, de africanos y de indígenas, pero aún no sabemos exactamente qué somos. El hombre y las sociedades latinoamericanas todavía luchan por encontrar su identidad", dice.
En España alimentó su pasión por el período colonial y por fenómenos como la esclavitud, que han abarcado gran parte de sus escritos, investigaciones y conferencias dentro y fuera del país. Después de largos años de docencia y de rectoría al frente de la Universidad Pedagógica y Tecnológica en Tunja recibió el llamado del presidente Virgilio Barco, un apasionado de la archivística, que le encomendó la mayor empresa de su vida: transformar el viejo Archivo Nacional en el Archivo General de la Nación.
Cuando recibió el encargo Palacios se encontró con una entidad en la que nadie creía y la convirtió en uno de los símbolos de la cultura nacional. De tener cerca de 15.000 volúmenes y una mapoteca de 3.000 piezas, el Archivo pasó a cerca de 44.000 volúmenes y más de 5.000 mapas, sin contar los 36.000 planos y dibujos transferidos por Invías, que han sido meticulosamente catalogados y guardados. Hoy por hoy el Archivo General de la Nación casi ha triplicado su base informativa pero, además, se ha convertido en una de las más modernas entidades del país en términos de tecnología y manejo de nuevas fuentes de información, como las imágenes, el sonido y los archivos digitales. Además la actual sede del Archivo fue diseñada por Rogelio Salmona y, lejos de estar reservada para ratones de biblioteca, es un lugar abierto a todos los públicos.
Al cabo de tantos años el sueño de Palacios parece cumplido. No obstante confiesa que le falta un nieto que desplace de sus afectos a Mencha, su gata consentida, y que el violín fue su gran frustración. Entre tanto sigue leyendo una y otra vez los clásicos, disfrutando a Mozart y evocando al lado de su esposa, Ludovina, esos paisajes bucólicos de su natal Tibasosa. Mientras recuerda, proclama con verdadero amor la razón de ser de una disciplina que se creía reservada para hombres de academia: "El ser humano y la sociedad necesitan de la memoria y del recuerdo para edificar un futuro. Sin documentos no funcionarían los Estados, la gente no podría hacer valer sus derechos y las generaciones venideras perderían la oportunidad de interpretar el mundo a su manera". Son las palabras de un hombre que hizo de la archivística una parte fundamental de la memoria nacional y la cultura colombiana.