Música
El llano se viste de sinfónico: el maestro Walter Silva revela cómo esta música tradicional llegó, por primera vez, a este formato musical
En entrevista con SEMANA, Silva narró detalles de esta producción que coincide con la celebración de sus treinta años en la música.
La música llanera está de fiesta. Por primera vez en su larga tradición, y de la mano del maestro Walter Silva, este ritmo tradicional colombiano ‘dialoga’ con la música clásica en un bello álbum que ya se encuentra disponible en plataformas musicales: Walter Silva Sinfónico’
Este trabajo contó con la batuta del maestro Leonardo Marulanda, quien dio vida a esta innovadora obra, con los arreglos musicales del maestro Nicolás Ospina.
En entrevista con SEMANA, Silva narró detalles de esta producción que coincide con la celebración de sus treinta años en la música, llevando a todo el mundo los sonidos del joropo y de la tradición más profunda del oriente del país.
SEMANA: ¿De dónde sale la idea de poner a conversar el joropo con la música sinfónica?
Lo más leído
Walter Silva: La idea sale hace unos cinco años, cuando me invitaron a Tunja a celebrar un aniversario de la Batalla de Boyacá y era con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. En ese momento me dieron la oportunidad de cantar con ellos una canción. Y en 2023 fue el año en el que celebré tres décadas de vida musical. Me gustó haber cantado con la Sinfónica y me propuse celebrar esos 30 años así. Y resultó que grabamos un álbum con mis ocho más importantes canciones de toda en mi carrera. Trabajamos todo un año en este disco, cuando salió el 1 de diciembre. Y en abril de este año, pudimos lanzar una versión con sonido Dolby inmersivo, que nunca se había visto en la música llanera. Es más: no existía una grabación sinfónica de música llanera, con 70 músicos de la Sinfónica. Y eso me tiene muy feliz.
SEMANA: ¿Cuáles fueron los mayores retos de poner a dialogar dos músicas tan distintas?
W.S.: El reto consistió en que el encuentro fuera armónico y se logró. El ritmo de la música llanera se acomodó perfectamente a las partituras de lo sinfónico. Hubo comunidad, abrazo y sinergia. Se encontraron en la punta del camino y se fueron juntas de la mano. Hubo convergencia total. Y se grabó en bloque, todos tocando en simultánea en el escenario, con partituras escritas por el maestro Nicolás Ospina. Él asistió a la grabación y la dirigió. Lo técnico no fue difícil.
SEMANA: ¿Qué nos puede contar de la agrupación Cachilaperitos, que lo acompañó en este proceso?
W.S.: Trabajan conmigo desde hace 12 años. Son unos jóvenes bogotanos, araucanos, casanareños, todos unos maestros. Gente muy top de la música llanera actualmente. Es el grupo de música llanera mejor conformado actualmente. Yo los reuní. Para lograrlo, me fijo mucho en la personalidad de la gente y pienso que, antes que tener un grupo de trabajo, me gusta rodearme de amigos. Y en figuras como Libardo Rey, como Carlos Alfonso ‘Calaíto’ López y en Fercho Torres, hallé personas similares en su personalidad: decentes y profesionales en todo el sentido de la palabra. Y en los maestros del arpa, Nelson Acevedo y William Magualo, que hacen parte de la agrupación, encontré lo mismo. En todos ellos encontré amistad, respeto y hermandad.
SEMANA: En la música llanera, el vocalista construye una suerte de matrimonio con el arpista. ¿Cómo ha sido esa relación con el maestro Barragán, con quien usted graba este álbum?
W.S.: El maestro Barragán es un joven casanareño a quien conocí en los inicios de mi carrera. Él arpista, yo cantante. Hay que tener en cuenta que el arpista es la figura más visible de una agrupación. Es el primero, después del compositor, que conoce las canciones que se van a grabar, con el que uno se toma un tinto y le dice: ‘Tengo esta melodía, vamos a tratar montarla’. Y con Barragán teníamos el sueño de salir adelante con nuestra música e hicimos un matrimonio musical que me llevó a grabar mis grandes éxitos, como Ya no le camino más. Quienes lean esta nota y sean llaneros, saben de qué estoy hablando. Él con los años se hizo empresario y hace poco, en algunos escenarios, está de nuevo tocando el arpa conmigo. Y en el camino también me encontré con el maestro Nelson Lorenzo Acevedo, de Arauca, y con él también creamos una unión musical y grabamos grandes éxitos como Tres lágrimas e Intentos de Olvido.
SEMANA: En el año 2017 los cantos de vaquería fueron declarados patrimonio cultural de la Nación. Para quién no conoce esa región, ¿en qué consiste esa tradición?
W.S.: Los cantos de ordeño, de vela, de arreo y vaquería son el sonido cotidiano del hombre de campo. Y no solo el llanero. En Colombia hay otras regiones, como Sucre y Córdoba, donde también se usan esos cantos. Yo me crie escuchando eso, aunque en mi casa no hubo ganado. Ese es el verdadero folclor que existe en el campo colombiano y que aún falta por explorar. Es una música bella que no suena en Spotify y otras plataformas, que es la ambición de tantos músicos. Es un folclor virgen. Todos los que hacemos joropo venimos de esa tradición, de esos cantos, ese es nuestro cordón umbilical. Allá, en algo que es tan cotidiano, está la verdadera raíz de la música tradicional de tantos territorios.
SEMANA: Este álbum tiene una canción bellísima: Mi papá, el camino y yo. ¿Cuál es la historia detrás de este tema?
W.S.: Tiene dos versiones, la sinfónica y la llanera. Es la canción que uno tiene que escribir y cantar una vez en la vida. Uno siempre uno con su papá va a tener una charla, de esas profundas y sinceras. Porque llega un momento en que las charlas se quedan en el corazón, esas se las traga el llano, pero son distintas a las charlas que uno tiene cuando es hombre, cuando aparecen conversaciones con algún secreto o alguna picardía noble. De eso se trata esta canción. Es un tema musical que en los llanos está cogiendo una fuerza muy grande, que no me lo imaginaba y me llevó a grabar incluso un video para esa canción. Es el tipo de canción que uno no hace para sonar o vender o conciertos.
SEMANA: Háblenos de ese papá, Víctor Ramón Silva. ¿Cómo es la relación con él?
W.S.: A veces duramos tiempo sin hablarnos. Pero luego nos hablamos y conversamos largo. En la música, él no tuvo ninguna influencia, la verdad, esa vino más por el lado de mi mamá, Carmen Luisa Gutiérrez. Ella era muy musical, era una melodía caminando. Ella era profesora y les enseñaba a los niños la música, no solo la llanera, también la andina, la colombiana. Mi papá, por el contrario, fue un hombre trabajador, más bien recio. Con la templanza del hombre de la llanura profunda, era poco cariño, un hombre de campo y en nuestra infancia trabajaba con ganado. Y con mi mamá íbamos de escuelita en escuelita, mientras la escuchábamos cantar.